
Me he hecho unas fotos vestida de pin-up. Hacía tiempo que me apetecía, el concepto de pin-up siempre me ha fascinado; me parece sexy, estético, y divertido. La chica pin-up es pícara, traviesa y no se toma a sí misma demasiado en serio y creo que ésta es una gran parte de su atractivo, al menos para mí.

En general, soy una persona optimista, tengo sentido del humor e intento vivir la vida al máximo. La pin-up que hay en mí se parte de la risa con casi todo y le encanta pasárselo bien. La diferencia entre esas chicas que obsesionaron a Gil Elvgren durante décadas y yo, es que ellas viven plasmadas en esas ilustraciones llenas de color, mientras que yo soy una chica real que vive en un mundo real. Como consecuencia, no soy todo color y alegría. Tengo un lado oscuro - muy oscuro - que a veces sale cuando menos lo espero y me vapulea hasta que me deja hecha puré.
A veces odio y temo mi lado oscuro, lo que yo llamo mi Sombra. Vivimos en una sociedad que nos vende la alegría continua, pase lo que pase. Tenemos que ser felices, tenemos que pasarlo bien, tenemos que reírnos. La sociedad no acepta la tristeza y el mal humor. Como dijo Ella Wheeler Wilcox, ríe y el mundo reirá contigo, llora y llorarás solo. Todos tenemos muchos amigos cuando estamos bien... la pregunta es: ¿cuántos de ellos quedan cuando estamos mal? La respuesta es que se pueden contar con los dedos de una mano (y sobran). Como consecuencia de todo esto, solemos rechazar nuestro lado oscuro, lo evitamos, no queremos ni aceptar que existe.
Una de las ocasiones en las que mi Sombra aparece es cuando me pongo enferma. Afortunadamente, soy una persona fuerte y sana y no suelo enfermar. El caso es que siempre he tenido la fantasía de que, si algún día tuviera una enfermedad grave, lo llevaría con entereza y buen humor, como esos personajes tan valientes que veo en las películas. Pero hace poco me di cuenta de que ésta es otra de tantas fantasías que sólo viven en mi cabeza: mi terapeuta insiste en que tengo que empezar a vivir más en el mundo real, olvidarme de tanta fantasía y caerme del guindo de una vez. Estoy en ello, pero me parece que aún me queda mucho camino por recorrer.
La semana pasada cogí uno de esos virus pseudo-gripales, nada graves pero tremendamente molestos, y me pasé toda la Semana Santa en la cama con fiebre y un dolor de cabeza incesante. Me encantaría decir que lo llevé fenomenal, pero lo cierto es que soy una enferma terrible - soy quejica, paranoica e hipocondriaca. Me pasé toda la semana gimiendo de dolor, preocupándome por todas las cosas que no estaba haciendo y planteándome si lo que tenía no era algo gravísimo que iba a acabar matándome. En fin, Dios me libre de tener alguna vez una enfermedad grave.
A lo que iba con todo esto es que, cuando estoy incubando algún virus - y durante el periodo de enfermedad posterior - mi Sombra sale con toda su fuerza y no me deja en paz. Lo veo todo negrísimo, me deprimo y no hay quien me saque de mi pesimismo. Entonces sale mi otro lado, esa persona que no solamente piensa que el mundo es un lugar terrible, sino que en el fondo también piensa que lo tiene que arreglar ella, enterito y sin ayuda de nadie. Lo llamo mi lado Atlas, por el mito griego del titán condenado por Zeus a llevar sobre sus hombros el peso del firmamento para siempre. Afortunadamente, cuando se me pasa la enfermedad, vuelvo a ver la luz y el mundo vuelve a brillar.

Muchas veces desearía que mi Sombra desapareciera para siempre, para poder ser siempre como una de esas maravillosas chicas pin-up de Elvgren. Pero, aunque aún me queda mucho por aprender, ya tengo parte del camino recorrido y me doy cuenta de que hay una razón por la cual esas chicas sólo existen en ilustraciones. Son una utopía, como tantas otras. No son reales. Su existencia es insostenible porque, si la Sombra no fuera una realidad, la Luz tampoco podría serlo.
Durante mi sesión de pin-up, el fotógrafo me dijo: "¿Sabes lo que creo, Parisa? Creo que tú no eres una chica pin-up; más bien, diría que eres una chica burlesque." Creo que tenía razón. Y es que el burlesque está lleno de alegría y de vida, pero también tiene su lado oscuro. Ese mismo lado oscuro que me deja hecha polvo de vez en cuando, pero que es parte de mi realidad.

Como soy una persona de extremos, mi trabajo personal siempre está dirigido a encontrar un equilibrio. Intento aprender que ni soy Atlas, ni soy una chica pin-up. Porque el mundo no es una ilustración de colores, pero tampoco es un trágico mito griego. Sí me atrevería, sin embargo, a decir que es algo parecido a un espectáculo de burlesque: a veces alegre, a veces oscuro e incómodo, pero siempre real y siempre vivo.

Fotos de Luis F. Lorenzo - www.fotospn.com