miércoles, 8 de septiembre de 2010

MI SON


Cuando éramos niños, el mundo nos parecía un cúmulo de posibilidades infinitas, todas a nuestra disposición, alcanzables por el simple hecho de desearlas y perseguirlas.

A medida que fuimos creciendo, nos dimos cuenta de que las posiblidades no son infinitas, por el simple hecho de que elegir una opción invariablemente implica desechar otra. Ésta es una de las muchas razones por las cuales de niños vivíamos prácticamente sin miedo y de adultos vivimos permanentemente aterrados por algo. El niño quiere algo y va a por ello. El adulto se lo piensa, avanza y retrocede mil veces, porque esto va en serio, porque la vida no es un juego y si me equivoco y elijo la opción menos adecuada, es posible que no tenga vuelta atrás. Es una peligrosa manera de vivir, porque una vez que tomamos una decisión y la llevamos a cabo, nos parece que hemos decidido nuestro destino para siempre. Entonces, si esa decisión no sale bien o la terminamos desechando, ¿qué nos queda? ¿Remordimientos? ¿Ansiedad? ¿Sensación de fracaso, de andar sin rumbo fijo?

Replantearse la vida de uno es duro. Admitir que quizás te equivocaste, que pasaste media vida haciendo algo que ahora tal vez ya no amas, o que ya no te importa tanto, o que ahora te hace daño... O admitir que, aunque estudiaste con ganas para cumplir tu objetivo, en el tiempo que tardaste en alcanzarlo el objetivo se diluyó para siempre... O admitir que esa relación ya no funciona, o que tal vez lo que no funciona es tu concepto del amor.

Yo siempre he sido una persona con los objetivos muy claros y siempre he luchado por conseguirlos. Siempre he conocido el son al que bailo, lo he tenido claro en mi cabeza y he sabido buscarlo cuando se perdía. Pero un buen día, las circunstancias y mis propias decisiones me forzaron a replanteármelo todo y el disco se paró de repente. Ya no había música. Y entonces, ¿qué? ¿Dónde estaba mi son? ¿Cómo iba a bailar ahora? No encontré la respuesta, así que me paré. Me quedé paralizada en medio de la pista de baile, haciendo pequeños intentos para recuperar la música pero sin fuerzas para salir corriendo a buscarla en otro sitio... entre otras cosas, porque no sabía muy bien lo que estaba buscando.

Estaba aterrada. Estaba triste. Estaba desesperada. Mil canciones lejanas me llamaban como cantos de sirena y yo no me decidía por ninguna... ¿y si me equivocaba? ¿Y si el son original era el correcto y lo estaba dejando marchar? ¿Y si no me gustaba el son que elegía para sustituirlo? ¿Y si me pasaba la vida buscando y no encontraba mi ritmo?

Finalmente, agotada, confusa e incapaz de pensar más, decidí dejar de buscar durante un segundo y quedarme quieta, sólo para ver qué pasaba. Poco a poco, las melodías que llegaban de la lejanía se volvieron más claras, más precisas y más cercanas. Y yo dejé que me envolvieran una por una, no porque me quisiera quedar con todas, sino porque, mientras escuchaba la música y mi cuerpo comenzaba a moverse lentamente de nuevo, me acordé de algo: en el baile no hay línea de meta - en el baile sólo hay baile.

Y entonces, ¿por qué tengo que saber en todo momento el son específico al que bailo? ¿Y si me permito, tranquilamente y sin presiones, moverme al son de varias melodías a la vez durante un tiempo? Puede que no todos mis movimientos sean coherentes, bonitos o llenos de sentido... pero no cabe duda de que los habré vivido y disfrutado.

Dicen que los niños están en posesión de la verdad... yo estoy completamente de acuerdo. Quizás no nos equivocábamos de pequeños cuando veíamos tantas posibilidades para nuestras vidas. De hecho, una de las razones por las cuales me gusta tanto viajar es la infinidad de posibilidades que me brinda. También es una de las razones por las cuales me he dedicado al teatro durante toda mi vida: cuando actúo, puedo ser mil personas en una, vivir mil vidas en una... y esto, paradójicamente, es lo que me hace ser más yo, lo que me ha ido convirtiendo en la persona que soy hoy en día.

Del mismo modo, todas las melodías que ahora me envuelven irán convirtiéndome a partir de ahora en la(s) persona(s) que seré el resto de mi vida... Aún me siento perdida y algo triste, pero sé que no será así siempre. Y seguiré teniendo miedo de escoger, pero escogeré. Y si la melodía elegida termina, volveré a escoger.

Y así me moveré al ritmo de este son infinito, bailando, riendo, cayendo, levantándome y volviendo a empezar, hasta donde mi cuerpo y mi alma aguanten.

3 comentarios:

  1. Que bonito corazon, alma y vision tienes my querida prima. You are right about children not having fear of what is and will be, but think of the now and the infinite possibilites! When we are younger we go into the world thinking we can accomplish so much and grasp the entire world and more in our lives. As we live more we start to become more reserved and hold back a bit, because we have started to get hurt by this amazing world and all that it has to offer and we start to lose our childhood dreams, wants and desires. They are not lost, however, placed in a new place in our hearts and minds. They are treasured so we begin to guard them. We leran that the world is not always so nice and it becomes harder to just go out there and "dance", "love", and "live"! The child in us just wants to run out there and spread are arms and simply twirl around free from care. But the adult in us holds back out of fear and embarrassment. The greatest compliment someone told me in my early twenties was on the dance floor at a club. After about three hours of nonstop dancing she came up to me (all perfect looking) and said, "You really don't care what you look like on the dancefloor. You are a great dancer, but you really don't care." I said, thank you! And I didn't care. My hair was a mess, I was soaked from sweating so much, but wow did I have a good time! If only my whole life could be with this attitude though. On the dance floor I am so. In life I am shy and more reserved. I think we all lose our "rhythm" and "music" in life. When that happens we must push forward and find it once again. It is truly what life is all about!

    ResponderEliminar
  2. Parisa, querida Pari...
    Es hermoso leer este pequeño teatro de sueños, creo que es "enorme" en realidad!
    Quizás deberíamos aprender a tener menos miedo cuando elegimos. Alejar los miedos lo más posible nos ayuda a tener la alegría más cerca, es un roce mayor con la felicidad, como si la tratáramos al tú por tú con más permisos que culpas, con más ganas de vida que de lágrimas! te abraza desde el corazón
    Silvina.

    ResponderEliminar
  3. Yo estoy en un momento raro profesionalmente. Hace tiempo que bailo a un son que no es el mío, pero he aprendido a seguir el ritmo y sigo bailando aunque la música no me diga gran cosa. Es fácil y seguro. A veces incluso me digo que esta música no está tan mal. Pero a lo lejos oigo otras músicas y creo que me gustan mucho más y que me encantaría bailar a su son... pero me puede el miedo a bailar mal y que me echen de la pista. Estoy en ello, estoy en ello...

    Un beso,
    Ana

    ResponderEliminar