jueves, 30 de junio de 2016

EL OLOR DE LOS RECUERDOS


Estoy trabajando como monitora en un campamento de verano. Andaba buscando un trabajillo extra para el verano, ya que en estas fechas el número de pacientes en la consulta baja bastante y no viene mal tener un plan de contingencia. Así que ahora me paso el día rodeada de esos locos bajitos, que diría Serrat.

Siempre me ha gustado trabajar con niños. Aunque no tenga deseos de ser madre, me encanta introducirme por un ratito en ese mundo puro, amoroso y algo extraño, en el que todo importa muchísimo y, sin embargo, nada importa durante demasiado tiempo. Se me llena el corazón de ternura con sus sonrisas pícaras, con sus preguntas, con esos llantos desbordados que enseguida se olvidan y se sustituyen por alegría y risas. Ellos juegan a la vida. Y estar con ellos me hace sentir casi igual de libre y auténtica que cuando estoy sobre el escenario, que es el lugar en el que mi niña interior siempre ha estado más contenta y más reconciliada con mi yo adulto.


Hoy, uno de los niños me ha dicho que tenía que pasarse por su clase (algunos de los niños del campamento van a ese mismo colegio durante el año escolar) para recoger una carpeta que se había dejado ahí. Le he acompañado para que no fuera solo y, cuando hemos abierto la puerta, mis fosas nasales se han llenado de inmediato con un olor que me ha traído tantos recuerdos, y tan llenos de emociones, que me he quedado parada durante unos segundos, incapaz de moverme. Ese olor de aula de colegio: esa mezcla de libros y niños y llantos y esperanza y futuro. El olor de la infancia. De mi infancia.


Volviendo a casa, pensaba en la potencia tan grande que tienen los olores a la hora de retrotraernos al pasado. El olfato es el sentido que con más fuerza nos provoca emociones y sensaciones y, cuando éstas pertenecen a nuestra infancia, esa fuerza se multiplica. Mi profesor de interpretación, la persona que me enseñó prácticamente todo lo que sé sobre el arte al que he dedicado tanto tiempo, ha sido muy importante en mi vida por razones obvias; pero aparte de todo lo que me ha aportado, tengo un recuerdo muy tierno de él... y es que, cada Sábado, cuando llegaba a la escuela para dar clase, olía a mi infancia. Nunca supe identificar con exactitud ese olor, ni sé a qué parte de mi infancia pertenece, pero ese olor me transportaba, cada mañana de Sábado, a ese tiempo en el que aún jugaba a la vida y todo era como el teatro: efímero, intenso y muy bello.

Ahora que empiezo (otra vez) una nueva etapa en mi vida, en la que las cosas van a volver a cambiar (espero que para bien), en la que espero poder disfrutar y llenar mi casa de más gente, más trabajo, más pasiones y más esperanzas que nunca, espero saber acompañar mis experiencias con los mejores olores, para poder revivir todas las alegrías que vengan, durante el resto de mi existencia.