sábado, 30 de septiembre de 2017

ENTRE EL DESEO Y LA SOLEDAD



Estoy interpretando a la Reina Gertrudis en Hamlet*. Es un trabajo que me hace muchísima ilusión. Lo cierto es que siempre me ilusiono mucho con todo lo que hago en el teatro, pero este personaje en particular es como un regalito, como una golosina interpretativa que ha caído en mis manos y que estoy disfrutando a tope.

Por otro lado, y como siempre, el teatro está haciendo las veces de espejo, enfrentándome a mi realidad y a mi propia alma de manera rápida, efectiva y - a veces - casi despiadada. Gertrudis, como yo, vive en algún lugar entre la pasión y el miedo, en esa fina línea que separa el deseo de esa completa y total soledad que sentimos cuando nos damos cuenta de que no nos han querido, de que nos han traicionado, de que no hemos sido merecedores del respeto del otro.

Cuando la soledad se convierte en compañera permanente durante tanto tiempo, una aprende a vivir con ella. No es conformismo. Ni siquiera es supervivencia. Es, simplemente, que una construye su vida alrededor de esa soledad... al principio, con cuidado, en silencio, como para no molestarla demasiado. Después, a voz en grito, con fiereza, reivindicando la soledad como forma de vida. Y lo es. Una forma de vida válida, digna y la mayor parte del tiempo, muy placentera. Pero eso no significa que no venga con un precio.


El precio lo pagas todos los días, de una u otra forma. A cambio - si juegas bien tus cartas - ganas espacio, independencia, tiempo para conocerte y quererte, tiempo para cultivarte... y libertad. Y poco a poco, creas tu propio jardín de vida y, casi sin querer, te enamoras de él... hasta tal punto, que ya ni puedes imaginarte a nadie entrando en él y compartiéndolo contigo.

Insisto: pagas el precio. A veces con gusto y otras con lágrimas. Ésa es la verdad. Y resulta que lo haces tan bien que todo el mundo - incluída tu misma - se cree que realmente no necesitas a nadie. Es una noción ridícula, porque todos necesitamos contacto humano. Quizás nunca me haya convencido el concepto de pareja tal y como está planteado en nuestra sociedad, pero eso no significa que no necesite intimidad, cariño y contacto físico, al igual que el resto de los seres vivos.

Esa necesidad me ha hecho permitir que otras personas me saquen de mi eje más de una vez. He permitido y aguantado cosas que, contadas por una amiga u otro ser querido, me habrían hecho querer sacudir sus hombros con violencia y darle una buena hostia para hacer que reaccionara. Cada error que he cometido me ha enseñado algo. Ahora, tras mucho camino andado, la persona que soy hoy sigue recordando esos errores. Los errores me han fortalecido... quizás me hayan endurecido algo más de lo que me gustaría, pero me han hecho firme como una roca. Por eso, si es necesario, seguiré pagando el precio de la soledad. Puede ser que no me guste, pero tengo la certeza de que es preferible a la pérdida de mi paz interior, de mi dignidad y de todo lo que he construido en estos años de aprendizaje y autoconocimiento.

La vida siempre ha sido generosa conmigo y tengo la certeza de que lo seguirá siendo... aunque no siempre me convenzan sus derroteros sé que, si se lo permito, me llevará por el camino perfecto. El lugar es aquí, el momento es ahora.


(* Hamlet estará en escena del 21 al 25 de Noviembre de 2017, producida por English Theatre Madrid. Visita la página web de la compañía para más información)