domingo, 20 de julio de 2014

MENTE MARAVILLOSA, MALDITA MENTE


El ser humano es un animal relativamente evolucionado, particularmente en lo que se refiere al raciocinio, a la capacidad de nuestro cerebro para asimilar información, recordar, razonar y pensar de manera lógica. Desafortunadamente, esta misma capacidad nos hace vulnerables: lo que pensamos sobre las cosas que nos ocurren durante nuestra existencia determina lo que sentimos. Y lo que sentimos, en muchas ocasiones, produce en nosotros un sufrimiento emocional que otros animales quizás no lleguen a sentir de la misma forma. Porque, tal y como las demás especies sienten empatía, amor, miedo, tristeza y todo el espectro de emociones que sentimos los humanos, se libran de ese come come, de esa pequeña gran maldición de nuestro cerebro, que es capaz de dar vueltas a un mismo tema hasta el infinito y más allá. 
Somos vulnerables, porque a veces somos incapaces de dejar el pasado donde le corresponde, de obviar el futuro hasta que llegue o de evitar pasarnos la noche despiertos preocupándonos por cosas que quizás nunca ocurran y que, de cualquier forma, no podemos controlar. ¿Qué queréis que os diga? Hay pocos regalos que no vengan con ataduras, y ésta es la gran atadura de ese maravilloso regalo que es nuestra mente. 

A menudo me pregunto si será realmente posible dejarlo estar. Simplemente, soltar. Soltarlo todo. Nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestras pequeñas y grandes desgracias. Tirarlo todo por la ventana y, sencillamente, vivir. Creo que no he conocido a ninguna persona de mi mundo que lo haya logrado por completo. Hay gente que se acerca y pienso que cada uno de nosotros se acerca un poquito más en ciertos momentos de la vida. Por lo demás, la atadura es fuerte y difícil de romper. 

A veces, experimentamos pequeñas victorias. Por mi parte, en las últimas semanas - a base de varios encontronazos bastante desagradables - creo que por fin he aprendido a que no me importe lo que piense la gente de mí. No ha sido cosa de un día, pero estos encontronazos han sido la chispa que al fin ha desatado el cambio. Por fin he perdido el miedo a decir No, el miedo al qué dirán, a lo que pueden pensar de mí, a decepcionar a unos o a otros. 

Del mismo modo, tras mucho tira y afloja conmigo misma con respecto a mi aspecto físico, durante el cual he ido cambiando mis hábitos alimenticios y mi rutina de ejercicio, así como los caminos por los que merodea mi mente, ahora siento que al fin estoy llegando a un punto de equilibrio perfecto, tanto de salud como de belleza. Estoy a gusto en mi piel, me siento ligera y sana y ya casi ni me maquillo, simplemente porque me parece que no lo necesito.  

Pero sigo siendo víctima de mi mente en muchos otros aspectos. Sigo preocupada por mi futuro profesional. Doy vueltas a mis opciones todos los días, busco caminos que desecho enseguida y encuentro otros que en el momento me parecen acertados y que días después también desecho sin remedio.  Sigo desolada por mi soledad, por la injusticia de tener que hacer todos mis caminos sin alguien a mi lado. Sobre todo, me entristece la posibilidad, cada vez más realista, de que esto ya no vaya a cambiar. Mi mente es una continua batalla entre la frustración y la resignación, tras la cual, gane quien gane, siempre me quedo exhausta, vacía de toda energía. 

Sin embargo, se me ocurre que si mi mente - esa mente maravillosa, esa maldita mente - es capaz de llevarme por sitios tan oscuros, tiene que ser necesariamente cierto que también me pueda llevar por mundos claros llenos de luz. Después de todo, es esta misma mente la que ha conseguido que me dé igual la mirada del otro sobre mí, los comentarios crueles de quien se hace llamar amigo, los juicios que tan gratuitamente se permite la gente formular. Esta misma mente es la que ha conseguido que encuentre mi equilibrio físico-emocional. Esta mente me ha hecho buscar, indagar, estudiar, hasta encontrar mi vocación en mi vida profesional. Y quiero pensar que, aunque en estos momentos deambule por un túnel oscuro, va a ser esta misma fantástica mente la que me acabe sacando de allí, para mostrarme al fin ese mundo de luz que tanto busco.