lunes, 30 de abril de 2018

VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS ABIERTOS


El verano pasado tuve una diverticulitis y estuve ingresada en el hospital durante una semana. Como el estrés fue un factor importante en mi enfermedad, lo que me pasó me hizo abrir los ojos y replantearme muchas cosas. Llamaba (y sigo llamando) a mi estancia en el hospital mi retiro espiritual, porque me hizo parar, reflexionar y recolocar mi vida. Hablé de todo ello en este post.

El problema es que, una vez que salimos del ojo del huracán, cuando ya ha pasado un tiempo y nos volvemos a acomodar en nuestra vida saludable, y los recuerdos de la enfermedad y del hospital se vuelven cada vez más tenues, también acabamos quitando protagonismo a muchas de las cosas que nos propusimos en su momento. No me entendáis mal, yo sigo siendo increíblemente consciente de la vulnerabilidad de nuestros cuerpos, la posibilidad (siempre presente) de una nueva diverticulitis siempre está ahí y no la olvido... y sigo intentando cuidarme. Pero esa urgencia, ese afán de priorizar mi salud sobre absolutamente todo lo demás, ya no está. 

Me parece que es muy humano todo esto. En cierto modo es un mecanismo de defensa de nuestra propia mente. Sería imposible vivir continuamente conscientes de nuestra propia vulnerabilidad sin volvernos locos. No podemos vivir pensando que en cualquier momento podemos enfermar, porque eso sería morir en vida. Pero tengo la sensación de que ése, precisamente, no es el quid de la cuestión. No se trata de vivir pensando en prevenir una enfermedad, sino mas bien en darnos a nosotros mismos la mejor vida posible. Porque nos la merecemos. Porque nos queremos. Y porque la vida es para vivirla de verdad.


Se me ocurre que vivir es fácil si lo hacemos con los ojos abiertos. Si nos damos cuenta de que nada puede ser más importante que nuestra propia salud física, mental y espiritual. Si aprendemos a decir no. Si desterramos las culpas por cosas que solo nos atormentan a nosotros. Si comprendemos que el dinero no son las personas, ni las experiencias, ni nada de lo esencial... sino simplemente un objeto de trueque que viene y va y que simplemente debemos utilizar para construir una vida que realmente importe. Si entendemos que la mayor liberación es que nos importe un bledo lo que piensen los demás. Si nos mantenemos fieles a lo que somos y alejados de las máscaras y de la falsedad. Si nos mantenemos cerca de lo que amamos y no lo sacrificamos por todos esos debería que usurpan tanto espacio en nuestra existencia.

He aprendido que no se trata de vivir para evitar otra diverticulitis o cualquier otra enfermedad. La realidad es que la mayoría de lo que nos pasa en la vida pasa sin que podamos evitarlo y cuando menos las esperamos. Vivir con miedo a la muerte o a la enfermedad no va a evitar que nos ocurran cosas. De hecho, cuanto menos miedo y preocupación tengamos, más probabilidades de mantenernos sanos tendremos.

En lugar de preocuparnos tanto por espantar los males, preocupémonos por atraer lo bueno. Preguntémonos cada día: si no tuviera nada que perder, si no tuviera miedo, si no pensara en lo que piensan los demás, si no me preocupara tanto por ser perfecta sino por ser, simplemente, feliz... ¿cómo viviría este día? Y después hagamos todo lo posible por vivirlo exactamente de esa manera.

Asegurémonos de vivir cada día como si fuera lo más importante del mundo.
Porque lo es.