domingo, 27 de junio de 2010

CARRERA DE FONDO


En la calle de Alcalá de Madrid, muy cerca de mi piso, hay una cafetería a la que suelo ir de vez en cuando, para escapar un ratito de la rutina y estrés de mi trabajo de oficina. Una de las pequeñas certezas de mi día a día es que allí siempre me van a recibir con una sonrisa, normalmente acompañada de una invitación a una taza de café o a un trozo de tarta de limón y merengue.

Hace algunos días, frente a una taza de café humeante, el camarero me confesó que está en crisis. "Como todos", me dijo. Sí, como todos. La crisis económica general nos está afectando a todos a nivel personal. O quizás es que nuestras crisis personales han encontrado la excusa perfecta para manifestarse con la crisis económica.

Lo cierto es que el ser humano adulto está lleno de pequeñas y grandes crisis, reminiscencias del pasado en las que nos regodeamos e hipótesis del futuro que podrían no ocurrir nunca, pero a las que tememos como si fueran verdades terribles e inamovibles del mañana. El presente suele ser lo que menos nos importa - tendemos a pasar de puntillas sobre él, mirando hacia atrás o hacia delante, pero nunca alrededor.

La verdad es que el presente es el único lugar desde el cual podemos lidiar con nuestras crisis, intentar arreglar lo que tiene solución y aprender a vivir con lo que no la tiene. Mi terapeuta me dijo hace poco que las crisis son buenas, porque nos dan la oportunidad de evolucionar. Ahora veo que tenía razón (como siempre). Con mi crisis particular - y con dos años de terapia y mucho trabajo personal en los que apoyarme - he comenzado a hablar de cosas de las que ni me había planteado hablar hasta ahora... Había más mierda de la que mi terapeuta había pensado. Había más mierda de la que yo misma había pensado. Pero hablar de ella, lejos de abrir la temida caja de Pandora de la que quería huir a toda costa, me ha hecho sentir más limpia y ligera de lo que me he sentido en mucho tiempo.

Sin embargo, sé que el trabajo no termina allí. De hecho, en las últimas semanas me he dado cuenta de que es muy probable que el trabajo no termine nunca. Me he dado cuenta de que el ser humano es un proyecto de trabajo continuo y permanente, un proyecto eternamente inacabado, un trabajo en progreso. El secreto no es arreglar el problema de tu vida de una vez; el secreto es trabajar todos los días para mejorar, mientras no dejamos de vivir y de dar valor a nuestro ahora. La comprensión de este hecho ha sido tan poderosa para mí, que ha cambiado por completo mi perspectiva sobre mi vida y sobre el mundo que me rodea.

Hace unos días, bailé en el festival de fin de curso de mi escuela de danza. El número era una preciosa coreografía de jazz musical, estilo Fosse. Los días anteriores al festival, anduve algo agobiada porque la coreografía incluía una doble pirueta... y las piruetas siempre han sido mi punto débil. Sin embargo, el día del festival, tomé la decisión tajante de disfrutar de la experiencia al máximo, independientemente de mis limitaciones y de mi miedo. Desde ese lugar de ilusión y alegría por lo que estaba viviendo, me resultó mucho más fácil ver que mi participación en esa experiencia era mucho más que una doble pirueta, que existían decenas de otros factores que determinaban lo que estaba ocurriendo y mi papel en ello.

Y desde esa nueva comprensión, tuve una de las experiencias más bonitas de mi vida hasta ahora. Además, desde allí llegaron también las ganas de seguir trabajando cada vez más duro para perfeccionar mi punto débil, sin agobios, sin prisas, sin exigencias exageradas y sin ninguna otra razón que el deseo de evolucionar.

La vida, como la danza, no es un sprint por llegar a una meta. La vida es una carrera de fondo... y esa carrera está llena de baches y obstáculos. No siempre se viaja hacia delante y no siempre se viaja todo lo rápido que uno quisiera. Pero lo mejor que podemos hacer es seguir avanzando, celebrar nuestras victorias, darnos tiempo para hacer duelo por los fracasos y las pérdidas e intentar no perdernos el paisaje por el camino.

En otras palabras: seguimos trabajando... disculpen las molestias.

3 comentarios:

  1. MARAVILLOSO LO QUE HAS ESCRITO, QUERIDA PARISA...COINCIDO EN TODO LO QUE EXPRESAS; EL CRECIMIENTO DUELE -COMO DUELEN LOS HUESOS CUANDO NOS VAMOS ESTIRANDO EN LA PUBERTAD- PERO LA MIRADA HACIA ADENTRO PERMITE LUEGO OBSERVAR LA PERIFERIA...Y ENTENDER LO QUE HAY A NUESTRO LADO. LO DEMÁS,LO QUE VENDRÁ, ES UN MISTERIO ABSOLUTO. PASO A PASO, DISFRUTAR LA CAMINATA Y SEGUIR ANDANDO. SILVINA

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  2. Preciosa entrada Parisa.

    Esto me recuerda mucho a mi hija Sofia de 4 meses, que está en el presente más puro. Vive el momento sin nada más en mente.

    Para ella todos los días son una lucha, un gran desafio. La vida no le da tregua, y ela lucha como una campeona por sobrevivir.

    El parto fue una gran lucha para ella. Nada más reponerse tuvo que encontrar el pezón de su madre y lo que es más, sacar leche de ese extraño apendice; luego coger objetos, y ahora lidia con darse la vuelta sola en la cama, todo ello una autentica odisea. Pero consiga o no sus metas, siempre, siempre, siempre ,me devuelve una sonrisa.

    Al final lo acaba consiguiendo todo con esfuerzo y constancia, y si no lo hace, siempre hay alguien a su lado dispuesto a ayudarla, antes que mañana lo intente de nuevo.

    A Caminar!

    Abrazos,

    Jason

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  3. ¡Un brindis por esa doble pirueta!
    Miles de besos, cielo
    María

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