sábado, 30 de abril de 2011

EL PESO DEL FIRMAMENTO


Me he hecho unas fotos vestida de pin-up. Hacía tiempo que me apetecía, el concepto de pin-up siempre me ha fascinado; me parece sexy, estético, y divertido. La chica pin-up es pícara, traviesa y no se toma a sí misma demasiado en serio y creo que ésta es una gran parte de su atractivo, al menos para mí.


En general, soy una persona optimista, tengo sentido del humor e intento vivir la vida al máximo. La pin-up que hay en mí se parte de la risa con casi todo y le encanta pasárselo bien. La diferencia entre esas chicas que obsesionaron a Gil Elvgren durante décadas y yo, es que ellas viven plasmadas en esas ilustraciones llenas de color, mientras que yo soy una chica real que vive en un mundo real. Como consecuencia, no soy todo color y alegría. Tengo un lado oscuro - muy oscuro - que a veces sale cuando menos lo espero y me vapulea hasta que me deja hecha puré.

A veces odio y temo mi lado oscuro, lo que yo llamo mi Sombra. Vivimos en una sociedad que nos vende la alegría continua, pase lo que pase. Tenemos que ser felices, tenemos que pasarlo bien, tenemos que reírnos. La sociedad no acepta la tristeza y el mal humor. Como dijo Ella Wheeler Wilcox, ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo. Todos tenemos muchos amigos cuando estamos bien... la pregunta es: ¿cuántos de ellos quedan cuando estamos mal? La respuesta es que se pueden contar con los dedos de una mano (y sobran). Como consecuencia de todo esto, solemos rechazar nuestro lado oscuro, lo evitamos, no queremos ni aceptar que existe.

Una de las ocasiones en las que mi Sombra aparece es cuando me pongo enferma. Afortunadamente, soy una persona fuerte y sana y no suelo enfermar. El caso es que siempre he tenido la fantasía de que, si algún día tuviera una enfermedad grave, lo llevaría con entereza y buen humor, como esos personajes tan valientes que veo en las películas. Pero hace poco me di cuenta de que ésta es otra de tantas fantasías que sólo viven en mi cabeza: mi terapeuta insiste en que tengo que empezar a vivir más en el mundo real, olvidarme de tanta fantasía y caerme del guindo de una vez. Estoy en ello, pero me parece que aún me queda mucho camino por recorrer.

La semana pasada cogí uno de esos virus pseudo-gripales, nada graves pero tremendamente molestos, y me pasé toda la Semana Santa en la cama con fiebre y un dolor de cabeza incesante. Me encantaría decir que lo llevé fenomenal, pero lo cierto es que soy una enferma terrible - soy quejica, paranoica e hipocondriaca. Me pasé toda la semana gimiendo de dolor, preocupándome por todas las cosas que no estaba haciendo y planteándome si lo que tenía no era algo gravísimo que iba a acabar matándome. En fin, Dios me libre de tener alguna vez una enfermedad grave.

A lo que iba con todo esto es que, cuando estoy incubando algún virus - y durante el periodo de enfermedad posterior - mi Sombra sale con toda su fuerza y no me deja en paz. Lo veo todo negrísimo, me deprimo y no hay quien me saque de mi pesimismo. Entonces sale mi otro lado, esa persona que no solamente piensa que el mundo es un lugar terrible, sino que en el fondo también piensa que lo tiene que arreglar ella, enterito y sin ayuda de nadie. Lo llamo mi lado Atlas, por el mito griego del titán condenado por Zeus a llevar sobre sus hombros el peso del firmamento para siempre. Afortunadamente, cuando se me pasa la enfermedad, vuelvo a ver la luz y el mundo vuelve a brillar.


Muchas veces desearía que mi Sombra desapareciera para siempre, para poder ser siempre como una de esas maravillosas chicas pin-up de Elvgren. Pero, aunque aún me queda mucho por aprender, ya tengo parte del camino recorrido y me doy cuenta de que hay una razón por la cual esas chicas sólo existen en ilustraciones. Son una utopía, como tantas otras. No son reales. Su existencia es insostenible porque, si la Sombra no fuera una realidad, la Luz tampoco podría serlo.

Durante mi sesión de pin-up, el fotógrafo me dijo: "¿Sabes lo que creo, Parisa? Creo que tú no eres una chica pin-up; más bien, diría que eres una chica burlesque." Creo que tenía razón. Y es que el burlesque está lleno de alegría y de vida, pero también tiene su lado oscuro. Ese mismo lado oscuro que me deja hecha polvo de vez en cuando, pero que es parte de mi realidad.


Como soy una persona de extremos, mi trabajo personal siempre está dirigido a encontrar un equilibrio. Intento aprender que ni soy Atlas, ni soy una chica pin-up. Porque el mundo no es una ilustración de colores, pero tampoco es un trágico mito griego. Sí me atrevería, sin embargo, a decir que es algo parecido a un espectáculo de burlesque: a veces alegre, a veces oscuro e incómodo, pero siempre real y siempre vivo.


Fotos de Luis F. Lorenzo - www.fotospn.com

viernes, 8 de abril de 2011

EL MALO DE LA PELI


Estoy trabajando en una obra de teatro musical llamada The Fantasticks. Es la primera vez que se hace en España, puesto que nunca ha llegado a traducirse al castellano. La primera representación de la obra original fue en Mayo de 1960 y este musical ha sido el más duradero de la historia en el Off-Broadway neoyorquino.

www.thefantasticks.com

Cuando hice el casting para este proyecto aún no conocía la obra, pero durante el proceso de ensayos me fui enamorando de esta dulce alegoría de la vida y de lo brillante que es su mensaje, aun dentro de su sencillez. Esto, unido al hecho de que siempre he sido una fanática de los musicales y de que he tenido la suerte de trabajar con unos compañeros maravillosos, han hecho de esta experiencia algo realmente especial.

Como tantas veces me ha ocurrido con el teatro, lo que estoy aprendiendo va mucho más allá de mi trabajo sobre el escenario. Como siempre, la experiencia teatral me está ofreciendo miles de capas de aprendizaje y evolución personal que estoy descubriendo una a una. Algunas son capas bonitas y agradables, otras no lo son tanto... pero con cada una de ellas, algo importante está cambiando en mí.

Mi personaje en la obra es ambiguo y dicotómico. En principio, es una farandulera venida a menos que no se resigna al hecho de que sus días de gloria pasaron hace mucho tiempo... pero, dentro del loco mundo del musical, evoluciona por vías totalmente inesperadas, abstractas y bastante surrealistas. Me encanta este personaje porque, en un momento de mi vida en el que necesitaba recuperar la ilusión por mi oficio, me ha dado la mayor de las libertades para enloquecer, para jugar, para reírme a carcajadas y dejarme volar.

Pero también me encanta porque, en un momento específico de la obra, saca una personalidad malvada que hasta entonces no se aprecia. Los personajes malvados son caramelos para el actor; creo que nunca encontraréis a un actor a quien no le encante hacer de malo. En este caso, yo tengo la oportunidad de saborear ese caramelo, de ser por un ratito la mala de la peli... y pocas veces he disfrutado tanto con mi trabajo.

El caso es que una de las muchas cosas que he aprendido en el proceso de este proyecto es que las cosas no suelen ser lo que parecen. Nunca sabemos realmente lo que ocurre tras las puertas cerradas de un hogar o en la vida privada de otra persona. A veces lo que nos resulta molesto acaba trayendo una bendición inesperada. A veces la gente que nos hace daño nos está empujando, incoscientemente, a avanzar y a mejorar. Y a veces, el hecho de que viejas sombras del pasado vuelvan a nuestras vidas acaba arrojando luz donde sólo había negra - negrísima - oscuridad. De la misma manera en la que en cada película, libro u obra de teatro hay un malo que crea el llamado nudo argumental y hace que los personajes sufran y aprendan a palos de sus propios errores hasta llegar al desenlace, en la vida real estos personajes también existen y están allí por algo.

Pero al igual que mi personaje en The Fantasticks, la vida no es blanca o negra. Ninguna persona es mala (o buena) siempre, todos tenemos matices y miles de capas y nuestros sentimientos, pensamientos y relaciones nos hacen elegir vías distintas en cada momento de nuestras vidas. Si nos paramos a pensarlo con detenimiento, todos somos, o hemos sido en algún momento, el malo de la peli de alguien. Es inevitable. Nuestra condición humana lo hace inevitable. Hacemos daño, lo queramos o no, y podéis estar seguros de que en algún lugar del mundo, en algún momento de la vida, alguien os ha etiquetado como el malo de su historia.

Supongo que lo realmente importante es entender que, haga lo que haga el malo, seguimos teniendo parte de control sobre lo que nos pasa y que de nosotros depende si nos hacemos pequeños hasta desaparecer de la historia o si, por el contrario, aprovechamos el nudo argumental para aprender, dar un paso hacia delante y seguir buscando - siempre - nuestro final feliz.

The Fantasticks sigue en cartel este fin de semana:
Sábado 9 de Abril a las 21:00
Domingo 10 de Abril a las 20:00
Teatro La Madrilera, Calle Don Felipe, 9 Madrid


www.lamadrilera.com