martes, 6 de octubre de 2009

EL DESPERTAR

Durante un tiempo, sólo hubo oscuridad. Llamo a esos años "los años dormidos", porque todos mis sentidos cayeron en una especie de letargo fatídico, como dormir sin soñar, como conocer sin amar, como lamer sin saborear... Mi piel, hasta entonces vibrante y lustrosa, dejó de responder al tintineo del deseo juguetón; las terminaciones nerviosas, hundidas en el agua de mis esperanzas rotas, luchaban para salir a la superficie sin conseguirlo. Como resultado, no miraba, ni escuchaba, ni saboreaba, ni palpaba, ni sentía.

Pero mi cuerpo estaba demasiado vivo y mi alma demasiado sedienta de alegría, risas, sexo y sensualidad como para que ese letargo durara para siempre. El deseo que lo mueve todo, que es el comienzo de todo, fue el que me hizo despertar.

El deseo de latidos acelerados, de mariposas revoloteando en mi estómago, de besos suaves como pétalos de rosa, de un sexo palpitante, de lenguas buscándose y encontrándose cada vez con más ganas, de palabras susurradas entre el lóbulo de la oreja y la cavidad del cuello, de dedos enredados en cabellos largos y suaves, de risas traviesas bajo el edredón, de lágrimas tras el orgasmo, de abrazos profundos y conversaciones banales... de un orgasmo tras el orgasmo... el deseo de todo esto fue lo que, tras esos años, y de repente, me despertó todos y cada uno de los sentidos. No olvidaré aquel día porque fue mi vuelta a la Vida, el retorno de mi conexión con la Madre Naturaleza...

Uno a uno, los dedos de mis manos comenzaron a cosquillear, pidiendo un cuerpo que tocar; mis labios comenzaron a hervir, pidiendo unos labios que besar; mi lengua comenzó a juguetear, buscando una garganta con la que jugar; mis pupilas se empezaron a dilatar, buscando imágenes que disfrutar y mi sexo comenzó a palpitar, buscando mi conexión perdida con el origen del placer.

Frente al espejo de mi habitación, la misma habitación que había sido testigo de mis jugueteos - sola y acompañada - de mi deseo, de mi placer, y también de ese letargo de mis sentidos... frente al espejo de esa misma habitación, me desnudé por completo y contemplé durnate largo rato ese territorio olvidado, mi hogar, mi templo. Primero mis ojos, y después mis manos, trazaron cada línea, cada curva, se adentraron en cada rincón y en cada hueco de ese paraíso recuperado. Después, con lágrimas en los ojos, me tumbé lentamente en la cama y, con las luces encendidas, tracé una línea perfecta desde mis labios hasta mi bajo vientre, sintiendo cómo cada nervio de mi cuerpo se despertaba con ese tacto.

Mi mano bajó hasta la boca de mi sexo, mis piernas se abrieron instintivamente y mi vagina recibió esa caricia tanto tiempo esperada, ávida y urgente. Jamás me había dedicado tanto tiempo, paciencia y cariño, jamás me había permitido amarme de tal manera, sin miedo a sentir demasiado, sin miedo a que tanto placer me sobrepasara, sin miedo a gritar, a reír a carcajadas, a llorar como un bebé... sin miedo a absolutamente nada.
Perdí la noción del tiempo y encontré el nexo, ése que nunca había llegado a perder pero hacia el cual, de alguna manera, había perdido el camino.

Cuando finalmente llegué a la culminación de mi placer, grité, reí y lloré, todo al mismo tiempo, celebrando el despertar de mis sentidos por todo lo alto, dejándome llevar por completo, queriendo contárselo al mundo entero, viviendo el momento tan plenamente como lo haría un niño, sin pensar en nada y sin sentir nada más que el impulso de celebrarlo como quien celebra el volver a nacer...

1 comentario:

  1. Qué sensual y estimulante! Yo admiro tu sinceridad, y escribes muy bien.

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