tag:blogger.com,1999:blog-79818427064306889152024-02-19T09:26:50.817+01:00Mi Pequeño Teatro de SueñosParisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.comBlogger140125tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-42767973401292557922018-12-23T21:05:00.002+01:002018-12-24T10:49:22.896+01:00NUEVOS COMIENZOS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Estamos llegando al final del año y, como todos los años, es una época en la que nos da por replantearnos las cosas, por hacer balance, por considerar si nuestra vida, tal y como la estamos viviendo, es lo que habíamos esperado, lo que habíamos planeado, lo que queremos de verdad. Esto nos pasa también en los cumpleaños. Las fechas señaladas son finales y también comienzos y, como tales, se prestan a la introspección y al cambio. </div>
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Pero no siempre es necesario esperar la llegada de las fechas señaladas para replantearnos las cosas y realizar cambios. Al fin y al cabo, el calendario es una invención nuestra. El paso del tiempo, sin embargo, es real como la vida misma y no perdona. Por ello, no hay que esperar a que las hojas del calendario se acaben o a que cumplamos cuarenta años o cincuenta o sesenta... El cambio está dentro de nosotros y podemos decidir hacerlo realidad en el momento en el que nos lo propongamos.</div>
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Personalmente, llevo tiempo ponderando el cambio. Aunque mi cumpleaños, en Noviembre, y el final de año que se avecina me afectan como a todo ser humano, no los necesito para saber cuándo es momento de cambiar. En el año que entra, mi vida profesional y personal van a dar un gran giro. No va a ser cosa de un día, pero me voy a asegurar de que ocurre, porque quiero cuidar de mi vida, aprovecharla al máximo y vivirla con alegría, con paz y con salud. Brené Brown dijo: <i>Ya no llevo el agotamiento como una medalla de honor</i>. Yo tampoco. El agotamiento que me supone llevar un negocio y trabajar en tres sitios más para poder salir adelante, el que me supone dar todo el tiempo libre que tengo a la organización de mi compañía de teatro, el que me suponen mis propias imposiciones y tiempos (<i>tengo que escribir el blog, tengo que sacar la newsletter de la consulta, tengo que decorar mi puerta por Navidad y dejar dulces fuera para los vecinos, tengo, tengo, tengo</i>)... todo ese agotamiento no es mi medalla de honor. Ya no. Y mi mundo no va a cambiar a menos que lo cambie yo. A menos que entienda que mis imposiciones son solo mías (y que las de los demás no importan nada), que la vida no puede ser solo trabajo (por mucho que amemos lo que hacemos), que uno es mucho más que una sola cosa y cada cosa a la que dedica su tiempo con amor y pasión le enriquece y le hace una persona más completa, más feliz.</div>
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Quiero leer más, introducirme en esos mundos ficticios que se hacen reales porque alguien los escribió y porque mis ojos les dan vida. Quiero viajar, alejarme de Madrid unos días (tan necesario), perderme para encontrarme, conocer gente nueva, vivir nuevas experiencias: el mundo es demasiado grande y maravilloso como para quedarme en mi parcela por falta de tiempo y dinero para explorarlo. Quiero pasar tiempo con la gente a la que quiero, porque el tiempo no es infinito y porque me necesitan y les necesito, porque cuando paso tiempo de calidad con ellos me vuelvo más joven y más fuerte y de repente todo vuelve a tener sentido. Quiero estudiar, porque me interesan miles de cosas, porque mi mente es curiosa y solo tengo una vida para intentar saciar su curiosidad. </div>
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Quiero vivir, con todas las letras. Y ahora es el momento. No en mi próximo cumpleaños. No el 1 de Enero. Ahora.</div>
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Como parte del cambio, me despido de este blog, tras casi diez años de compartir todo lo que pienso y siento a través de él. Hoy he preguntado a mi hermana Pooneh su opinión sobre el hecho de que últimamente me cuesta escribir aquí, que ya no siento esa necesidad vital que tenía antes de mostrar mi alma por esta ventana. Mi hermana, que siempre ha sido y será la brújula de mi vida, me lo explicó con suma sencillez: <i>ya no necesitas expresarte de esta forma</i>. Tan simple como eso. Y, como siempre, tiene razón. Ahora me toca expresarme por otras vías y escribir en otros lugares. Este blog ha sido mi salvavidas, mi anclaje, mi forma de exorcizar mis demonios desde el 2009. Ahora los demonios más temibles ya no existen y yo soy una persona completamente distinta a la que era cuando empecé a escribirlo. Es el momento de cerrar para dar cabida a nuevos comienzos.</div>
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La vida no espera. Nos seguiremos viendo por el camino. </div>
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Millones de gracias por leerme durante todos estos años. </div>
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Feliz 2019 y feliz vida a todos. </div>
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-46155000119504862042018-10-28T22:15:00.001+01:002018-10-28T22:15:48.707+01:00EL CAMINO DEL APRENDIZAJE<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU4UFSuZzsTdMygOFDXDwvqaM00KOQZIlIu-3cSEcpgUMKBfdPQGOhQioY3-cMiPydKHMTRFsedIs28g0scSZreOyIB7WDvO434VHa4beFUD0iSIayBqmRQIBiQSL1ebogqPCWECT21lU/s1600/descarga.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="183" data-original-width="276" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU4UFSuZzsTdMygOFDXDwvqaM00KOQZIlIu-3cSEcpgUMKBfdPQGOhQioY3-cMiPydKHMTRFsedIs28g0scSZreOyIB7WDvO434VHa4beFUD0iSIayBqmRQIBiQSL1ebogqPCWECT21lU/s1600/descarga.jpg" /></a></div>
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A todos nos gusta sentirnos útiles. Al menos, eso creo. A nadie le gusta ser un cero a la izquierda, alguien con quien nadie cuenta y a quien nadie echa cuentas. Pero en los últimos tiempos he estado pensando que, quizás, algunos de nosotros estamos aquí con la misión específica de ayudar y facilitar la vida a los demás. No hay duda de que hay gente que ha hecho de la ayuda al prójimo su forma de vida, la base de su existencia. Es un instinto natural que tienen algunas personas, que hace que dediquen su vida al servicio a los demás. Yo considero que, aunque tardé algún tiempo en llegar hasta ello, aunque tomé el camino largo, nací siendo sanadora y mi destino siempre ha sido ayudar a mejorar la vida de los demás. Ahora, me gano la vida haciendo precisamente eso. Sin embargo, se me ocurre que la vida no deja de darme señales de que, fuera de la consulta, mi misión es la misma.<br />
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Desde muy pequeña, he dedicado gran parte de mi tiempo y energía al teatro y siempre he querido y necesitado estar sobre un escenario, actuando. Hace algo más de diez años, decidí dirigir una obra de teatro. Lo hice exclusivamente para ser mejor actriz. Consideraba que, poniéndome en su piel, entendería mejor lo que tenía que hacer para ser mejor a la hora de trabajar con mis directores y que esto me permitiría llegar a otro nivel en mi trabajo como actriz. No me equivocaba en eso, pero curiosamente, otra de las cosas que ocurrió cuando hice esto fue que me di cuenta de que me encanta dirigir y eso me llevó a seguir haciéndolo. La broma cósmica de todo esto es que, con el tiempo, la gente me ha empezado a identificar mucho más como directora que como actriz. No hay semana que alguien no me pregunte si estoy dirigiendo algo o si estoy pensando en dirigir algo. Sin embargo, los buenos papeles casi nunca llegan y los que llegan se esfuman como por arte de magia.<br />
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Además, cuando haces cosas por los demás, cuando eres servicial y responsable, cuando te gusta hacer las cosas bien, la gente se acostumbra a ello rápidamente. Y cuando esto ocurre, ya hay muy poco espacio para cometer errores o tomarte un descanso de tus responsabilidades para cuidar de ti y hacer lo que realmente quieres. Lo más seguro es que, cuando lo hagas, se te eche en cara que no has cumplido con tu parte del acuerdo tácito mediante el cual tú lo das todo, independientemente del sacrifico que suponga para ti o las repercusiones que pueda tener sobre tu salud o tu vida en general.<br />
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Todo esto es frustrante y doloroso. Porque una no solo se ve sin oportunidad de hacer cosas que ama, sino que se siente cansada y harta de nadar siempre contracorriente. <br />
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Se me ocurre que la vida a veces nos da mensajes que tenemos que saber ver. Y si no los vemos, nos machaca con ellos hasta que al fin - tras muchas magulladuras y mucho dolor - los acabamos viendo con claridad. Pienso que lo de no rendirse nunca no es el mejor consejo que se puede dar. A veces, hay que rendirse. No porque estemos derrotados, sino porque hemos comprendido al fin que el camino en el que tanto insistimos, simplemente, no es para nosotros. No es fracaso. Es aprendizaje. Y con el aprendizaje viene una vida mejor, más acorde a nuestras habilidades, más en línea con el propósito de nuestra existencia.<br />
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Es importante saber hacer examen de conciencia, observar nuestra vida, conocernos a nosotros mismos y entender por qué estamos aquí. No se trata solo de hacer lo que nos hace felices (cosa que, por supuesto, es tremendamente importante) sino de hacer lo que realmente nos corresponde en esta vida. Es ahí cuando la frustración y el dolor dan paso, al fin, a la paz y a la felicidad.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-48093985025698759542018-09-30T22:13:00.003+02:002018-10-28T19:34:35.609+01:00LA DISCIPLINA DEL CORAZÓN EN CALMA<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Mi rutina diaria ha cambiado bastante en las últimas semanas. Hacia finales de verano, tomé la decisión de buscar un trabajo a media jornada, como apoyo económico para complementar mi negocio. Una mezcla de suerte y habilidades hizo que, afortunadamente, no tardara mucho en encontrarlo y ya llevo dos semanas haciendo un trabajo que nunca pensé que disfrutaría y que, sin embargo, me está aportando muchísimo más de lo que esperaba. Desde el principio, se ha mostrado como una buenísima experiencia de vida, un aporte de conocimientos y una forma muy disfrutable de pasar mis mañanas y me siento inmensamente agradecida por haber podido encontrarlo.<br />
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Por otro lado, la constante preocupación por el dinero y el estrés que irremediablemente conlleva ser autónomo en verano (uno de los periodos de vacas flacas para la mayoría de nosotros), me hizo decidir retomar mi conexión con prácticas energéticas y espirituales que tenía algo abandonadas. Comencé a practicar Reiki todas las mañanas, a meditar, a mantener mi casa y mi mente en silencio en lugar de llenarlo todo de ruido desde el momento en el que salía de la cama (móvil, música, tele, etc). Cuando comencé mi trabajo por las mañanas, toda esta rutina sufrió, porque no hay tiempo material para todo, pero me estoy asegurando de mantenerla como parte de mi día, ya que realmente me ayuda a mantener el corazón en paz y la mente en quietud.<br />
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Claro que no siempre funciona. Para empezar, es necesaria muchísima disciplina para mantener el hábito todos los días. Incluso con algo que nos hace tanto bien, es fácil caer en la vagancia, en la desidia, acomodarnos en otras actividades que requieren menos concentración y menos esfuerzo. Pero es que la paz interior no viene sola. En el mundo loco en el que vivimos, en el ir y venir de nuestras vidas llenas de actividad, de estrés, de preocupaciones y de ruido, quien se mantiene en paz no lo hace por arte de magia. El corazón calmo se trabaja cada día.<br />
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Noto muchísima diferencia entre los días en los que practico mi espiritualidad y los días en los que no lo hago. Mi perspectiva con respecto a los obstáculos y baches del camino es completamente distinta. También cambia radicalmente la relación entre mis miedos y mi esperanza. Mi mente se aclara de una forma realmente extraordinaria. E incluso el tiempo, que suele escapar entre mis dedos como humo, parece ralentizarse... de repente, tengo tiempo para todo, casi como si éste se estirara como chicle para acomodar todas mis actividades.<br />
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Cuando más difícil es pensar en sentarse a aquietar la mente y el espíritu, más importante es que lo hagamos. Porque cuando estamos preocupados, cuando tenemos miedo, cuando el futuro se nos presenta lleno de bruma, lo que menos nos apetece a veces es sentarnos a buscar la paz interior. La mente, que se trampea a sí misma todo el tiempo, busca alivio inmediato y radical: comida basura, perderse en programas de televisión sin sentido, alcohol, tabaco, sexo... cualquier cosa que le permita alejarse de esa situación dolorosa y escapar, aunque sea por unos minutos. En esto radican muchas adicciones, muchos casos de sobrepeso/obesidad y muchos otros comportamientos nada saludables tanto para el cuerpo como para la mente.<br />
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Pero si somos capaces de tomarnos una pausa, por muy pequeña que sea, de parar unos segundos y reflexionar sobre lo que nos está atormentando, ser conscientes de ello y no huir de la realidad, sino enfrentarla de cara - con el corazón y la mente en calma - el tormento se reducirá de forma radical. Y no solo eso, sino que encontraremos que no necesitamos ponerle una tirita inservible al problema. Que somos muchísimo más fuertes que él. Y muchísimo más capaces de lo que pensábamos para enfrentarlo, pelearlo y superarlo. Sea el que sea.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-82708434068101935252018-08-26T23:05:00.000+02:002018-08-27T00:15:47.983+02:00EL CAMINO DE LOS RECUERDOS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiem0ZEF9yvMUPRjPNampsyjBRSFGKdOHDqOKhAvuRVD2miNy06q24Spo_3azpJ234yyAxCTtu2gx6iYhY-clOB8SUM_sMArxFm1nv3M0CpJXRBhp7yL2KbwbRN66zG-NR9K99YwDlbKtI/s1600/20180815_113301.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="1600" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiem0ZEF9yvMUPRjPNampsyjBRSFGKdOHDqOKhAvuRVD2miNy06q24Spo_3azpJ234yyAxCTtu2gx6iYhY-clOB8SUM_sMArxFm1nv3M0CpJXRBhp7yL2KbwbRN66zG-NR9K99YwDlbKtI/s320/20180815_113301.jpg" width="320" /></a></div>
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He pasado parte de las vacaciones en la playa y la otra en el pueblo de mi madre. Eran unas vacaciones muy necesarias y llegaron en el momento justo para que el estrés y la actividad frenética de este año no llegaran a pasar factura. Decidí desconectar de todo lo tecnológico para reconectar conmigo, con mi paz interior y con mi salud física y emocional, así que avisé a mis pacientes y desconecté el móvil durante dos semanas. En ningún momento lo eché de menos o me sentí tentada de volver a conectarlo. La libertad que siento cuando no tengo que estar pendiente de ese cacharro no se paga con dinero. Me hace replantearme todo y querer no volver a conectarme nunca más a las redes sociales y al número infinito de <i>pings</i> avisando de que tengo un email en la bandeja de entrada.<br />
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Lamentablemente, vivimos en un mundo en el que, para un negocio como el mío, la tecnología es cien por cien necesaria y no puedo permitirme renegar de ella. Lo que sí puedo hacer es mejorar mi relación con ella, tomármela con más calma y darme pequeños descansos cada cierto tiempo para no acabar tan quemada. Estoy en ello.<br />
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<br />
Reducir la tecnología y aumentar el contacto con la naturaleza. Esto es lo que me recuerdan siempre las vacaciones, vaya a donde vaya, pero siempre con más insistencia en el pueblo de mi infancia. Un pueblo que nunca aprecié cuando era una adolescente atrapada a cuarenta kilómetros de Madrid, sin coche y sin transporte público frecuente para moverme con libertad. Ahora, sin embargo, pasear por su parque natural, oír el río correr, sentarme a disfrutar del aire limpio, dormir con un silencio absoluto y despertarme con el canto de los pájaros... son cosas que me devuelven la vida que siento que pierdo en el asfalto de Madrid.<br />
<br />
El pueblo es, además, mi retorno al pasado. Este año, más que en otras ocasiones, he sentido el sabor agridulce de ese camino de nostalgia, ese nudo en la garganta que se deshace a base de llanto y carcajadas, esa mezcla de pena por la pérdida de la inocencia, alegría por todo lo vivido y orgullo por el camino recorrido.<br />
<br />
Este año, mi retorno al pasado ha venido con fuerza, al igual que el luto por mi padre, que cinco años después me ha golpeado de nuevo, implacable. Convencí a mi madre, a regañadientes, para ordenar el trastero y de ahí salieron cosas hace tiempo olvidadas, recuerdos tan bellos como para enmarcar y otros tan tristes como para volver a enterrarlos en el rincón más oscuro de ese trastero desastroso. Cuando los recuerdos y los sentimientos vienen así, como en huracán, una se siente desnuda hasta de su propia piel, casi insoportablemente vulnerable.<br />
<br />
Pero la realidad es que no podemos huir de los recuerdos para siempre. Al fin y al cabo, son parte de nosotros y siempre estarán ahí dentro, acompañándonos, por muy lejos que corramos. Tanto si evitamos afrontar los buenos para evitar la nostalgia y la tristeza por lo perdido, como si huimos de los malos por miedo a desestabilizarnos, estaremos ignorando parte de lo que somos, parte de nuestra esencia, de nuestra realidad.<br />
<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
La vida está llena de éxitos y pérdidas, alegrías, traumas y cuentas pendientes. Las relaciones se resienten, la circunstancias cambian, las personas venimos a este mundo y en algún momento, inevitablemente, lo dejamos. Con un poco de suerte, muchas ganas y trabajo diario, entremedias VIVIMOS; así, en mayúsculas.<br />
<br />
De nosotros depende afrontar la vida - con todo lo que conlleva - sin achantarnos.</div>
Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-58106846937005734992018-07-27T19:54:00.000+02:002018-07-27T19:54:43.250+02:00MUDAR PIEL<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<br />
Hay ocasiones en la vida en las que una, de repente, sin esperarlo y de forma totalmente radical, cambia. Cuando pasamos por una situación traumática o cuando un solo acontecimiento cambia las circunstancias de nuestra existencia para siempre. Entonces nosotros, consciente o inconscientemente, nos adaptamos. Mudamos piel. Nos convertimos en personas equipadas para lidiar con nuestra nueva situación. Es una ley evolutiva: adaptarse o morir.<br />
<br />
Sin embargo, a veces, ese cambio de piel viene de forma gradual. Tan lenta, tan discreta, que ni te das cuenta de que está ocurriendo hasta que un día te miras en el espejo y te das cuenta de que eres una persona distinta. De repente, tus deseos han cambiado. Tus prioridades, también. Tu pasión se ha redireccionado hacia lugares que quizás nunca imaginaste.<br />
<br />
Éste ha sido mi caso en los últimos años. No he sido consciente de los cambios que han ido ocurriendo de forma individual, uno a uno, poquito a poco, pero cuando miro atrás, compruebo que no soy la persona que era hace cinco años. Ni siquiera soy la que era hace uno.<br />
<br />
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<br />
Al principio, estos cambios me ponían nerviosa. Me preocupaba haberme convertido en una persona menos apasionada, menos alocada, más seria, más tranquila. En algún momento, sin darme cuenta, el deseo de danzar por las calles de Madrid de madrugada con un hombre maravilloso, besándonos en cada esquina, volviéndonos locos con la belleza de la ciudad, riéndonos hasta no poder más, fue sustituido por el deseo de de cenar con un buen amigo, reírnos hasta no poder más (eso no cambia nunca) e irme a casa con cinco recomendaciones de libros increíbles y una quedada para ir al teatro a ver una obra tan potente y tan bien hecha, que dicen que te cambia la vida.<br />
<br />
Me ha costado darme cuenta de que lo que me ha pasado no es una pérdida de pasión, sino mas bien que ésta ha tirado por otro lado. Su camino es completamente distinto al que era. Quizás es la edad. Quizás es la experiencia. O quizás es haberme dado cuenta de lo enriquecedoras que son estas nuevas pasiones, lo completa y llena y feliz que me hacen sentir (no siempre podía decir lo mismo de las anteriores).<br />
<br />
Me apasiona lo que he hecho en este último año en el teatro. Me apasiona enseñar. Me apasiona aprender y ayudar a mis pacientes en la consulta. Me apasiona un buen libro, una película excepcional. Me apasiona un plato de comida tan delicioso que casi no puedes creerte que sea de verdad. En estos momentos, me apasiona poco el aspecto físico de las personas y muchísimo las maravillas que pueden conseguir sus mentes. Me siento atraída como un imán hacia la gente que sabe lo que quiere, que crea cosas que aportan belleza a la vida y, sobre todo, que tienden la mano, que escuchan, que quieren ayudar, que se interesan por hacer de este mundo en el que vivimos un lugar mejor.<br />
<br />
Ésta es otra piel. Lo más probable es que tampoco ésta dure para siempre y mude y se convierta en otra cosa (espero que más compleja y más llena de matices). Pero ésta es la que tengo ahora mismo.<br />
Y la verdad es que me siento bien dentro de ella.<br />
Creo que me favorece.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-45750057934155784122018-06-30T23:46:00.001+02:002018-07-02T00:50:18.333+02:00LOS LÍMITES DE LA VIDA<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOybJWT3W2oUz1kegEODMXu97IeKkinSVUmLN5-q-3p0wnUxzXv7bKRdPY4Mm0la8j4tK4b94vzz3vOHMfPlb11XjA-aTxDaqidBjWfINy-JgOa-SaRPlji-xYfjE10gsQb-J-1wstYBs/s1600/408434_10151413621936140_864782886_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="639" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOybJWT3W2oUz1kegEODMXu97IeKkinSVUmLN5-q-3p0wnUxzXv7bKRdPY4Mm0la8j4tK4b94vzz3vOHMfPlb11XjA-aTxDaqidBjWfINy-JgOa-SaRPlji-xYfjE10gsQb-J-1wstYBs/s320/408434_10151413621936140_864782886_n.jpg" width="213" /></a></div>
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Estoy cansada. Ése es un hecho innegable. A estas alturas del año, me encuentro con que necesito desesperadamente tomarme un respiro, pero en estos momentos no veo la luz al final del túnel. He ido tachando cosas de mi lista, una por una, sintiendo cada vez que podré respirar un poco, pero la lista es tan larga y los proyectos y quehaceres se solapan tanto que hasta ahora no ha habido manera. No hay descanso.<br />
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Hace un año desde que estuve ingresada en el hospital y, cuando salí, me prometí que me tomaría las cosas con más calma, que me daría tiempo para descansar, que me regalaría tiempo para mí. Sin embargo, creo que éste ha sido el año en el que más ocupada he estado en toda mi vida. Es tonto y facilón decir que no puedo evitarlo. Todos podemos evitar lo que realmente queremos evitar. La verdad es que no he querido dejar de hacer todo lo que he hecho (y sigo haciendo) este año porque todo tiene un propósito muy claro. Y aunque la razón me dice que no todos los propósitos pueden ser míos ni todos los proyectos pueden ser mi responsabilidad, el corazón me lanza hacia ellos por pasión y sin arrepentimiento. No quiero poner límites a mi vida.</div>
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Soy consciente de que esto no es recomendable. Ni siquiera realista. La vida está llena de límites. Nuestro cuerpo los tiene. Nuestra mente también. E independientemente de lo resilientes que seamos, ninguno de nosotros tiene fuerza emocional infinita. Nos agotamos. Nos frustramos. Nos derrumbamos. </div>
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Mi pasión y mis ganas para con todas las cosas que tengo entre manos hacen que me levante enseguida y siga caminando. Pero no puedo evitar preguntarme si mi cuerpo acabará rebelándose. La amenaza de una segunda diverticulitis siempre estará presente y yo, que me dedico a una profesión de la rama sanitaria y además soy hipocondríaca (controlada, reformada, pero hipocondríaca al fin y al cabo) no puedo evitar sufrir con cada pinchazo en el abdomen o cada vez que tengo la más mínima sensación de náuseas, por si la diverticulitis - o algo peor - vuelve a atacar.</div>
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Otra cosa de la que me he percatado en los últimos tiempos es que mi percepción del paso del tiempo ha cambiado. Puesto que tengo tantas bolas en el aire y mis días requieren de mi atención en tantos ámbitos distintos, el tiempo se ha vuelto escurridizo, más fugaz que nunca. Un día se pasa en un suspiro, las fechas señaladas llegan casi sin que me dé cuenta y los proyectos empiezan y acaban como en un sueño. </div>
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Se me ocurre que éstos también son límites en la vida. Al querer abarcar tanto, pongo límite al disfrute de cada vivencia. Mi sensación general es de estar viviendo al máximo, pero cuando miro atrás hacia todo lo que he hecho este año, siento que habiendo hecho menos, todo estaría menos difuminado. </div>
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No sé si alguna vez encontraré el equilibrio, si sabré encontrar ese lugar perfecto en el que podré vivir más tranquila y descansada sin tener que cortar alas a ninguno de mis deseos y pasiones. Es un trabajo en progreso. </div>
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Mientras tanto, las alegrías y satisfacciones que me dan todos esos deseos y pasiones son el combustible perfecto para seguir caminando. </div>
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-82784006071263599472018-05-31T22:27:00.000+02:002018-05-31T22:27:34.336+02:00LA DIGNIDAD DE LO AUTÉNTICO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM3vqIGjc_ADbB8Pbbxs3sVxNATCVvycSsWXEFYVh6v1hO8D6kfcSgWn_2dC-Wjw0C2kHtiOWEPEcDKmEVajFuxuGTYz6lz4TWHs6gV70AajYFvEf_vDFdeqBvgaFGAb4XCtQl1k5WfjU/s1600/parisac-6097.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1068" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM3vqIGjc_ADbB8Pbbxs3sVxNATCVvycSsWXEFYVh6v1hO8D6kfcSgWn_2dC-Wjw0C2kHtiOWEPEcDKmEVajFuxuGTYz6lz4TWHs6gV70AajYFvEf_vDFdeqBvgaFGAb4XCtQl1k5WfjU/s320/parisac-6097.jpg" width="213" /></a></div>
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A menudo pienso en lo mucho que ha cambiado mi vida en los últimos años. Ahora, cuando miro atrás y veo la persona que fui, la recuerdo casi como si fuese otra o como si hubiese vivido otra vida completamente separada de la que tengo ahora. Sin embargo, no hay duda de que todo lo que viví en esa otra vida me ha traído hasta aquí y que las habilidades y la experiencia que adquirí en esos años me permiten ahora desarrollar con éxito esta nueva etapa. </div>
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El caso es que todo lo que hacemos, si se hace bien, nos convertirá - como poco - en personas más completas. Y en el mejor de los casos, además de esto, podremos aplicar el aprendizaje a otros aspectos de nuestra vida. Muchas veces me he preguntado por qué dedico tanto tiempo, esfuerzo y energía al teatro, puesto que - desafortunadamente - no me proporciona un medio de vida. Sin embargo, una y otra vez me encuentro a mí misma dedicándole horas y horas, sacrificando tiempo libre, horas de sueño y días de descanso. La mayoría de las veces, me resulta complicado justificarlo, incluso en mi propia mente. ¿Qué me aporta ese afán de perfeccionismo? ¿Qué me da el dedicar tantas horas, tanto esfuerzo y tanta energía a lo que se supone un <i>hobby</i>? </div>
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La respuesta es que, para mí, el teatro nunca ha sido ni será un <i>hobby</i>. Es verdad que lo hago como una actividad <i>amateur</i>, que no me pagan por ello, que me gano la vida de otra forma. Sin embargo, es demasiado importante para mí como para hacerlo a medias. Me consta que la mayoría de la gente que se dedica a este tipo de teatro lo hace como algo social, una manera de hacer algo que les gusta, quitarse estrés, pasar tiempo con gente afín y pasarlo bien. Para mí, el aspecto social del teatro es secundario y la calidad del trabajo que hago es la prioridad, por encima de todo. La realidad es que esto, en general, no me conduce a relaciones sociales llenas de diversión y risas. En concreto, cuando dirijo una obra, no suelo socializar con mi elenco y nuestra relación, aun estando llena de respeto mutuo y mucho cariño, no suele ser una relación social. </div>
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Pero me he dado cuenta de que, paradójicamente, esas relaciones que formo con los actores a base de trabajo duro son muchísimo más profundas que cualquier relación social que pudiera formar tomando unas copas después de un ensayo. Porque al marcarme un objetivo de calidad profesional en mi trabajo, también les conduzco a ellos hacia esa misma calidad, dándoles la oportunidad de trabajar al máximo de su capacidad, mostrando todo lo que son y todo lo que pueden hacer encima de ese escenario. Y para un actor, hay pocas cosas mejores que ésa, porque le aporta todo un mundo, tanto a nivel profesional como personal. </div>
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Al igual que en el teatro, en otros aspectos de la vida es aplicable la misma premisa: vivir de forma auténtica, dando lo mejor de nosotros en lo que hacemos, para ser mejores y más completos cada día. Se me ocurre que trabajar (y vivir) de esta forma, dignifica. Y que, independientemente de los resultados (que a veces dependen de cosas que están fuera de nuestro control), esa dignidad se queda con nosotros para siempre.</div>
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Martin Luther King dijo: <i>Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol</i>. ¿Por qué? Porque lo importante no es el resultado, ni cuánto dure éste. Lo importante es poner lo mejor de nosotros en este mundo, llenarlo de cosas buenas, repletas de corazón, de pasión y de amor. Cada obra de teatro que hacemos, cada niño al que enseñamos, cada cosa que escribimos, cada paciente al que tratamos, cada cliente al que atendemos, cada persona con la que nos encontramos... todos son únicos e irrepetibles. Y, al tratarlos como tal, honramos su existencia... y también la nuestra. Y eso, no tiene precio.</div>
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-36893171709862981012018-04-30T23:51:00.001+02:002018-05-25T01:00:27.530+02:00VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS ABIERTOS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6x3Li4Rlr8t3Ljw2kxtTXM8eo_pNw6vTD3xeel66BznlIpVAsF_k51os7x4Zv3LcMMgg-GScrG3uViCqbV0x-JJJvU2m20fTvbI1BRrAcz204YwhJqlJKkQwfkjD5sgLNOljfl3Q_rz8/s1600/images.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="127" data-original-width="397" height="102" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6x3Li4Rlr8t3Ljw2kxtTXM8eo_pNw6vTD3xeel66BznlIpVAsF_k51os7x4Zv3LcMMgg-GScrG3uViCqbV0x-JJJvU2m20fTvbI1BRrAcz204YwhJqlJKkQwfkjD5sgLNOljfl3Q_rz8/s320/images.png" width="320" /></a></div>
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El verano pasado tuve una diverticulitis y estuve ingresada en el hospital durante una semana. Como el estrés fue un factor importante en mi enfermedad, lo que me pasó me hizo abrir los ojos y replantearme muchas cosas. Llamaba (y sigo llamando) a mi estancia en el hospital <i>mi retiro espiritual</i>, porque me hizo parar, reflexionar y recolocar mi vida. Hablé de todo ello en <a href="http://mipequenoteatrodesuenos.blogspot.com.es/2017/07/mi-retiro-espiritual.html" target="_blank">este post</a>.<br />
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El problema es que, una vez que salimos del ojo del huracán, cuando ya ha pasado un tiempo y nos volvemos a acomodar en nuestra vida saludable, y los recuerdos de la enfermedad y del hospital se vuelven cada vez más tenues, también acabamos quitando protagonismo a muchas de las cosas que nos propusimos en su momento. No me entendáis mal, yo sigo siendo increíblemente consciente de la vulnerabilidad de nuestros cuerpos, la posibilidad (siempre presente) de una nueva diverticulitis siempre está ahí y no la olvido... y sigo intentando cuidarme. Pero esa urgencia, ese afán de priorizar mi salud sobre absolutamente todo lo demás, ya no está. </div>
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Me parece que es muy humano todo esto. En cierto modo es un mecanismo de defensa de nuestra propia mente. Sería imposible vivir continuamente conscientes de nuestra propia vulnerabilidad sin volvernos locos. No podemos vivir pensando que en cualquier momento podemos enfermar, porque eso sería morir en vida. Pero tengo la sensación de que ése, precisamente, no es el <i>quid</i> de la cuestión. No se trata de vivir pensando en prevenir una enfermedad, sino mas bien en darnos a nosotros mismos la mejor vida posible. Porque nos la merecemos. Porque nos queremos. Y porque la vida es para vivirla de verdad.<br />
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Se me ocurre que vivir es fácil si lo hacemos con los ojos abiertos. Si nos damos cuenta de que nada puede ser más importante que nuestra propia salud física, mental y espiritual. Si aprendemos a decir <i><b>no</b></i>. Si desterramos las culpas por cosas que solo nos atormentan a nosotros. Si comprendemos que el dinero no son las personas, ni las experiencias, ni nada de lo esencial... sino simplemente un objeto de trueque que viene y va y que simplemente debemos utilizar para construir una vida que realmente importe. Si entendemos que la mayor liberación es que nos importe un bledo lo que piensen los demás. Si nos mantenemos fieles a lo que somos y alejados de las máscaras y de la falsedad. Si nos mantenemos cerca de lo que amamos y no lo sacrificamos por todos esos <i>debería </i>que usurpan tanto espacio en nuestra existencia.</div>
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He aprendido que no se trata de vivir para evitar otra diverticulitis o cualquier otra enfermedad. La realidad es que la mayoría de lo que nos pasa en la vida pasa sin que podamos evitarlo y cuando menos las esperamos. Vivir con miedo a la muerte o a la enfermedad no va a evitar que nos ocurran cosas. De hecho, cuanto menos miedo y preocupación tengamos, más probabilidades de mantenernos sanos tendremos.<br />
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En lugar de preocuparnos tanto por espantar los males, preocupémonos por atraer lo bueno. Preguntémonos cada día: si no tuviera nada que perder, si no tuviera miedo, si no pensara en lo que piensan los demás, si no me preocupara tanto por ser perfecta sino por ser, simplemente, feliz... ¿cómo viviría este día? Y después hagamos todo lo posible por vivirlo exactamente de esa manera.<br />
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Asegurémonos de vivir cada día como si fuera lo más importante del mundo.<br />
Porque lo es.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-11593362495240871832018-03-29T22:03:00.000+02:002018-03-29T22:03:27.135+02:00MIS CAMINOS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgc5YRS7n8CpUDWAmIb-mdGhNrZVINhT4RGsmwUUoEjWwzFN-Pr7QV6k4O7kmPjsb1mMBGh5GVEX9iNjfytw9seUWjD3MifTvt1x94gxFWRqFftrdgRtLyuNEUPZJEVFIAPhvCg80VIOR8/s1600/img-915110911-0001.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="685" data-original-width="1012" height="216" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgc5YRS7n8CpUDWAmIb-mdGhNrZVINhT4RGsmwUUoEjWwzFN-Pr7QV6k4O7kmPjsb1mMBGh5GVEX9iNjfytw9seUWjD3MifTvt1x94gxFWRqFftrdgRtLyuNEUPZJEVFIAPhvCg80VIOR8/s320/img-915110911-0001.jpg" width="320" /></a></div>
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Cuando era pequeña, me encantaba jugar a que mis muñecas estaban malitas y yo curaba su enfermedad. Cuando crecí un poco, quise ser enfermera y también psicóloga... pero fui una niña demasiado sensible y una adolescente depresiva y mi padre, preocupado por los efectos que podrían tener estos oficios sobre mi salud mental, me disuadió de ambas ideas. Pese a ello, lo cierto es que siempre tuve la vocación de curar los males ajenos y de ayudar a los demás y supongo que por ello, aunque haya tomado el camino largo, he acabado dedicándome a la sanación y a la enseñanza.<br />
<br />
En realidad, he sido sanadora desde que curaba a mis muñecas y creo que he sido profesora desde que explicaba las lecciones de Química a mis compañeros del instituto cuando no las entendían. Al mismo tiempo - mientras explicaba las lecciones de Química y pensaba en ser enfermera o psicológa - mi corazón me lanzaba una y otra vez hacia el escenario. Amé el teatro desde que me dieron mi primer papel interpretando a Genghis en un musical sobre Drácula. Tenía trece años y me moría de la vergüenza cada vez que salía a escena. No me podía creer que mi interpretación gustara al público pero la gente habló de ella durante semanas después de que la obra hubiese terminado y, años más tarde, cuando terminé el instituto, había quien me lo seguía mencionando.<br />
<br />
No recuerdo cuál fue el proceso exacto desde la vergüenza máxima que sentía al ser el centro de atención en esa obra hasta la completa felicidad que siento hoy en día cada vez que piso un escenario. Pero sea como sea, eso es lo que he sido toda mi vida: sanadora, profesora y actriz.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSgHuAoX4LNYSk82BdiWLznw1cAWqI9qxVV4a2a9Ic9djW0xuleqK5L2YorWNBu6KCAgSUOZDt0wAfNuV64JBpvrXPQTwDSsmN6JEeenSUpm0FGdyfe4KmESN38g-FW9EeaTWFe_gbwyw/s1600/IMG_1263.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1067" data-original-width="1600" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSgHuAoX4LNYSk82BdiWLznw1cAWqI9qxVV4a2a9Ic9djW0xuleqK5L2YorWNBu6KCAgSUOZDt0wAfNuV64JBpvrXPQTwDSsmN6JEeenSUpm0FGdyfe4KmESN38g-FW9EeaTWFe_gbwyw/s320/IMG_1263.JPG" width="320" /></a></div>
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Y sin embargo éstos no eran los caminos que se habían trazado para mí. El camino de mi éxito se suponía otro, aquél que vino de la mano de mi licenciatura en Ciencias... un éxito que quizás no deseaba pero que mantuve durante casi quince años por necesidad, porque parecía ser lo correcto, por cordura. Nunca me reconocí en el trabajo de esos quince años en la industria farmacéutica, salvo quizás cuando nos llegaban historias de pacientes que habían conseguido curarse con nuestra medicación. Esas historias esporádicas, así como las ocasiones en las que tenía oportunidad de enseñar haciendo presentaciones para los médicos, eran los únicos momentos en los que realmente sentía que hacía algo que merecía la pena.<br />
<br />
Era un camino aceptable, respetable y potencialmente perfecto... sin embargo, o era el camino equivocado para mí o yo era la persona equivocada para él. Aun así, creo que era necesario que pasara ese tiempo recorriéndolo para poder llegar a donde estoy ahora.<br />
<br />
Mi camino actual no es fácil. Tiene muchos más baches, curvas y cruces que el anterior. Me mareo mucho más, tropiezo muchísimo y me caigo un montón. No faltan los días en los que me sigo planteando si he hecho lo correcto. Me preocupo mucho por mi situación económica. Estoy constantemente ocupada y casi siempre agotada. A veces, lloro. Y cuando un paciente no mejora o cuando un alumno no aprende o cuando un personaje no cobra vida como yo lo había concebido, dudo total y dolorosamente de mis talentos.<br />
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<br />
Pero es que éste es mi camino. Y después de quince años de sentirme como si estuviera viviendo la vida de otra persona, por fin siento que soy yo. Y cada vez que un paciente mejora o cuando un alumno aprende o cuando un personaje cobra vida exactamente como lo había concebido, siento que todo tiene sentido.<br />
<br />
Quién sabe si éste es mi camino definitivo. La vida da millones de vueltas, nos pone todo patas arriba y nos obliga a recolocar todo y empezar de cero. Pero éste es mi camino, ahora. Y pase lo que pase en el futuro, ya sea seguir andando por él o empezar de nuevo por otro, sabré que he sido fiel a mi vocación, a lo que realmente soy.<br />
<br />
Y si el día que muera me enseñan lo que he hecho con mi vida y veo a un paciente que ha vivido mejor gracias a mí, a un alumno que ha aprendido algo que yo le he enseñado o a una persona que se ha emocionado, que ha reído, llorado o reflexionado con alguno de mis personajes, podré morir feliz. <br />
<br />
<br /></div>
Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-43613977279894582812018-01-30T09:13:00.002+01:002018-01-30T10:12:48.050+01:00SITIO PARA TODOS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFP6veszEwzRWZoXWIDWs_ZAHXCl3HPrv5Ok491cHeilt0k1mbJUrWgV-j-CAdIG98AV328L0QGm-JYT80EaObjy5QcRYAEpX8tLk5_BNz5dXpFJMDf2nA94_yTNbYtbR70mxRRhVbHeQ/s1600/foto.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="764" data-original-width="1600" height="152" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFP6veszEwzRWZoXWIDWs_ZAHXCl3HPrv5Ok491cHeilt0k1mbJUrWgV-j-CAdIG98AV328L0QGm-JYT80EaObjy5QcRYAEpX8tLk5_BNz5dXpFJMDf2nA94_yTNbYtbR70mxRRhVbHeQ/s320/foto.JPG" width="320" /></a></div>
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Crecí luchando por ser la mejor. En todo. La mejor estudiante, la mejor hija, la mejor amiga, la mejor trabajadora, la mejor actriz. Una mezcla de mi crianza y mi carácter hicieron que esta lucha, quizás mal entendida por mi parte, se convirtiera en un peso, en una losa que me traje a la edad adulta y que me ha acompañado todos estos años. Soy consciente de que mis hombros no llevan el peso solos. Vivimos en un mundo competitivo, en una sociedad que no solo nos anima a ser los primeros, sino que se esfuerza por hacernos creer que, si no lo somos, nuestra existencia pierde validez.<br />
<br />
Nos hemos acostumbrado tanto a vivir así, que nuestra perspectiva se ha torcido. A veces, nos cuesta alegrarnos por los logros de los demás. Nos sentimos envidiosos, nos sentimos ofendidos, y respondemos a esos venenos con la violencia silenciosa del cotilleo, de la ironía o de la indiferencia fingida.<br />
<br />
¿En qué momento se nos ha olvidado que en la vida hay sitio para todos? ¿Cuál ha sido el punto de inflexión en el que nos hemos convencido de que, si el otro triunfa, nosotros automáticamente fallaremos? Hemos entrado en una dinámica difícil de romper. Para hacerlo, debemos reeducar nuestra mente, silenciar todo el ruido superfluo que hay en ella para dejar lo esencial, la verdad, el núcleo de lo que significa ser humano.<br />
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<br />
Personalmente, me he dado cuenta de que, cuando me alegro por los logros de los demás, cuando celebro los triunfos de mis compañeros y conocidos, a mí también me suele ir mejor. Podría dar una explicación poética a esto, pero lo cierto es que tiene una muy práctica: si no invierto mi energía en preocuparme por lo que hacen los demás y en agobiarme porque <i>me estoy quedando atrás</i>, tengo galones de energía para invertir en mí, en mi trabajo, en lo que me apasiona... en resumen, en mi vida, que es lo único de lo que me tengo que preocupar. Si me ocupo de mi parcela, si la cuido y la mejoro y la hago bonita, agradable, eficaz, productiva... entonces estoy mejorando también el mundo que me rodea.<br />
<br />
Por otro lado, no hay nada que mate el trabajo más que la falta de confianza en uno mismo, el pensar que no llegamos, que no somos lo suficientemente buenos. Y muchas veces, nuestro problema con los logros de los demás es que nos sentimos excluidos, porque no nos han elegido para ser parte de ellos. Es entonces cuando nuestros sentimientos van más allá de una envidia de adulto y nos convertimos en niños buscando aprobación y afecto y sufriendo cuando sentimos que nos niegan ambas cosas.<br />
<br />
La respuesta no está solo en entender que el supuesto rechazo del otro no dice nada de nuestra valía personal. Aparte de eso, como dijo Janusz Korczak, <i>yo existo no para ser amado y admirado, sino para amar y actuar. No es obligación de nadie quererme. Es mi obligación preocuparme por el mundo, por el hombre</i>.<br />
<br />
La mejor manera de preocuparnos por el mundo y por el hombre es vivir nuestra vida, centrarnos en lo que amamos y hacerlo con diligencia y con pasión. Y es que el mayor triunfo es vivir con el alma llena de fuego - apasionados por la vida - y la mente en agua calma, sin ruido superfluo, en paz y armonía total. <br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFauCs1O6ybh5mG_PkX7iavljdpP_LQLd3K_EWb0qJEGYyP01kyCVRSP0jzMrv-DLCfKrZDe0cv8DkA_-NQEygPnwjSVxi1KWc1sgzER-JC_GPnoUURsSuZO9eBfvJRa2YOcqfTWzckgs/s1600/descarga.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="275" data-original-width="183" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFauCs1O6ybh5mG_PkX7iavljdpP_LQLd3K_EWb0qJEGYyP01kyCVRSP0jzMrv-DLCfKrZDe0cv8DkA_-NQEygPnwjSVxi1KWc1sgzER-JC_GPnoUURsSuZO9eBfvJRa2YOcqfTWzckgs/s1600/descarga.jpg" /></a></div>
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-360670842702788322017-12-31T13:28:00.001+01:002018-01-02T08:21:32.665+01:00UN BUEN AÑO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqWXrOBPf1Bzt7aHuCKkpPe_N2ElFa9o_Kc5GRjEbo6uEnHxRUOo-qVwUiAelomIYvCw0evW7LvNhyipOGldG6lQxzUutjAaymPMBUYPcI0UjBGQKqQZ80WDiWoVw6ErLALUzVmSN9poU/s1600/25995077_10155680978636140_7233027913917446546_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="540" data-original-width="960" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqWXrOBPf1Bzt7aHuCKkpPe_N2ElFa9o_Kc5GRjEbo6uEnHxRUOo-qVwUiAelomIYvCw0evW7LvNhyipOGldG6lQxzUutjAaymPMBUYPcI0UjBGQKqQZ80WDiWoVw6ErLALUzVmSN9poU/s320/25995077_10155680978636140_7233027913917446546_n.jpg" width="320" /></a></div>
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Anoche se me ocurrió ir al Cine Ideal, en pleno centro de Madrid. Podría haber elegido otro cine para un 30 de Diciembre, día en el que por alguna razón que nunca entenderé, todo Madrid ensayaba las campanadas de esta noche... un ensayo que nunca consigue que aprendamos a tomar las uvas mejor en Nochevieja... pero sí que es una estupenda excusa para salir y pasarlo bien con amigos y familiares una noche más (que no es poco).</div>
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El caso es que fui al Cine Ideal porque tenía un descuento especial y me salía más barato. Contaba con que el centro iba a estar hasta arriba de gente, pero lo que no pensé es que, a la salida del cine, tendría la Puerta del Sol cortada para las pre-campanadas y tendría que callejear para volver a casa. Y cómo me alegro de no haber contado con ello, porque eso me habría hecho elegir otro cine y perderme esa maravilla que son las callejuelas de Madrid. Especialmente de noche. Especialmente en Navidad. </div>
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Cada vez que camino por mi ciudad, me da la impresión de que la descubro por primera vez. Tengo exactamente la misma sensación que cuando viajo: esa mezcla de asombro e ilusión, esos ojos vírgenes que ven algo por primera vez y lo saborean como si fuese la última, como si estuviesen viendo la cosa más bonita del mundo. Así es como me siento cuando viajo y ésa es la razón por la que me gusta tanto hacerlo. En los últimos años, he tenido menos oportunidades de descubrir lugares nuevos porque mi negocio no me ha dejado tiempo ni dinero suficiente para viajar como solía hacerlo. Sin embargo, la maravilla de estar en un sitio nuevo, lo realmente especial del acto de viajar, no es el lugar al que vas, sino la persona en la que te conviertes cuando lo haces. </div>
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Con el tiempo - y con mucho trabajo personal - siento que me he convertido en esa persona, que soy esa mujer todos los días. No solo cuando viajo, sino también cuando la Puerta del Sol está cortada y tengo que caminar por las pequeñas calles adoquinadas de Madrid - <i>Cruz, Echegaray, Espoz y Mina</i> - con sus bares y tabernas - <i>El Buscón, Malaspina, Fatigas del Querer </i>- mirando sus luces navideñas y a la gente sentada en las terrazas a pesar del frío, comiendo, bebiendo, riendo...</div>
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Recuerdo que, hace unos años, las navidades me producían una sensación de estrés, un desasosiego relacionado con la obligación de ser felices, de estar alegres, de pasarlo bien, simplemente <i>porque es Navidad</i>. En cuanto al año nuevo, parece que siempre hay que <i>empezarlo bien</i>, <i>entrar con buen pie</i>, hacer algo especial y desear que sea bueno con nosotros. </div>
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Pero es solo cuando entendemos que somos nosotros los que tenemos que ser mejores, más amables con nosotros mismos, más generosos con los demás, relajarnos, entendernos y comprender que no hay que ser felices porque es navidad, sino vivir todo lo que nos viene (lo bueno y lo malo), transitarlo, permitirnos sentirlo... es solo entonces cuando entendemos que la vida no empieza un 1 de Enero. </div>
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Cada mañana debemos tomar una decisión sobre cómo queremos vivir. No es cosa de un día, sino una elección que hacemos cada vez que nos levantamos. Si tenemos suerte, con el tiempo y el aprendizaje, elegimos ser fuertes. Elegimos ser agradecidos. Elegimos ser felices. No solo cuando todo nos va bien (eso es lo natural y obvio), sino cuando nos rompen el corazón, cuando perdemos esa oportunidad, cuando todo falla. Esa elección es la que hace que nuestro año, sea el que sea, sea un buen año de verdad. </div>
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Por una vida llena de buenos años. Feliz 2018.</div>
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La semana pasada, <i>Hamlet</i> se representó en el Colegio Inmaculada Marillac de Madrid. El casting, los días de verano memorizando el papel - rodeada de naturaleza - en el pueblo de mi madre, los ensayos, a los que llegaba con el corazón lleno y el alma envuelta en el personaje y los días de las funciones, en los que todo lo demás perdía importancia y sólo podía pensar en subirme a ese escenario... todo ha pasado tan rápido como en un sueño.<br />
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Entender las motivaciones de Gertrudis no fue tarea fácil. Gran parte de mi trabajo sobre el personaje fue llegar a comprenderla, entender el por qué de sus decisiones y de sus acciones, para poder llegar a meterme en su piel con completa convicción. Afortunadamente, hay dos cosas importantes que me unen a ella, dos cosas más fuertes que cualquier duda que pudiera tener: el amor y la pasión.<br />
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El deseo de Gertrudis por Claudio es como una cascada imparable, como una fuerza de la naturaleza imposible de aplacar, ni con culpa, ni con lógica ni con ningún tipo de razonamiento. Ese deseo llovió sobre mí con fuerza y permití que se apoderara de mi corazón y de mi cuerpo, sin miedo y sin vacilación. Pero junto al deseo también había amor, no sólo por Claudio, sino también por su marido fallecido y - por supuesto - por su hijo; ese amor maternal que movería montañas. Gertrudis resulta ser víctima de todo ese amor, condenada a vivir dividida entre su hijo y su marido, entre el deseo y la culpa, entre la dicha y la tragedia.<br />
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Me enamoré de ella. La quise cada día un poquito más y me costó decirle adiós, aunque me doy cuenta de que no se ha ido del todo, que se va a quedar conmigo... así como lo han hecho todas sus enseñanzas. Gertrudis y yo sabemos que se puede amar a dos personas a la vez, de distintas formas, pero con la misma intensidad. También sabemos que el amor no está reñido con la traición, que nadie es completamente bueno ni completamente malo y que el amor, por muy grande, espectacular y magnífico que sea, no siempre garantiza un final feliz.<br />
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Por otro lado, del proceso de <i>Hamlet</i> he aprendido muchas otras cosas. La más importante de ellas ha sido ser consciente de la subjetividad de las críticas, de lo efímero de las opiniones ajenas. Aprender que mi proceso actoral, ése que me ha envuelto entera para convertirme en mejor actriz y en una persona más completa, no tiene nada que ver con lo que piensen los demás, ha sido el paso más grande que he dado gracias a esta producción. El actor - como cualquier artista - parece estar condenado a vivir en el ojo ajeno. Por definición, trabajamos para el público y, al hacerlo, le damos tantísimo poder que corremos el riesgo de olvidar la razón real por la que hacemos lo que hacemos. Esta producción me ha recordado que me dedico al teatro porque no puedo no hacerlo, porque corre por mis venas igual que mi sangre, porque recorre mis pulmones como el aire que respiro, porque me hace mejor persona, porque lo necesito para ser yo.<br />
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Isabel Allende dijo una vez: <i>¿Por qué escribo? Porque estoy llena de historias que me exigen ser contadas, porque las palabras me sofocan, porque me gusta y lo necesito, porque si no escribo se me seca el alma y me muero.</i> Así es como me siento yo con respecto al teatro. Y esta producción me ha hecho recordar y afianzar esta realidad de una vez por todas.<br />
<br />
Porque es mi lenguaje. Porque sin él respiro peor. Porque me permite perderme y encontrarme todos los días. Porque exorciza mis demonios. Y porque si el día que me muera mi vida pasa por delante de mis ojos, quiero verme sobre un escenario... que es mi sitio, siempre.<br />
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Hace más de diez años, hice un casting para <i>Mucho Ruido y Pocas Nueces</i>. La obra era de The Madrid Players (<a href="http://www.madridplayers.org/">www.madridplayers.org</a>), con quienes he hecho muchas otras cosas desde entonces, pero a quienes en aquella época aún no conocía. Asistí al casting y conseguí el papel que quería, el de <i>Beatriz</i>. La felicidad inicial por poder interpretar el papel de mi vida fue sustituida rápidamente por preocupación. Había muchas cosas de la producción que me preocupaban, cosas que no podía controlar, que estaban fuera de mis manos pero que comían terreno a la alegría de hacer lo que amo. Ahora, cuando miro atrás y recuerdo aquella experiencia, me arrepiento de cada segundo que pasé dudando, preocupándome, sufriendo... en lugar de disfrutando ese regalo.<br />
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Lo cierto es que, como actriz, no tengo demasiadas oportunidades de interpretar papeles protagonistas. Mi físico, en muchos casos, no me hace la candidata ideal para la mayoría de los papeles con los que solemos soñar todas las actrices. Incluso cuando era una jovencita, no daba el perfil de protagonistas dulces e inocentes como <i>Ofelia</i>, <i>Julieta</i>, etc. Además, mi altura hace que sea muy difícil emparejarme con un actor en escena (no hay tantos que sean igual o más altos que yo). Por lo tanto, en la gran mayoría de los casos, he sido la actriz secundaria, el papel que da apoyo al de los protagonistas. Esto no quiere decir que mis papeles no hayan sido buenos: he tenido la suerte de interpretar auténticas golosinas... pero conseguir un papel como el de <i>Beatriz </i>en aquella producción de <i>Mucho Ruido y Pocas Nueces</i> era como un sueño imposible que, de pronto, se hacía realidad.<br />
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A veces, damos tanta importancia, tanta trascendencia a los sueños hechos realidad, que perdemos la perspectiva y nos olvidamos del por qué de lo que hacemos y de lo que realmente importa. Yo di tanta importancia a ese papel protagonista que arruiné mi propia experiencia. De tanto querer vivir mi sueño a tope, acabé convirtiéndolo en pesadilla.<br />
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En estos días, en los que me enfrento a un nuevo reto actoral, me he estado acordando mucho de aquella <i>Beatriz</i> que interpreté hace años. Ahora estoy trabajando un papel que, sin ser protagonista, es una auténtica joya. Es muy tentador para mi mente controladora encaminarse de nuevo hacia la preocupación, desesperar por las imperfecciones y lamentarse por la posible pérdida de la oportunidad de bordar este papel hasta ensombrecer la experiencia, tal y como hice más de diez años atrás.<br />
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Pero han pasado diez años, muchos papeles y mucho trabajo (profesional y personal). Ahora entiendo que la experiencia vital de nuestro trabajo artístico es precisamente lo que lo hace valioso... y no solo eso, sino que lo engrandece hasta límites que ni nuestra mente controladora ha podido imaginar.<br />
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Y, por si en algún momento se me olvida todo esto, <i>Beatriz</i> sigue aquí para recordármelo.<br />
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<i>(Hamlet se representará del 21 al 25 de Noviembre en el Colegio La Inmaculada Marillac de Madrid)</i></div>
Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-89209290084836938892017-09-30T21:32:00.000+02:002017-09-30T21:32:50.813+02:00ENTRE EL DESEO Y LA SOLEDAD<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Estoy interpretando a la <i>Reina Gertrudis</i> en <i>Hamlet*</i>. Es un trabajo que me hace muchísima ilusión. Lo cierto es que siempre me ilusiono mucho con todo lo que hago en el teatro, pero este personaje en particular es como un regalito, como una golosina interpretativa que ha caído en mis manos y que estoy disfrutando a tope.<br />
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Por otro lado, y como siempre, el teatro está haciendo las veces de espejo, enfrentándome a mi realidad y a mi propia alma de manera rápida, efectiva y - a veces - casi despiadada. <i>Gertrudis</i>, como yo, vive en algún lugar entre la pasión y el miedo, en esa fina línea que separa el deseo de esa completa y total soledad que sentimos cuando nos damos cuenta de que no nos han querido, de que nos han traicionado, de que no hemos sido merecedores del respeto del otro.<br />
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Cuando la soledad se convierte en compañera permanente durante tanto tiempo, una aprende a vivir con ella. No es conformismo. Ni siquiera es supervivencia. Es, simplemente, que una construye su vida alrededor de esa soledad... al principio, con cuidado, en silencio, como para no molestarla demasiado. Después, a voz en grito, con fiereza, reivindicando la soledad como forma de vida. Y lo es. Una forma de vida válida, digna y la mayor parte del tiempo, muy placentera. Pero eso no significa que no venga con un precio.<br />
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El precio lo pagas todos los días, de una u otra forma. A cambio - si juegas bien tus cartas - ganas espacio, independencia, tiempo para conocerte y quererte, tiempo para cultivarte... y libertad. Y poco a poco, creas tu propio jardín de vida y, casi sin querer, te enamoras de él... hasta tal punto, que ya ni puedes imaginarte a nadie entrando en él y compartiéndolo contigo.<br />
<br />
Insisto: pagas el precio. A veces con gusto y otras con lágrimas. Ésa es la verdad. Y resulta que lo haces tan bien que todo el mundo - incluída tu misma - se cree que realmente no necesitas a nadie. Es una noción ridícula, porque todos necesitamos contacto humano. Quizás nunca me haya convencido el concepto de pareja tal y como está planteado en nuestra sociedad, pero eso no significa que no necesite intimidad, cariño y contacto físico, al igual que el resto de los seres vivos.<br />
<br />
Esa necesidad me ha hecho permitir que otras personas me saquen de mi eje más de una vez. He permitido y aguantado cosas que, contadas por una amiga u otro ser querido, me habrían hecho querer sacudir sus hombros con violencia y darle una buena hostia para hacer que reaccionara. Cada error que he cometido me ha enseñado algo. Ahora, tras mucho camino andado, la persona que soy hoy sigue recordando esos errores. Los errores me han fortalecido... quizás me hayan endurecido algo más de lo que me gustaría, pero me han hecho firme como una roca. Por eso, si es necesario, seguiré pagando el precio de la soledad. Puede ser que no me guste, pero tengo la certeza de que es preferible a la pérdida de mi paz interior, de mi dignidad y de todo lo que he construido en estos años de aprendizaje y autoconocimiento.<br />
<br />
La vida siempre ha sido generosa conmigo y tengo la certeza de que lo seguirá siendo... aunque no siempre me convenzan sus derroteros sé que, si se lo permito, me llevará por el camino perfecto. El lugar es aquí, el momento es ahora.<br />
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<i>(* </i>Hamlet<i> estará en escena del 21 al 25 de Noviembre de 2017, producida por </i><a href="http://www.englishtheatremadrid.com/" style="font-style: italic;">English Theatre Madrid</a><i>. Visita la página web de la compañía para más información)</i></div>
Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-11776077824336615622017-08-30T08:49:00.000+02:002017-08-30T08:49:56.633+02:00TODOS LOS MONSTRUOS SON IGUALES<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUEGsgkoX25TLezfXXLN8EcWGiubyJwzHsKhm8PbC9SpUb9mdFV75iyzao34Iivn9KoB7QcPTlLsyQIXk2RahcgTqAY0bjm_VeqyEuaUSRa1ziiqRQ1KWo0qI-IgbmtGm9EUq4LNlIe9s/s1600/20376198_10155284829166140_7548631970555910464_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUEGsgkoX25TLezfXXLN8EcWGiubyJwzHsKhm8PbC9SpUb9mdFV75iyzao34Iivn9KoB7QcPTlLsyQIXk2RahcgTqAY0bjm_VeqyEuaUSRa1ziiqRQ1KWo0qI-IgbmtGm9EUq4LNlIe9s/s320/20376198_10155284829166140_7548631970555910464_n.jpg" width="320" /></a></div>
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Hace algunas semanas, mientras tomábamos un delicioso <i>brunch</i> en <a href="http://www.rayenvegan.com/">Rayén Vegano</a>, mi amiga Molly y yo estuvimos hablando sobre el amor, la pasión y los cambios en nuestra perspectiva sobre la vida a medida que vamos cumpliendo años. Desde aquel día, no he podido dejar de pensar en el tema. Entre otras cosas, porque no puedo dejar de comparar mi <i>yo </i>de hoy con el de hace unos años. A veces, cambiamos muy poco a lo largo de toda una década y, sin embargo, en relativamente poco tiempo podemos cambiar de forma radical: un único acontecimiento detonante o, simplemente, las experiencias de nuestro día a día, nos hacen mudar piel casi sin darnos cuenta y nos convierten en personas distintas a las que fuimos. Lo ideal es que seamos mejores, que nos convirtamos en una versión más completa, más madura, más fuerte, de nosotros mismos.<br />
<br />
En mi caso, estoy segura de que así ha sido. Los acontecimientos de los últimos años me han hecho fuerte y me considero una persona mucho más estable y completa de lo que fui. Sin embargo, hay días en los que echo de menos la espontaneidad con la que vivía el amor. Era intrépida, lo vivía sin ningún miedo, con la certeza de que cualquier fracaso y todo el dolor siempre serían preferibles a no haberlo intentado jamás.<br />
<br />
Pero somos seres con instinto de supervivencia y todos tenemos un límite. Tras muchos golpes, hay uno que nos hace cruzar la línea, que nos lleva al otro lado, al de la precaución. Nos volvemos comedidos, recelosos y desconfiados. A veces es muy difícil mantener un equilibrio entre no lanzarnos a la locura de cabeza y sin red y, al mismo tiempo, no establecer nuestra guarida en el miedo. Y una vez que empezamos a convivir con el monstruo del miedo, es muy difícil escapar.<br />
<br />
Y es que el miedo es muy cómodo. Cuando vivimos con miedo, no nos sentimos obligados a hacer cosas que nos pueden hacer daño, no sentimos el impulso de arriesgarnos... y si lo sentimos, lo matamos de inmediato. Es más fácil vivir en la seguridad y evitar ciertas cosas, por si el cuento no acaba bien. Y con cada cosa que dejamos de hacer, alimentamos un poco más al monstruo.<br />
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El caso es que nuestra pasión, nuestro deseo sexual, nuestra necesidad de contacto físico, de cariño, de todo lo que atañe a las relaciones afectivas... todas estas cosas también son monstruos (monstruos buenos, pero monstruos al fin y al cabo) y todos los monstruos son iguales. Se hacen fuertes cuando los alimentamos y se quedan dormidos cuando los ignoramos. Para despertarlos, no hace falta más que darles un toque de atención, un pequeño alimento: un beso inesperado, una sonrisa, unas palabras al oído... y el monstruo está de vuelta y en lucha con nuestro miedo. De nosotros depende decidir quién gana.<br />
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Supongo que se trata de tener las suficientes ganas de vivir al máximo como para no permitir que el monstruo del miedo gane. Cada día algo nos recuerda que la vida es corta e impredecible y que el mayor pecado, como dice El Talmud, es el de no disfrutar cuando tenemos la oportunidad de hacerlo.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-83805191948920916872017-07-31T08:28:00.000+02:002017-08-23T09:36:21.841+02:00MI RETIRO ESPIRITUAL<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwCKP4p1oHgi66ULMPlN0LsALx6KyG3xb_13GALJL-QqEOn0iHBXUgbZKTCm0GeuQnegbbt26mz1fhqgm6NoPoDjF8MpXwchTzfuMQtAXMIgtoLAqGz8LSKtP17dDNghLQh7ULTVbG-qs/s1600/6359332165465127071523829985_Stress+picture.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="515" data-original-width="730" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwCKP4p1oHgi66ULMPlN0LsALx6KyG3xb_13GALJL-QqEOn0iHBXUgbZKTCm0GeuQnegbbt26mz1fhqgm6NoPoDjF8MpXwchTzfuMQtAXMIgtoLAqGz8LSKtP17dDNghLQh7ULTVbG-qs/s320/6359332165465127071523829985_Stress+picture.jpg" width="320" /></a></div>
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A principios de mes, andaba haciendo gestiones en la Agencia Tributaria. En verano, como casi todos los autónomos, me toca recolocar, sopesar mi actividad, darme de baja si es necesario, pedir cita y corretear por Madrid como pollo sin cabeza... porque por lo visto Hacienda somos todos. O no.<br />
<br />
Mi relación <i>odio-terror</i> con Hacienda es una de las partes negativas de mi experiencia como autónoma. Aun con todo, si pongo todo lo bueno y lo malo de estos años trabajando por cuenta propia en una balanza con todo lo bueno y lo malo de mi anterior trabajo corporativo, siempre salgo ganando. Pero si tuviera que nombrar una sola cosa que consigue hacerme cruzar la fina línea que hay entre el estrés normal del trabajador autónomo y la desesperación absoluta, son las gestiones administrativas (y sí, eso incluye los robos a mano armada que son los impuestos trimestrales).<br />
<br />
En fin, os cuento todo esto para que entendáis hasta qué punto estaba yo tirándome de los pelos esa bonita mañana del 4 de Julio. Salí de mi casa a las 9 de la mañana y no volví hasta las 2 de la tarde. En una mañana fui dos veces a Hacienda y dos veces a la Seguridad Social, me peleé con tres funcionarios y me puse a llorar (literalmente) cuando me acordé de que la línea 5 está cortada y tendría que andar tres manzanas hasta la otra boca de metro para coger la 9. Cuando llegué a casa me encontraba mal. ¿Cómo no? El estrés había sido descomunal. Así que cuando empecé a sentir dolor abdominal, lo achaqué a eso: demasiado estrés... a lo mejor se me está adelantando la regla... o serán gases... en cuanto me tranquilice se pasa.<br />
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Pero no se pasó, sino que fue a peor. Hasta el punto de que no podía andar recta. Aun así, esperé. Tenía pacientes por la tarde y una clase a la que me había apuntado y a la que no podía faltar. Pero cuando me entró frío y me tuve que poner un jersey y taparme con el edredón en una temperatura de 40ºC, no pude negar que algo no iba bien. Me puse el termómetro: 39ºC. Era hora de ir a urgencias.<br />
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Me considero una persona consciente. Soy consciente de la fragilidad del ser humano, de nuestra mortalidad, de cuan vulnerables somos. Nunca lo olvido, especialmente desde el fallecimiento de mi padre. Sin embargo, pienso que a un nivel subconsciente, sin darnos cuenta siquiera, todos pensamos que <i>nunca nos va a tocar</i>. Es como si pensáramos que somos invencibles, que estamos protegidos por una armadura impenetrable gracias a la cual las cosas que les pasan a los demás nunca nos van a pasar a nosotros. En cierta manera, debe ser así. No se puede estar pensando todo el tiempo que nos va a pasar algo. Eso no es vivir, es meramente existir en el miedo.<br />
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El caso es que cuando nos pasa algo, siempre nos pilla desprevenidos. Nos quedamos un poco en <i>shock</i>, como si fuera imposible que nos estén diciendo de verdad que nos tienen que ingresar en el hospital para tratar nuestra diverticulitis. Qué surrealista. Pero a veces estas cosas pasan. Y hacer de ellas una experiencia lo menos traumática y lo más positiva posible depende de nosotros.<br />
<br />
Estuve en el hospital, sin poder comer ni beber nada, enganchada a suero y a antibióticos por vía intravenosa, durante seis días. He bautizado esos días como <i>mi retiro espiritual</i>. Entre otras cosas, porque me hicieron parar de una vez, dejar de correr por la vida como pollo sin cabeza, y plantearme mis actitudes y mis objetivos de manera totalmente distinta. Porque cuando te dicen que lo que te pasa te ha ocurrido por un exceso de estrés, comienzas a rememorar el año que has tenido. Piensas en el trabajo, en las preocupaciones económicas, en correr de una punta de la ciudad a otra para mantener siete trabajos a la vez, en la búsqueda del 150% de perfección en<b> todo</b> (consulta, enseñanza, trabajo escénico), en la falta de horas de sueño, en las comidas a deshora, en esos días de descanso inexistentes desde hace varios años... y entiendes que esto es un aviso y que se te está dando la oportunidad de rectificar. Una diverticulitis es fastidiosa, pero se resuelve. Hay otras cosas mucho peores: deja de invitarlas a presentarse en tu vida. Recapacita. Respira. Reinicia.<br />
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<br />
Tras <i>mi retiro espiritual</i>, viene lo complicado: encontrar ese equilibrio entre seguir ganándome la vida, seguir haciendo cosas que amo y, a la vez, vivir en la tranquilidad y en la salud. Ya he empezado a dar los primeros pasos: he comenzado por decir NO a varios proyectos para el otoño. También cierro la consulta durante la primera quincena de Agosto (cosa que no he hecho desde que abrí hace más de dos años). Y ya no duermo menos de siete horas ninguna noche, aunque deje cosas sin hacer: y es que no hay casi nada que, estando pendiente esta noche, no pueda esperar a mañana.<br />
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No está mal para empezar. Mi reto ahora es seguir acordándome de las enseñanzas que me ha aportado <i>mi retiro espiritual</i>. Aun cuando ya quede lejos de mi presente. Aun cuando se convierta, simplemente, en otro recuerdo más de vida para contar.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-61065634904015784062017-06-30T15:00:00.001+02:002017-06-30T15:07:59.034+02:00DE DONDE VIENE LA PASIÓN<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKm0PelBC-9uaDiLgED_ETDuZczzOaidUDOHehc8JvrZMTahgHEXqGis5uIL3xVrpo4ajmJLpvITj0OSK3MnTWpU8rbamMPZGONVOFkm9m-qmiNtZeJyEfPjsM2kEQQSxoiAlHOjRtV8g/s1600/20120921-192010.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="641" height="148" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKm0PelBC-9uaDiLgED_ETDuZczzOaidUDOHehc8JvrZMTahgHEXqGis5uIL3xVrpo4ajmJLpvITj0OSK3MnTWpU8rbamMPZGONVOFkm9m-qmiNtZeJyEfPjsM2kEQQSxoiAlHOjRtV8g/s320/20120921-192010.jpg" width="320" /></a></div>
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Solía pensar que el amor y la pasión eran dos cosas distintas, enraizadas en lugares diferentes, corriendo por nuestras venas en paralelo, pero surgiendo de distintas fuentes. Mis vivencias de los últimos meses me hacen pensar lo contrario: que el amor y la pasión surgen de lo mismo, que son como dos gemelos que nacen del mismo lugar, de la boca de la vida, de ese sitio en el que nos dejamos ir y nos entregamos por completo, para poder encontrarnos con nuestro verdadero yo.<br />
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Isabel Allende dijo que el mejor afrodisíaco es el amor. Yo encuentro que, cuantos más años cumplo, cuantas más experiencias de vida tengo y cuanto más conozco la naturaleza humana y, sobre todo, la mía propia, más de acuerdo estoy con lo que dice. Mis pasiones (tanto por las personas como por otros aspectos de mi vida) son cada vez más fuertes y exigen todo mi tiempo y mi energía, mis pensamientos, mis sentimientos, mi alma, lo mejor de mi ser. Los objetos de mi pasión y mi afecto también han cambiado. Ahora, dedico tiempo a los que me aman y a las vivencias que me llenan el corazón. Me resulta raro haber dedicado tan siquiera un minuto de mi existencia a llorar por alguien que me dañaba... aunque en mi juventud dediqué horas, días, semanas, incluso años - además de infinitos pensamientos y otras tantas lágrimas - a personas que hacían justo eso.<br />
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Pero a día de hoy, lo que me atrae de aquellos que me rodean es su bondad, su generosidad, la pureza de sus corazones. Ahora no tengo paciencia para dobles fondos ni corazones manchados de negro. No deseo permitir la entrada de almas envenenadas al santuario preciado de mi existencia... ni muchísimo menos exponer sus entresijos, sus vulnerabilidades y su pureza a personas que no lo merecen.<br />
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Para mi sorpresa, me encuentro deseando a personas que jamás imaginé. Mi pasión viene del mismo lugar que mi amor. Deseo a personas a las que amo, a las que se abren hueco en mi vida mostrando su verdadero yo, a las que me muestran que me respetan con sus palabras, pero sobre todo con sus actos. Antes, me cegaba el brillo externo de la gente. Ahora, me enamoro de sus almas, independientemente de su físico, de su género o de cualquiera de sus circunstancias.<br />
<br />
En estos días en los que el mundo celebra el amor libre, sin trabas, sin tapujos y sin prohibiciones, deseo que todos aprendamos a querer más... a amar mucho a los demás, pero sobre todo, a amar tanto nuestras propias vidas, que solo permitamos que entren en ellas aquellos que las mejoran.<br />
Feliz amor, feliz vida, feliz libertad.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-52132646654503026702017-05-26T10:10:00.004+02:002017-05-29T10:36:19.604+02:00LÁNZALO Y SUELTA<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Vivimos en una sociedad competitiva. Desde pequeños, nos enseñan a ganar, a intentar ser <i>el número 1</i>, el campeón, el mejor. Añade a eso el factor de la educación y el de la personalidad de cada uno y podemos llegar a tener la receta perfecta para el sufrimiento. En mi caso, crecí pensando que cualquier cosa distinta a ser la primera, la mejor, la que más alto llega, no merecía la pena. No aprendí a hacer las cosas por el mero placer de hacerlas, sino para conseguir una meta: para ser, no sólo productiva, sino excelente. He tenido que ir desprogramando mi mente, reaprendiendo las cosas y aprendiendo a hacer para disfrutar, a no pensar tanto en el resultado, a vivir el camino y el aprendizaje como único objetivo. No lo he conseguido del todo: es un trabajo en progreso y lo sigo realizando cada día.<br />
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Dicen que la única persona a la que tienes que intentar superar es a ti mismo. Yo iría más allá: aparte de no pensar en superar a otras personas, tendríamos que aprender a permitirnos fallar más a menudo, a no ser siempre, necesariamente, mejores que el día anterior. Por supuesto que debemos intentarlo, pero creo que hay muchos corazones dañados por no conseguir estar siempre al 100%. Me viene a la cabeza uno de los<i> Cuatro Acuerdos</i> toltecas: <i>hazlo siempre lo mejor que puedas</i>. Es posible que lo mejor que puedes en este momento no sea un 100%. Quizás hoy, porque estás cansado, porque estás triste o enfermo o simplemente tu energía no está al máximo, solamente puedas llegar a un 70% o incluso menos. ¿Cuánta rabia, tristeza y frustración podríamos ahorrarnos si aceptáramos esto en lugar de luchar contra ello?<br />
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Personalmente, paso por fases durante las cuales sufro de algo a lo que llamo <i>el síndrome de la actriz secundaria</i>. Son temporadas en las que me siento continuamente como si estuviera un peldaño por debajo de otras personas, como si no fuera la protagonista de nada, por el simple hecho de no ser excelente en nada. Durante esas fases, siento que hago muchísimas cosas y que las hago bien... sólo que no lo suficientemente bien como para ser la mejor. No sé si esto, visto desde fuera, suena a preocupación narcisista o a tontería más apta para una adolescente que para una mujer de casi cuarenta años, pero es la verdad. Durante las temporadas en las que me siento así, me veo como la <i>secundaria</i> de todo: no soy ni la mejor actriz, ni la mejor directora, ni la mejor profesora. ni la mejor terapeuta. Y me toca sufrir por ello en silencio, hasta que se me pasa.<br />
<br />
Durante mucho tiempo, he intentado quitarme esas ideas de la cabeza: convencerme de que sí puedo ser la mejor, de que mi trabajo es excelente. Para ello, he buscado afirmación (erróneamente) fuera de mí, en los demás, en sus comentarios y miradas y opiniones. De lo que no me daba cuenta es de que lo estaba enfocando desde una perspectiva completamente equivocada. Porque es muy posible que, simplemente, no sea la mejor en nada de lo que hago. De hecho, ¿quién lo es? ¿Quién decide quién es el mejor? Es algo tan subjetivo como variable. Pero es que hay una pregunta mucho más importante que ésa: ¿<b>qué importa</b> si soy la mejor o no? ¿A quién le importa? ¿A los demás? Y si es así, ¿qué significado tiene su opinión en mi vida? Y es que la pregunta no es si eres el mejor en algo; la pregunta es si eso es lo que da valor a tu trabajo.<br />
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En las últimas semanas he entendido al fin algo crucial: el valor de mi trabajo está en el propio trabajo, no en la calidad del resultado. Por supuesto que todos queremos hacerlo lo mejor posible; eso es lo que nos hace trabajar con pasión, con ganas, dando lo mejor de nosotros mismos. Pero he aquí el <i>quid</i> de la cuestión: una vez que realizas ese trabajo, con toda esa pasión y ganas y todo lo mejor de ti, debes lanzarlo al mundo Y SOLTAR. Ya está. Está hecho. Lo has vivido con todo tu ser y lo has regalado al universo. Enhorabuena, porque hacer las cosas dándolo todo requiere coraje y esfuerzo y amor. Eso - y no el resultado - es lo que te hace excelente.<br />
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Así que lánzalo al universo y suelta. Déjalo ir todo: las comparaciones, el miedo a la crítica, el miedo al rechazo, las frustraciones, todo. Nada importa, mas que el esplendoroso, palpitante y perfecto regalo que acabas de hacerte a ti mismo y al mundo. Felicidades y que lo disfrutes.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-54468918553930064952017-04-30T21:46:00.001+02:002017-05-02T19:06:04.605+02:00EL CAMINO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLKyecuH_H29cgUr5lmkfyOU4iecQBXhhA2B5w1LK43EKkbPB0S7RnWlzb5CV3BRA3yyBHaIDS5E46I6887_LFtfr5l47qjSo7q48NhNgpmoEQhpINM71nkZTGUPT1IHibbrbr23I7Yyc/s1600/IMG_20170430_202110.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLKyecuH_H29cgUr5lmkfyOU4iecQBXhhA2B5w1LK43EKkbPB0S7RnWlzb5CV3BRA3yyBHaIDS5E46I6887_LFtfr5l47qjSo7q48NhNgpmoEQhpINM71nkZTGUPT1IHibbrbr23I7Yyc/s320/IMG_20170430_202110.jpg" width="320" /></a></div>
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Cada mes, me siento a escribir un <i>post</i> en este <i>blog</i>. Lo hago pase lo que pase, aunque esté agotada, aunque no tenga tiempo, aunque mi cabeza y mi cuerpo no den para más. En parte, es porque creo que tener un <i>blog</i> implica un grado de responsabilidad: hay que mantenerlo y cuidarlo; si no, no tiene sentido tenerlo. Pero la otra razón es que necesito estos momentos en los que me siento a escribir y mis pensamientos se ordenan, mis emociones se calman y pongo en perspectiva aquellas cosas que me han estado agobiando o preocupando.<br />
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En estas semanas, he estado inmersa de manera total, casi obsesiva, en mi actual producción teatral, <i>Un Tranvía Llamado Deseo</i>. Una de las cosas más maravillosas y terribles del teatro es que, cuando vemos el producto acabado sobre el escenario, no vemos nada de lo que pasa o ha pasado detrás: ni problemas técnicos, ni altercados entre bambalinas, ni desacuerdos, ni luchas por obtener derechos de representación o espacios donde actuar, ni un largo etcétera de cosas que ocurren desde el mismo momento en el que un proyecto se comienza a gestar hasta el momento del aplauso del público. Es la maquinaria, el sudor, el equivalente a la sala de calderas de los grandes barcos antiguos, donde cientos de hombres echaban carbón sin descanso a las calderas para que todo siguiera funcionando, mientras arriba la gente bebía, bailaba y disfrutaba sin tener ni idea de lo que estaba pasando bajo sus pies.<br />
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Las artes escénicas son duras. Lo son en todas sus facetas. El trabajo de un actor, cuando está bien hecho, es difícil. El de un director, si quiere crear el marco perfecto para que sus actores den lo mejor de sí mismos, es más difícil todavía. Un director debe tener lo que mi padre solía llamar <i>una mano de hierro con guante de seda</i>: es decir, debe ser estricto y específico en su trabajo con los actores, pero también debe saber lo importante que es apoyar, elogiar cuando es merecido y cuidar de ellos de todas las maneras posibles. Puesto que el actor es vulnerable, se expone en todos los sentidos y se desnuda de artificios y máscaras, es responsabilidad del director tenderle la mano durante el camino.<br />
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Como soy actriz, y he estado <i>en el otro lado</i>, comprendo bien cada mirada de mis actores, cada gesto que les delata sin querer, cada pequeña indicación casi escondida de que no están a gusto, de que algo les preocupa, de que se sienten juzgados, incómodos o asustados. Y como, además, tengo la ventaja de trabajar con la energía de manera regular en consulta, suelo ver más allá de las corazas y los escudos protectores de la gente que me rodea. Todo esto, por supuesto, no significa que nunca me equivoque. Me equivoco, y mucho. Pero sí que creo que estos factores me dan cierta ventaja a la hora de arreglar los problemas que puedan ir surgiendo. Tampoco quiere decir que yo misma no tenga también miedo, desconfianza, vulnerabilidad y corazas. Las presiones a las que se ve sometido un director no son las mismas que las de los actores, pero están ahí, existen... y creedme cuando os digo que pesan mucho.<br />
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Como peso añadido, el trabajo del director está lleno de soledad. El director no es parte del elenco y no es amigo de nadie, al menos dentro del contexto de la obra de teatro que tiene entre manos. No es una cuestión de enemistad. Simplemente, tiene que ser así para que el trabajo funcione. Yo lo tengo más que aceptado y no me importa... pero eso no significa que la soledad, en ocasiones, no siga pesando.<br />
<br />
A la hora de la verdad, en el teatro, como en la vida, tenemos que avanzar con las fichas que tenemos. Aunque a veces el camino se haga duro, aunque nuestro equipaje pese... y aunque parezca que la línea de meta está cada vez más lejos, como si la movieran en cuanto nos acercamos a ella. Porque lo que de verdad importa, lo que nunca nos pueden quitar ni las críticas, ni las presiones ni los problemas, es la certeza de que estamos en el camino correcto para nosotros. Mientras esa verdad esté ahí, todo lo demás siempre tendrá sentido. <br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-68591883301772824542017-03-27T12:19:00.002+02:002017-03-28T00:07:10.946+02:00ES PURO TEATRO<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5w0lPMYTOGPjotrrytmCk1zPY46vY8fWZydpu6Pzk8k8wkNIYb09dIJfJaVEDoG4Do4gblCQ0nhNY-VGgH7joSNrksmgLXG4Zzh-2y59aDDklVPnfDyB9Ml64ZrNjNLPlKM0dQJ6o0Eo/s1600/ASNDBUENO.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="226" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5w0lPMYTOGPjotrrytmCk1zPY46vY8fWZydpu6Pzk8k8wkNIYb09dIJfJaVEDoG4Do4gblCQ0nhNY-VGgH7joSNrksmgLXG4Zzh-2y59aDDklVPnfDyB9Ml64ZrNjNLPlKM0dQJ6o0Eo/s320/ASNDBUENO.jpg" width="320" /></a></div>
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Hoy es el Día Mundial del Teatro y, como casi todos los años, lo recibo inmersa en una nueva producción teatral. Desde que comencé a dedicarme en serio al teatro, han sido poquísimas las ocasiones en las que no me he encontrado con el 27 de Marzo sin tener algún proyecto entre manos... me atrevería a decir que sólo me ha pasado una vez, cuando dejé mi trabajo corporativo para montar mi negocio, cosa que no me dejó tiempo para involucrarme en nada más ese año.<br />
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Es difícil para mí explicar, o incluso entender, el poder que tiene el teatro en mi vida, lo importante que es para mi existencia, las emociones que mueve, lo mucho que me ancla y me sacude a la vez. A veces me quedo pensando en lo curioso que es este oficio, en lo raro que le parecería a un ser de otro planeta llegar aquí y ver a decenas de personas sentadas en filas de butacas, completamente quietas, observando algo que ocurre en un escenario. El teatro es entretenimiento, pero también es comunicación, catarsis, magia, chamanismo, vida. Cuando un dramaturgo pone lápiz sobre papel para contar una historia, cuando un director la interpreta para ponerla en escena, cuando un actor la vive, transitando sus propios sentimientos y vivencias y lanzándolos al público como flores, como ráfagas de viento, como bofetadas de realidad... están abriendo canales, moviendo energía, sacando penas, resolviendo dudas, celebrando la vida.<br />
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Amo mucho mi trabajo como terapeuta, estoy completamente entregada a mis pacientes, a mis alumnos, a mi oficio de sanar. Sin embargo, el teatro nunca ha perdido su sitio en mi realidad. Cuando me dedicaba a algo que no me gustaba, funcionaba como vía de escape, como una manera de encontrar la felicidad fuera de mi horario de trabajo. Pero también ahora, y aun dedicándome a algo que amo con todas mis fuerzas, sigue siendo especial e irremplazable. Ésa es mi realidad. Y entiendo que no todo el mundo la comprenda... creo que es privilegio de unos pocos tener algo que nos haga sentir tanto. Para los que lo amamos, el teatro no es un oficio, sino un lugar. Un lugar de creación de sueños y de destrucción de traumas, un patio seguro en el que jugar y - al mismo tiempo - una montaña rusa en la que dar rienda suelta a nuestras obsesiones, deseos y pasiones. No siempre es agradable: a veces es duro, muy duro. Y como nos importa, lo sufrimos. Y cuando los traumas y las penas y las obsesiones salen a la superficie, duelen. Y tenemos que hacernos con ellas y arrancarlas del alma y lanzarlas al universo desde un escenario para quedar en paz.<br />
<br />
A veces me pregunto por qué no puedo estar sin teatro; a veces no entiendo por qué nada me hace sentir igual de viva, por qué no puedo dejar de pensar en ello, por qué ha sido la semilla, el núcleo, el corazón de mi existencia desde que tenía trece años y pisé por primera vez un escenario. Y quizás nunca sea capaz de explicarlo con palabras. Mi única manera de expresarlo es con mi trabajo. Cada palabra que digo en el escenario, cada movimiento que hace un actor bajo mi dirección, es un acto de amor hacia mi oficio. Y es que a veces, las palabras sobran.<br />
<br />
Feliz Día Mundial del Teatro a todos.<br />
<br />
<i>(Nota: "Un Tranvía Llamado Deseo" se representará bajo mi dirección, en versión original, del 1 al 4 de Junio en el Teatro Tribueñe - para más información, echa un vistazo al poster al principio de este post)</i><br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-89567971085351628102017-02-28T13:23:00.002+01:002017-02-28T13:29:20.876+01:00NIÑOS CON HIPOTECAS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Llevo algunos meses - desde el comienzo del año escolar - inmersa en el enriquecedor, complicado, maravilloso y terrible mundo de la enseñanza infantil. En mi trabajo con los niños, he encontrado una vocación oculta que nunca había pensado que podía tener. A pesar de las dificultades con las que me tropiezo cada día, los retos individuales de cada niño y los generales de una persona que no ha estudiado pedagogía pero intenta cada día ser mejor educadora y mejor modelo a seguir para esos seres diminutos, este mundillo se ha convertido rápidamente en una de mis pasiones.<br />
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Lo que ocurre con esta historia de amor es que el período de luna de miel y el de la desilusión y el hastío no han ido uno detrás de otro, sino que ocurren a la vez: paso de uno a otro varias veces al día y a veces lo siento todo junto y me dan ganas de llorar y de reír al mismo tiempo. No es que me esté volviendo loca (o al menos no lo creo); es simplemente que mi trabajo se ha convertido en una montaña rusa que me puede hundir en el agobio más absoluto a las 4 de la tarde y llenarme de orgullo y felicidad a las 6 del mismo día. Y más me vale no bajar la guardia, porque a las 8 todo se puede volver a hundir en el abismo de la frustración y el agotamiento total.</div>
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A veces me siento a reflexionar sobre las actitudes y las reacciones de los pequeños. Ellos aún no han aprendido a filtrar sus emociones, no entienden de estar en público, de tener que mantener la compostura, de callarse las cosas porque no proceden, o porque no es conveniente que nadie las sepa. Esto les convierte en jueces brutales de todo, incluidos sus profesores. Un adulto puede aburrirse en tu clase de inglés y callárselo con una media sonrisa, quizás guardárselo para más tarde, hablar contigo en privado en una esquina y decirte diplomáticamente que en su opinión éste no es el mejor método de enseñanza para él. Un niño te mira a los ojos y te dice: <i>Esto es muy aburrido y no quiero hacerlo. ¿Podemos hacer algo más diver?</i></div>
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En ocasiones me quedo pensando que envidio esa libertad de la infancia de decir las cosas sin filtro... y que realmente no importe, porque eres un niño y esa brutal sinceridad se te disculpa. La otra cara de la moneda son las pataletas, las rabietas descontroladas de algunos de los pequeños cuando no consiguen lo que quieren. Cuando yo era pequeña, sabía que las pataletas no eran aceptables. Mis padres me educaron dejándome muy claro que las cosas no se conseguían así. Ésta no parece haber sido la educación recibida (o, al menos, comprendida) por algunos de los pequeños con los que trabajo. No dejo de creer que es importantísimo enseñarles que las cosas no se arreglan montando una escena, que no siempre podemos tener todo lo que queremos y una larga lista de etcéteras que mis padres me hicieron el favor de enseñarme a mí para convertirme en una adulta feliz, eficiente y capaz de construir mi vida a diario. Pero a veces - sólo a veces - cuando estoy muy cansada, cuando me siento frustrada o triste o harta, se me ocurre pensar que les entiendo perfectamente y que si yo pudiera, si fuera aceptable y correcto y no fuera a desembocar en un viaje al manicomio, yo también me tiraría al suelo a currarme una buena pataleta de vez en cuando.</div>
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Porque, ¿sabéis qué? La vida es dura. Y a veces es triste. Y a veces nos sentimos tan derrotados que creemos que no podemos continuar. Y, en el fondo, muy dentro de nosotros, seguimos siendo esos niños: esos niños sin filtro, libres, limpios, sinceros... y a la vez asustados y vulnerables y necesitados de protección. Una parte de nosotros nunca deja de ser ese niño al que le daba miedo la oscuridad, ése que pensaba que había monstruos debajo de la cama y que se creía al niño mayor que le contaba que si dices <i>Bloody Mary</i> tres veces delante del espejo del baño, se te aparece y te mata. Una parte de nosotras sigue siendo la niña con corrector dental a la que le daba miedo sonreír por si se reían de ella o a la que llamaban <i>cuatro ojos</i> porque llevaba gafas. Esa niña que, a día de hoy, siente que se le echa el mundo encima si tiene que quitarse las lentillas y salir a comprar el pan con sus gafas de Ralph Lauren con cristal reducido y montura de 800 euros.</div>
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Una parte de mí sigue siendo la niña pre-adolescente con la que se metían porque sacaba dos cabezas a todos los niños de su clase... y aun hoy, con 37 años, sigo teniendo <b>cero</b> sentido del humor con mi altura y me siguen dando bajones ocasionales cuando tres personas seguidas me la mencionan o cuando una potencial pareja me dice que no podría estar con una mujer tan alta como yo. </div>
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Siempre seremos un poquito niños. Niños con trabajos e hipotecas y tarjetas de crédito. Niños que tienen que hacer girar el mundo todos los días con su esfuerzo y con sus acciones y que, a veces, sienten que esa responsabilidad se les queda demasiado grande.</div>
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Pero tenemos muchísima ventaja sobre los niños que fuimos hace años. Porque ahora también tenemos un adulto dentro de nosotros. Un adulto que ha aprendido a base de caerse y levantarse e intentarlo y fallar y volver a empezar. Tenemos que dejar que ese adulto nos guíe... y acordarnos de decirle que tampoco se olvide de dar un abrazo al niño de vez en cuando. </div>
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Que le entienda, que le hable. </div>
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Y que le quiera mucho. </div>
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-10289478925384076172017-01-31T08:42:00.001+01:002017-01-31T19:41:34.512+01:00VULNERABLES<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Hace algo más de una semana, estaba tumbada en la cama leyendo un libro, cuando por casualidad noté un pequeño bulto en un pecho. Mi mente tardó un par de segundos en registrar lo que estaba pasando. Tuve que volver a tocarlo para acabar de creérmelo. Pero sí. Ahí estaba. Un bultito del tamaño de un guisante que se movía bajo mi dedo cuando lo tocaba. Enseguida comencé a hacer mis cábalas: no era especialmente duro y se movía, con lo cual no pintaba mal. Además estaba muy en la superficie y no parecía estar conectado al resto del tejido del pecho. Estoy acostumbrada a tocar bultos de este tipo en el cuerpo de mi perrita, porque es propensa a los quistes de grasa. Así que probablemente era eso: un quiste de grasa. Me quedé dormida tras haber decidido llamar a mi ginecóloga a primera hora del día siguiente para pedir cita para mirármelo. Pero pensé hasta en escribirme una notita para no olvidarme de llamar: así de tranquila estaba. </div>
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Lo que ocurre es que la mente es muy traicionera. Y cuanto más tiempo le damos para sabotear nuestra paz interior, peor. Cuando me levanté a la mañana siguiente, ya no estaba tan tranquila. Pasé un día complicado, con ensayos y clases y una gripe cuyos síntomas (estoy segura) empeoraron considerablemente con mi preocupación. Aun así, viví mi día, realicé mi trabajo, me mantuve presente en lo que estaba haciendo. Y me di cuenta de que, hace unos años, no podría haber hecho eso. El mantener un estado de paz interior frente al miedo y la preocupación es algo que se aprende y se cultiva. Hay personas a las que les sale de forma natural. Otras debemos ser conscientes de ello y trabajarlo cada día. A mí me ha llevado años de trabajo personal pero, a día de hoy, puedo decir que tengo suficiente fuerza mental y emocional para mantenerme en mi eje cuando las cosas se tuercen o el camino es incierto. </div>
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Afortunadamente, no tuve que sufrir la preocupación durante mucho tiempo. Mi doctora me dio cita urgente para el día siguiente y una ecografía dejó claro que todo estaba bien. Supongo que lo normal en estos casos es darnos cuenta de lo vulnerables que somos, de lo precario que es nuestro destino, de lo fácilmente que puede cambiar la vida en un segundo. Pero ya sabéis que yo todo eso ya lo tenía claro: no hay día en el que no sea consciente de lo fugaz de nuestro paso por el mundo, de la rapidez con la que la vida puede dar un giro de 180º y lanzarnos del cielo al infierno (y viceversa) en un solo momento. Y qué importante es no necesitar un susto, una enfermedad o una pérdida para tener esa consciencia. Eso es lo que hace que nos aseguremos de no distraernos con tonterías, de eliminar la morralla, de reírnos a carcajadas hasta que nos duela la tripa, de pararnos a contemplar el cielo de Madrid, de mirarnos a los ojos y perdernos en una sonrisa. </div>
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Y de querernos. De querernos mucho. De amar profundamente a nuestra gente. Y de permitir que ellos también nos quieran y nos ayuden. Porque lo más importante que he aprendido sobre los pequeños y grandes sustos de esta vida es que tratar de vivirlos en soledad, sin contar con quien nos quiere, sólo para intentar evitarles el disgusto o la preocupación, es lo peor que podemos hacer. A veces pensamos que tirar hacia delante y enfrentar la tormenta solos significa que somos fuertes. Queremos evitar la vulnerabilidad a toda costa, tanto la nuestra como la de las personas a las que amamos. Pero no nos damos cuenta de que hacernos vulnerables, compartir nuestros miedos, hablar de nuestras penas y apoyarnos en los nuestros es precisamente lo que nos hace más fuertes. A todos.<br />
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Y es que no basta con sentir el amor. El amor hay que ejercitarlo, utilizarlo, sacarlo a pasear. Y es sólo entonces cuando ese amor se convierte en una bestia invencible que puede con cualquier giro que a la vida se le ocurra dar.</div>
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-10697835946064810822016-12-31T17:12:00.001+01:002016-12-31T17:12:39.501+01:00¿BORRÓN Y CUENTA NUEVA?<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Hoy es el último día del año y, como todos los años, nuestros teléfonos y redes sociales se llenan de buenos deseos y maravillosos propósitos para el año que entra. Todo lo que estoy leyendo hoy es positivo, pero en esta semana, mientras se acercaba el final de este año tumultuoso y complicado, los mensajes eran de alivio por el fin de esta vuelta al Sol y los comentarios eran negativos, agresivos, llenos de enfado y de frustración.<br />
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Es cierto que el 2016 ha sido un año difícil para el mundo. Las noticias han estado plagadas de tragedias, de guerra, de terrorismo, de mala política, de pronósticos macabros para los próximos meses. Yo no sé qué va a pasar con el mundo; no tengo ni idea de si Trump nos va a llevar a todos a la ruina (económica y humana), no conozco el futuro que llegará para mis amigos ingleses como consecuencia del Brexit, ni sé si mañana, la semana que viene o dentro de tres meses vamos a salir todos volando en pedazos en algún atentado terrorista. No lo sé. Pero creo con total sinceridad que la percepción del año que comienza, igual que la del que termina, depende de cada uno de nosotros. No puedo arreglar el mundo, pero sí puedo arreglar mi vida: ordenarla, amarla y vivirla de manera consciente, saboreando al máximo los momentos buenos y asegurándome de tener la fuerza suficiente para sobrellevar los malos y aprender de ellos.<br />
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Por eso, cuando oigo a alguien decir que está deseando que acabe el 2016, mi respuesta es preguntarle qué piensa que va a suceder una vez que eso ocurra. ¿El hecho de que el año termine cambiará las circunstancias del mundo? ¿Acaso dejará de morir gente una vez que el 2017 entre, en todo su esplendor, en nuestras vidas? ¿Será todo mejor una vez que reemplacemos nuestros calendarios y agendas con los del nuevo año? </div>
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Los que me conocen saben que no soy enemiga de la realidad espiritual y energética que nos rodea. Es más, creo firmemente en ella. Y creo que el cambio de año sí que puede traer nuevos aires a nuestra existencia. Sobre todo, el ritual de borrón y cuenta nueva que conlleva la Nochevieja es una buena manera de limpiarnos mentalmente y un buen momento para decidir comenzar de nuevo. Sin embargo, también estoy completamente segura de que las respuestas de nuestras vidas no están en una fecha. La respuesta, como siempre, está dentro de nosotros. La respuesta es vivir atentos, con los ojos abiertos, de manera consciente y plena. Una vez que conseguimos hacer esto, damos cada día un paso más en el camino hacia convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Y eso nos hace fuertes.<br />
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A diferencia de lo que muchos nos quieren hacer creer, tener el corazón y el alma abiertos no nos hace débiles: nos hace poderosos. Y contra eso, no hay mal año que pueda.<br />
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¡Feliz 2017 a todos!<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-51145208449609569032016-11-30T21:18:00.001+01:002016-11-30T21:58:44.355+01:00UN DÍA ESPECIAL<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu0VuYwf5-4tVaOPwzF2l4kOUHy9dnhJ7-tbYafbBLd7orXj0ViT_Lz-kYexHUz7L-KGJCFwuv3KhyVfpRK6QQn9GcPbRLAS0ey8qu4sTvPA1ggy_72eeiWoFKgjKxETu8XZM1b6lsUjA/s1600/Presentaci%25C3%25B3n1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="237" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu0VuYwf5-4tVaOPwzF2l4kOUHy9dnhJ7-tbYafbBLd7orXj0ViT_Lz-kYexHUz7L-KGJCFwuv3KhyVfpRK6QQn9GcPbRLAS0ey8qu4sTvPA1ggy_72eeiWoFKgjKxETu8XZM1b6lsUjA/s320/Presentaci%25C3%25B3n1.jpg" width="320" /></a></div>
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La semana pasada, celebré mi cumpleaños. Parece mentira que entre estas dos fotos ya haya pasado un año. Y es que el 2016 ha pasado volando. Pensaba que era cosa mía, que tal y como me han dicho siempre, cuantos más años cumples, más rápido parece pasar el tiempo. Pero casi todas las personas con las que he hablado en estos días tienen la misma impresión que yo. Es posible que haya sido por todos los cambios que está sufriendo el mundo, por la cantidad tan elevada de tragedias o porque la humanidad parece estar más loca que nunca.<br />
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En cualquier caso, como dice la canción, <i>el tiempo pasa... y no de largo</i>. Con cada cumpleaños, revisamos inevitablemente nuestra vida, miramos atrás y pensamos en cómo hemos vivido este último año... y los anteriores. Y casi siempre nos parece que podríamos haber vivido más, que podríamos haber aprovechado mejor el tiempo, que hay cosas que ya han pasado y que nunca volverán. O que simplemente nunca llegarán a ser, porque ya no tenemos la edad para hacerlas.<br />
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Hace un par de semanas, actué en <i>Romeo & Julieta</i>, una versión de la eterna historia de amor de Shakespeare, producida por English Theatre Madrid (<a href="http://www.englishtheatremadrid.com/">www.englishtheatremadrid.com</a>). Fue una experiencia que me resultó muy intensa, muy reveladora y, en ocasiones, muy oscura, mientras trazaba paso a paso el camino de la construcción de mi personaje, llenándolo de partes de mí que se mostraban, bellas y terribles, casi sin que me diera cuenta. Sentí muchas cosas que no esperaba, pero la más poderosa de todas fue el amor maternal. No estaba del todo preparada para ese sensación, para el vértigo y la nostalgia y la tragedia y el poder y la maravilla que trajo a mi corazón. Pero ahí estaba. Y, por primera vez, se me ocurrió que quizás, sólo quizás, me arrepentiría algún día de no haber sido madre. El pensamiento cayó como una losa hasta el fondo de mi estómago para luego levantar el vuelo de inmediato y convertirse en un huracán de preguntas y esperanzas: <i>quizás aún estoy a tiempo, ¿cómo lo haría?, ¿podría adoptar siendo soltera?, ¿podría permitirme un proceso de inseminación artificial?, ¿de dónde podría salir el dinero?</i><br />
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Todas mis preguntas, dudas y esperanzas me acompañaron silenciosas, pero muy presentes, entre copas, música y baile después de nuestra última función. Y cuando la primera luz de la mañana se llevó consigo las copas, la música y el baile, amanecí en mi cama, sola, con todo el día a mi disposición, para hacer con él lo que quisiera. Me levanté, me hice un café y, mientras lo saboreaba lentamente - con tiempo por primera vez en varios meses - todas mis dudas, preguntas y esperanzas se colocaron en su lugar.<br />
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Lo cierto es que yo no quiero ser madre. Nunca he querido. Sólo ha habido dos ocasiones en mi vida en las que me he planteado esa posibilidad: una fue cuando mi padre enfermó y falleció. El amor que se manifestó en mi familia desde el momento del diagnóstico de mi padre hasta después de su muerte fue tan fuerte, tan potente y nos ha unido tanto, que me hizo desear crear otra familia así, tener un hijo para poder continuar esa cadena de amor inquebrantable.<br />
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La otra ocasión ha sido ésta: la obra de teatro, el personaje, la madre y su amor incondicional hacia su hijo. No me había dado cuenta hasta este momento, hasta que me he sentado a escribir estas palabras, que el denominador común de las dos es el amor. Porque aunque cada amor sea distinto y aunque digan que el maternal es insuperable, al fin y al cabo, todos los tipos de amor son eso... amor. Creo firmemente que todo lo que he vivido, las alegrías, pero sobre todo las dificultades, las pérdidas (sobre todo la de mi padre), las pequeñas y grandes tragedias de mi vida me han traído hasta aquí, hasta convertirme en una persona más completa, más empática, más generosa y con más capacidad para amar. También me han hecho capaz de sentir cada momento tan intensamente como si fuera el mejor o el peor de mi vida.<br />
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Y creo que esto es algo que he notado mucho en este cumpleaños. Las mejores <i>ocasiones especiales </i>son aquellas que no están desproporcionadas, que no nos sacan de nuestro eje. No hay nada mejor que vivir un <i>día especial</i> sin el agobio de necesitar hacerlo especial, simplemente porque es una fecha señalada. Cuando vivimos cada día como algo realmente único (puesto que lo es), cuando celebramos nuestra vida cada mañana, porque es nuestra y porque la vivimos como nos gusta, cuando disfrutamos cada evento, cada quedada, cada obra de teatro, cada curso, cada café, como si fuera lo más importante que hemos hecho (porque. en este momento, realmente lo es), nuestro cumpleaños - o cualquier otra fecha señalada - deja de ser motivo de presión, o de nostalgia, o de arrepentimientos y esperanzas vacías... y se convierte, simplemente, en otra maravillosa alegría que añadir a nuestra lista, para vivirla como nos dé la gana... que para eso nos pertenece.<br />
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Parisa Salahshourianhttp://www.blogger.com/profile/04253573189881616062noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7981842706430688915.post-78020362403962917712016-10-31T23:54:00.003+01:002016-11-01T00:08:14.876+01:00MUÑECAS RUSAS<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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Acabo de regresar de Nueva York, donde he asistido a un curso para obtener mi certificación oficial como Vegan Lifestyle Coach (Coach de Vida Vegana). Es algo que quería hacer desde hace tiempo, no sólo para obtener el título oficial, sino por la experiencia en sí misma. El curso fue organizado e impartido por Victoria Moran, una de las autoras y educadoras más conocidas en el ámbito de la nutrición y el estilo de vida vegano, una persona a la que he admirado mucho desde hace años y que deseaba muchísimo conocer. Además, la experiencia de compartir conocimientos, vivencias, dudas y preguntas con otras personas con los mismos intereses y principios que yo era algo que no me podía perder. El hecho de que el curso se impartiera en Nueva York, esa ciudad que adoro, que me llena de vida y de energía cada vez que la visito, era la maravillosa guinda del precioso pastel que se me ofrecía con esta oportunidad única.<br />
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Creo que hacer este viaje ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. He disfrutado la experiencia de una manera casi inexplicable, con pasión y ganas y arrojo y profunda gratitud, a un nivel realmente extraordinario... incluso para una persona tan <i>disfrutona</i> como yo. Hace algún tiempo, leí un artículo en el que la autora declaraba que había decidido gastar su dinero solamente en cosas que se podía llevar a la tumba: es decir, en experiencias. Me siento muy identificada con ese propósito. Y creo que este viaje es el ejemplo perfecto de ello. Es muy probable que este nuevo título me abra nuevas puertas profesionales, pero eso no es lo que más me importa. Para que nos entendamos, si supiese que iba a morir mañana, habría hecho este curso de igual manera: por lo que me ha aportado en el presente, por lo que me ha hecho sentir, por la energía que ha movido, por la riqueza de mi vivencia, por la profundidad de los sentimientos y de las emociones que ha suscitado. Martin Luther King lo explicó a la perfección: <i>Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol</i>.<br />
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Venía en el metro pensando en todo esto... y en que con este curso he añadido otro <i>yo</i>, otra faceta más, a mi ser interior. Siempre he intentado seguir enriqueciendo lo que soy, ser muchas personas en una... algo que me ha venido a la cabeza especialmente hoy, mientras observaba a tanta gente en el metro disfrazada por <i>Halloween</i>. El caso es que todos tenemos nuestros disfraces, también en el día a día... máscaras que nos ponemos, personas en las que nos convertimos dependiendo de la situación y del entorno: madre, padre, empleado, jefe, amigo, hijo, enemigo, ayudante, amante, amado. A veces, esas diferentes personas que somos en cada parcela de nuestras vidas son máscaras falsas, irreales, que nos hacen sentir incómodos y frustrados. Era mi caso cuando trabajaba en el mundo corporativo; me sentía como una niña haciendo de mayor, trajinando con cosas que no le interesaban en absoluto. Otras veces, esos supuestos disfraces son en realidad como pieles distintas, partes reales de nosotros mismos que nos hacen sentir realizados y felices. Ésa es la sensación que tengo ahora: la de una vida compuesta por una serie cada vez más extensa de muñecas rusas, que van mostrándose poco a poco mientras voy dibujando los pasos de mi camino. Al haber eliminado lo que tanto tiempo y energía ocupaba sin aportar nada de bienestar, he dejado sitio para todas las demás facetas de mi ser que no conseguían salir a la luz del todo. Así, la terapeuta, la profesora de inglés, la actriz, la animadora infantil, la traductora, la coach, la comunicadora y muchas otras partes de mi existencia conviven en mí en perfecta armonía. Y con cada trabajo, por muy agotador que sea, salgo contenta, realizada, feliz de estar dibujando el camino que quiero, lejos de miedos, prejuicios y convenciones sociales.</div>
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Cada día es un nuevo comienzo y cada jornada es distinta. Y yo, enemiga aterrada de la rutina, doy gracias por ello en cada respiro, desde lo más profundo de mi ser.</div>
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