lunes, 11 de junio de 2012

MI VERDAD



Este fin de semana, he actuado en una obra de teatro llamada Friends, With Benefits con la compañía The Madrid Players (www.madridplayers.org). Cuando me presenté al casting para esta obra tenía un objetivo muy específico: participar - exclusivamente como actriz - en una comedia divertida, sin dramas, sin traumas y sin agobios. Pero quizás, por debajo de este objetivo aparentemente sencillo, existía otro más profundo: reconectar con mi oficio, con aquello que durante tantos años me hizo tan feliz y que acabó por perderse en una sinfín de nervios, estrés y energía negativa.

Durante el proceso de ensayos, no llegué a tener muy claro si estaba logrando mi objetivo... Tenía un papel relativamente pequeño, lo cual se tradujo en pocas horas de ensayo, algo muy conveniente dadas mis limitaciones de tiempo. Sin embargo, también significó que no experimenté el proceso real hasta un par de semanas antes del estreno. En esas dos semanas, de pronto, volví a entrar por esa puerta mágica a ese mundo paralelo en el que las emociones se quintuplican, donde las risas son más poderosas y el llanto más amargo. El mundo de los bocadillos tomados en cinco minutos entre escena y escena, de los ensayos técnicos, del proyecta más la voz, del abre un poco para que el público no te pierda, del qué le está pasando a tu personaje, del vive el momento, del conecta con tu compañero, del mañana hay estreno, del segundo aplauso robado, del mañana terminamos, de lo próximo qué será... Me adentré en ese mundo que he conocido tan bien durante tantos años y mi corazón no se mantuvo impasible más de cinco minutos. Sin apenas darme cuenta, volví a ser aquella niña a quien su madre acompañaba a un teatro del centro de Madrid, para sus primeras funciones reales fuera del colegio. Y junto con esa niña, volvieron las mariposas en el estómago, la ilusión por llegar al teatro cada mañana, el vuelco al corazón al ver el escenario, la sensación de plenitud al estar frente al público...



...tanto fue así, que en un descuido me olvidé de todas las razones por las cuales hice un alto en mi camino, por las cuales me aparté de lo que más quería. Casi olvido el agujero negro en el que se llegó a convertir mi mundo artístico para mí. Casi.

Qué complicados y contradictorios somos los artistas. Egocéntricos y vulnerables, despiadados y generosos, débiles y fantásticos como la vida misma... decenas de personalidades en una, miles de pensamientos por segundo, millones de sentimientos a flor de piel. Por ello - al fin lo he entendido - nunca encontraré un proyecto sin complicaciones, una producción teatral sin obstáculos o una compañía sin desavenencias. En el teatro, como en la vida, habrá situaciones fáciles y agradables, pero siempre existirán también las dificultades. Quien no pueda o no quiera enfrentarse a ellas y aprender de lo que vive, acabará perdiéndose la experiencia.

En las dos últimas semanas antes del estreno de Friends, With Benefits, así como durante el primer día de funciones, volví a recordar todas las inseguridades del actor, los agobios que atacan cuando menos lo esperas y todos los pensamientos negativos que juré evitar esta vez. Sin comerlo ni beberlo, allí estaban todos ellos, saludándome como viejos enemigos, enseñándome los dientes y las garras, amenazando con volver, como si en veinte años de profesión no hubiese aprendido absolutamente nada.

Afortunadamente, en el teatro - como en la vida - aprende el que desea aprender y yo acabé comprobando que he madurado más de lo que imaginaba. A veces, lo mejor que podemos hacer es dejar de intentar razonar con nosotros mismos y, simplemente, dejarlo estar. Al fin y al cabo, la vida es como es, la gente es como es y el mundo no se transforma porque nos empeñemos en llevarlo todo a nuestro terreno. El mundo se transforma siguiendo su propio curso y, así como en cada obra de teatro hay un momento especial en el que todos los ingredientes se fusionan en un resultado casi mágico, la vida - casi siempre - se acaba recomponiendo sola.

Y entonces, ¿en qué nos debemos concentrar mientras estamos aquí? ¿En que debemos poner todos nuestros esfuerzos, nuestro empeño, nuestro trabajo? Este fin de semana he aprendido que la respuesta es simple: en nuestra pasión. En aquello que nos quema, que nos mueve, que nos hace ser mejores, más grandes... aquello que nos empuja a ser valientes, a ir más allá, a buscar nuestro máximo potencial humano.

Y es que después de todos los quebraderos de cabeza, del sacrificio, del cansancio y de todas las tiritas que he tenido que poner a mi corazón... después de absolutamente todo, no puedo negar esta verdad: que haga lo que haga y vaya a donde vaya, nunca en mi vida me he sentido más feliz, más completa y más auténtica que cuando estoy sobre un escenario.



Mi amigo Ángel - que lee mi futuro y mi alma en sus cartas del tarot - me dijo hace tiempo que jamás me podría apartar de mi oficio por mucho tiempo, porque es lo que soy. En aquel momento no le creí, pero ahora comprendo lo que quería decir. Es más, pienso que al final de nuestra existencia, cuando miremos atrás, lo habremos olvidado todo menos el Amor que ha habido en nuestras vidas y la pasión con la que las hemos vivido.

Kavafis lo describió con absoluta perfección:

Nada me retuvo. Me liberé y fui. Hacia placeres que estaban tanto en la realidad como en mi ser, a través de la noche iluminada. Y bebí un vino fuerte, como sólo los audaces beben el placer.