viernes, 27 de julio de 2018

MUDAR PIEL


Hay ocasiones en la vida en las que una, de repente, sin esperarlo y de forma totalmente radical, cambia. Cuando pasamos por una situación traumática o cuando un solo acontecimiento cambia las circunstancias de nuestra existencia para siempre. Entonces nosotros, consciente o inconscientemente, nos adaptamos. Mudamos piel. Nos convertimos en personas equipadas para lidiar con nuestra nueva situación. Es una ley evolutiva: adaptarse o morir.

Sin embargo, a veces, ese cambio de piel viene de forma gradual. Tan lenta, tan discreta, que ni te das cuenta de que está ocurriendo hasta que un día te miras en el espejo y te das cuenta de que eres una persona distinta. De repente, tus deseos han cambiado. Tus prioridades, también. Tu pasión se ha redireccionado hacia lugares que quizás nunca imaginaste.

Éste ha sido mi caso en los últimos años. No he sido consciente de los cambios que han ido ocurriendo de forma individual, uno a uno, poquito a poco, pero cuando miro atrás, compruebo que no soy la persona que era hace cinco años. Ni siquiera soy la que era hace uno.


Al principio, estos cambios me ponían nerviosa. Me preocupaba haberme convertido en una persona menos apasionada, menos alocada, más seria, más tranquila. En algún momento, sin darme cuenta, el deseo de danzar por las calles de Madrid de madrugada con un hombre maravilloso, besándonos en cada esquina, volviéndonos locos con la belleza de la ciudad, riéndonos hasta no poder más, fue sustituido por el deseo de de cenar con un buen amigo, reírnos hasta no poder más (eso no cambia nunca) e irme a casa con cinco recomendaciones de libros increíbles y una quedada para ir al teatro a ver una obra tan potente y tan bien hecha, que dicen que te cambia la vida.

Me ha costado darme cuenta de que lo que me ha pasado no es una pérdida de pasión, sino mas bien que ésta ha tirado por otro lado. Su camino es completamente distinto al que era. Quizás es la edad. Quizás es la experiencia. O quizás es haberme dado cuenta de lo enriquecedoras que son estas nuevas pasiones, lo completa y llena y feliz que me hacen sentir (no siempre podía decir lo mismo de las anteriores).

Me apasiona lo que he hecho en este último año en el teatro. Me apasiona enseñar. Me apasiona aprender y ayudar a mis pacientes en la consulta. Me apasiona un buen libro, una película excepcional. Me apasiona un plato de comida tan delicioso que casi no puedes creerte que sea de verdad. En estos momentos, me apasiona poco el aspecto físico de las personas y muchísimo las maravillas que pueden conseguir sus mentes. Me siento atraída como un imán hacia la gente que sabe lo que quiere, que crea cosas que aportan belleza a la vida y, sobre todo, que tienden la mano, que escuchan, que quieren ayudar, que se interesan por hacer de este mundo en el que vivimos un lugar mejor.

Ésta es otra piel. Lo más probable es que tampoco ésta dure para siempre y mude y se convierta en otra cosa (espero que más compleja y más llena de matices). Pero ésta es la que tengo ahora mismo.
Y la verdad es que me siento bien dentro de ella.
Creo que me favorece.