jueves, 29 de mayo de 2014

EN LOS OJOS DEL QUE MIRA


Dicen que la belleza está en los ojos del que mira. Lo que en realidad quieren decir es que está en nuestra mente, en nuestra percepción de lo que nos rodea. Estos días he estado pensando mucho en nuestra percepción de la vida y en lo que ésta implica con respecto a cómo la vivimos. Nuestra realidad está completamente condicionada, no tanto por lo que nos pasa, sino por lo que pensamos acerca de lo que nos pasa y por lo que esos pensamientos nos hacen sentir. Así, nuestra mente se puede convertir en nuestro mayor aliado o en nuestro peor enemigo.

Es muy tentador asumir que las personas que le dan un enfoque positivo a todo lo que les pasa, que buscan un aprendizaje en cada situación difícil y que permanecen optimistas frente a la adversidad, son unos ilusos que no desean aceptar la dura realidad de nuestro mundo. Sin embargo, habiendo pasado años enseñándome a mí misma a convertirme en una de estas personas, puedo decir con total certeza que esta actitud nos hace más fuertes y más resilientes frente a los problemas, tanto físicos como emocionales.

El escritor Andrew Solomon dijo hace poco en una charla TED que una muy buena manera de repogramar nuestro cerebro es cambiar la palabra PERO por la palabra Y. Por ejemplo, en lugar de decir: Estoy aquí pero tengo cáncer, podríamos decir: Tengo cáncer... y estoy aquí. Es realmente llamativa la manera en la que este pequeño cambio modifica por completo nuestra percepción y, por lo tanto, nuestro ánimo.


Esta misma mañana he asistido a un curso sobre conciliación de vida laboral/personal. Ha sido un curso interesante y muy interactivo, en el que todos hemos podido aportar nuestro granito de arena a la conversación. Mi granito ha sido un consejo de mi terapeuta, uno de los más útiles que me ha dado hasta ahora: evitar los términos absolutos (todo, nada, siempre, nunca, todos, nadie...) Intento recordarlo y ponerlo en práctica en mi día a día, pero qué fácil es olvidarlo en la vorágine de nuestros deseos y obsesiones. Personalmente, he conseguido aplicarlo en muchos ámbitos de mi vida, en los que creo que me he convertido en una persona valiente, optimista y emprendedora. Sin embargo, hay otros ámbitos en los que me siguen consumiendo el miedo y las dudas.

No me reconozco en esa muñequita frágil que da todo por perdido y desiste de su intento por conseguir lo que desea. No me parece que esa niña asustada y cobarde sea yo, pero lo cierto es que lo es. Esa niña es tan parte de mí como lo es la mujer emprendedora y valiente que arriesga sin miedo para llegar a su objetivo. Creo que comprender esto ha sido el paso decisivo para empezar a cambiarlo. La gran ventaja es que sé que tengo la capacidad para ver las cosas desde otra perspectiva, así que lo único que falta es ponerlo en práctica.

Maya Angelou - que falleció ayer tras una larga y fructífera vida en la que se reinventó a sí misma por completo, en un ejemplo de fuerza, vitalidad y auto-confianza - dijo una vez: A todas aquellas personas que ya no creen en el amor, les digo - confiad un poco en la vida. Es un mensaje de esperanza. Y al leerlo ayer en las redes sociales se me ocurrió que confiar en la vida y mantener nuestras esperanzas a pesar de las circunstancias es una muestra de extrema valentía.

Puede que nos parezca que aceptar que algo no es como nos gustaría es un acto de madurez, pero en realidad es un acto de cobardía. Es mucho más fácil y cómodo aceptar que nada va a cambiar y no arriesgarnos a que nuestro corazón se vuelva a romper en mil pedazos. Lo valiente es aprender de la vida y, al mismo tiempo, mantener la esperanza, con la certeza de que - en caso de necesidad - siempre tendremos la fortaleza de volver a recoger los pedazos y comenzar de nuevo.