miércoles, 23 de marzo de 2011

UN ATISBO DE ETERNIDAD


Siempre que fallece un actor, un cantante, o cualquier otro artista al que admiro, se me coloca un nudo enorme en la garganta, el día se me vuelve algo más gris e, inevitablemente, suelto un par de lágrimas. Creo que es porque pienso en todas las maravillas que aún podrían llegar a hacer si siguieran con vida, las cuales ahora quedarán irremediablemente relegadas a ese lugar sin tiempo ni espacio, ese país de "nunca jamás" del arte que existe en mis peores pesadillas.

Hoy ha sido Elizabeth Taylor quien ha dejado este mundo y, por alguna razón que no llego a comprender del todo, su muerte me ha afectado más que la de la mayoría de sus predecesores. Quizás es por su calidad de mito atemporal que ya sedujo a la generación de mis padres antes de hacer lo mismo con la mía. Quizás es porque he tenido la suerte de que algunas personas - demasiado amables y algo fantasiosas - me hayan comparado físicamente con ella en varias ocasiones. Una comparación que no merezco, pero que evidentemente me halaga muchísimo.

O quién sabe, quizás es porque su Gata Sobre el Tejado de Zinc Caliente fue uno de mis referentes cuando estudiaba interpretación. Nunca olvidaré ese trabajo de fin de curso que me permitió ser Maggie por un día, amar a mi Brick con desesperación, subirme una media de liga delante de sus ojos como si le estuviera acariciando y gritarle como si me estuviera rompiendo por dentro. Era mi propia Maggie, distinta a la de Taylor. Vestía ropa interior negra en lugar de blanca y estaba llena de todo el miedo, la imperfección y la desmesurada ilusión de quien está empezando y aún lo tiene todo por aprender. Pero, durante el proceso de creación de ese personaje, vi la película cincuenta veces y cincuenta veces me quedé sin respiración. Cincuenta veces deseé tocar algún día ese estado de gracia en mi trabajo interpretativo. Fue imposible interpretar esa escena de La Gata sin tener a Elizabeth Taylor en la cabeza. Y es que un mito nunca muere.

Hoy he vuelto a acordarme de ese día de fin de curso. Lo recuerdo todo con claridad: los nervios, la expectación, la autoexigencia, las ganas (de salir a escena, de ser mejor, de brillar, de esconderme, de morir de frustración, de vivir para siempre). Lo recuerdo todo como si hubiese ocurrido ayer, pero ocurrió hace casi siete años y, desde entonces hasta ahora, ha llovido mucho.

Entre otras cosas, en este tiempo he llegado a la conclusión de que ese estado de gracia al que pretendía llegar es un oasis, una especie de quimera, una meta que se aleja más y más cuanto más perseguida se siente. El artista no puede perseguir el estado de gracia, porque no le pertenece. El artista sólo puede trabajar duro y abrir su alma a Eso, a eso tan inmenso que es más grande que él, pero de lo que también es parte. Llámalo Dios, Universo, Vida... llámalo como quieras, pero está ahí. Todos lo sabemos porque todos hemos sido testigos de ello en alguna ocasión. Y si el artista tiene la suerte de que esa Luz pase a través de él, durante un solo segundo, durante un ínfimo momento dentro de la eternidad, es un verdadero afortunado.

Elizabeth Gilbert, autora de Comer, Rezar, Amar, dio una charla hace un par de años, mientras escribía la secuela de su libro. Comentaba que las antiguas tribus del Norte de África solían tener reuniones nocturnas en las que se llevaban a cabo bellísimos rituales de danza. Los bailarines eran excepcionales y siempre ofrecían un espectáculo increíble. Pero había veces - muy pocas veces - en las cuales uno de esos bailarines parecía de pronto iluminarse por dentro, en las cuales parecía haber sido tocado por algo más allá de todo entendimiento humano y entraba de pronto en ese casi inalcanzable estado de gracia. Cuando esto ocurría, los miembros de la tribu tocaban palmas y emitían un cántico: "¡Alá! ¡Alá! ¡Alá!"... es decir, "¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!". Lo que querían decir es que eso que estaba ocurriendo delante de sus ojos...eso, era Dios.

Por cierto, el dato curioso de esta historia es que ese cántico fue traído a España por los invasores árabes y, con el tiempo, se convirtió en "¡Olé! ¡Olé! ¡Olé!". Os suena, ¿verdad?

Claro que siempre existe la otra cara de la moneda: todos esos momentos de duro trabajo que parecen "no llevar a ninguna parte", todo el esfuerzo, la frustración, la siempre acechadora sensación de fracaso. La otra cara de la moneda, según Gilbert, es "el día siguiente" de ese bailarín, cuando se levanta y se da cuenta de que ya no es una manifestación de Dios, sino un ser humano con rodillas permanentemente lesionadas y el cuerpo entero machacado y que, muy probablemente, jamás volverá a tocar ese estado de gracia. Y entonces, ¿qué significado tiene el resto de su vida?

Lo que explica Gilbert en su charla, y lo que yo he aprendido en los siete años que separan ese trabajo de fin de curso de mi yo actual, es que lo único que puede hacer ese bailarín es dar las gracias fervientemente por haber podido experimentar ese ínfimo atisbo de Eternidad y seguir trabajando, sabiendo, sin la más mínima duda, que el hecho de dedicarse a su arte es la máxima expresión humana del Amor.

Así que supongo que por eso me emociono cada vez que muere un artista de verdad. Porque, en mi opinión, todo el que se dedica a su oficio porque le apasiona y da todo de sí mismo en cada trabajo que realiza, es una manifestación de Dios.
Y por ello, cuando deja este mundo, desaparece una pequeña parte de cada uno de nosotros.


Para ver la charla de Elizabeth Gilbert: http://www.youtube.com/watch?v=t7f8X766Dss

6 comentarios:

  1. Elizabeth Taylor was bigger than life and it is a great loss to all who had the honor of watching her films throughout the decades. She lived life to the fullest. There are some people who carry something extraordinary that touches all who know them. She, like many other artists, carried that spark. We will really miss her, but her spirit will live on. I love you cousin!
    Mama Hen

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  2. Beautiful... I understand having pursued the craft for many years, in class feeling like I had glimpses of that divinity... something otherworldly taking over, me as a channel... that moment, to have a moment like what you mention, is wonderful, is magical... Oh of course then you can't help but try and try to capture it again...

    to have audience share and feel and witness it is even more magical, even more divine... those who can reach success in the "business" and still have that light shine though we call gifted, genius... they are truly blessed... and we blessed to notice.

    Elizabeth had it all going on... and her light will shine on. A legend...

    Thank you.

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  3. en cierto modo me has hecho revivir sensaciones con tu post.... los momentos previos a una actuación (sea del tipo que sea) son siempre una mezcla de taaantas cosas.....:) pero que bonito es! y que más bonito aún es ver cómo la gente disfruta haciendo lo que hace, como tú...o la mismísima liz taylor! un beso y una vez más, un post increíble! majose

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  4. Yo fui testigo excepcional de aquella actuación y he de decirte que cuando me enteré de la noticia de la muerte de la grande Liz el primer pensamiento que vino a mi cabeza fue esa Maggie tuya, esa Maggie previa a entrar en escena con una pasión en la mirada que pocas veces había visto tan de cerca. Te aseguro que jamás lo olvidaré, fue un gran momento y será por eso que lo llevo guardado en mi subconsciente y apareció sin más cuando conocí la noticia. Fuiste una Maggie diferente pero con una intensidad difícil de encontrar, quizá lo más emocionante fue tu manera de interpretar (con ese toque tuyo que ya tomaba forma hace siete años), de sentir, de explorar. En definitiva, de estar. . Besos guerrera.
    María

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  5. Sin lugar a dudas nos ha dejado una de las más grandes actrices de toda la historia de la cinematografía mundial.
    No sólo hablamos de una belleza incomparable y una sensualidad arrolladora, sino también de un talento interpretativo fuera de común.
    Ella sóla es capaz de mantener una película como "Butterfly 8", aburrida pero con una actuación magistral de la diva de los ojos violeta (con la que recibió su primer Oscar); o ser el complemento perfecto para sus compañeros de reparto. Ahora mismo estoy pensando en Un Lugar en el Sol, junto a Montgomery Cliff y Shelley Winters, o Gigante, junto a los siempre llorados Rock Hudson y James Dean.
    Inolvidables también ¿Quien teme a Virginia Wolf?, La gana sobre el tejado de Zinc o Cleopatra.

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  6. Una verdadera pena, aunque sus ultimas apariciones ya no nos dijeran nada realmente de su gran cine.
    Una actriz con una gran historia, a marcado epoca y es una de las grandes, lo sera para siempre.

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