viernes, 25 de diciembre de 2015

VIDA Y GRATITUD


Estoy pasando unos días en casa de mi madre, para celebrar las fiestas, descansar un poco y disfrutar de su compañía. Tenía muchas ganas de que llegara el momento de hacer esta visita... no sólo por pasar tiempo con mi madre, sino también porque unos días fuera de Madrid siempre sientan bien.

Recuerdo que, de pequeña, cuando vivía aquí con mis padres, no me gustaba nada este lugar. Y ese sentimiento duró mucho tiempo, incluso después de haberme mudado a la capital. Nunca me pareció mucho más que un pueblo lejano y mal comunicado, silencioso, aburrido y ligeramente deprimente. Mi padre compró nuestra casa aquí (hace ya más de veinte años) para darnos calidad de vida, espacio, aire puro. Y lo cierto es que nosotras nunca llegamos a apreciarlo del todo. 

Pero las personas cambiamos, nuestras vivencias y experiencias cambian nuestra forma de ver la vida. Y en mi caso, esta visita ha marcado un antes y un después en mi percepción de la vida en este lugar. He pasado estos días dando largos paseos con Julieta, respirando el aire limpio con olor a leña quemada, tomando el sol en la terraza y experimentando la pausa natural que adquieren el cuerpo y la mente al estar en un sitio tan tranquilo. Me había traído el ordenador para adelantar algo de trabajo y para tener la posibilidad de ver alguna película o serie si me aburría. Sin embargo, ahora mismo es la primera vez que lo toco, para escribir estos pensamientos. Y es que, a diferencia de lo que me pasa en la ciudad, aquí no siento la necesidad de conectarme a nada, de distraerme con nada, de entretenerme con nada. Curiosamente, tampoco he sentido la llamada sociocultural a estar alegre porque es Navidad, a pasarlo bien, a celebrar, a divertirme... una presión implícita y constante que otros años me había resultado imposible evitar. 



Esta mañana, mientras paseaba con Julieta, me fijé en el Sol radiante y el verde a mi alrededor y observé a mi perrita, que aun siendo una de las perras más alegres y activas que he visto en mi vida, jamás ha estado tan viva y tan feliz como en estos días. Sentí una gratitud indescriptible hacia la Vida... y hacia la persona que ha sido la base, el pilar, la razón original por la cual tengo todo lo que tengo. Lo dije en voz alta: Gracias, papá.


Hace poco me dijeron una frase que no se me quita de la cabeza: Hay que desear lo que se tiene. Me parece acertadísima. Y es más: yo añadiría que no sólo hay que desear lo que se tiene, sino que hay que saber identificarlo, agradecerlo y además aprovecharlo. No siempre lo hacemos y, si miro atrás hacia todos los años en los que no he sabido aprovechar el hecho de tener un hogar fuera de Madrid, me dan ganas de darme una buena bofetada para hacerme recapacitar. 

Este nuevo año no viene cargado de propósitos de cambio, como lo han hecho los anteriores: por fin puedo decir que estoy en un momento tranquilo, en el que me encuentro realmente satisfecha y feliz con lo que tengo. Sin embargo, a veces nos sorprende darnos cuenta de cosas de las que nunca antes nos habíamos percatado... y que traen consigo algún que otro nuevo e inesperado propósito. ¡Feliz 2016 a tod@s!