miércoles, 5 de octubre de 2011

ENSAYO Y ERROR


Cierto día, hace ya bastantes años, me encontraba en una parada de autobús, esperando para volver a casa. Era una de esas paradas colocadas en estaciones de servicio en la carretera, por lo que había mucho espacio a mi alrededor. Yo estaba sentada en el bordillo de la acera, observando a la gente que esperaba conmigo. A mi izquierda, una joven madre leía una revista mientras su hija, un bebé que no podía tener más de dos años, jugaba a su lado. En la acera había un pequeño escalón y aquella niña se había autoimpuesto el reto de subir ese escalón, fuese como fuese. Me quedé absorta observándola mientras ella levantaba su piececito una y otra vez para sobrepasar ese obstáculo, tan grande y complicado para su joven mundo. Creo que lo intentó unas diez veces antes de conseguirlo. Su madre no la ayudó en ningún momento, dejando que ella misma encontrase la manera de triunfar. Y ella no se rindió hasta que lo consiguió: su radiante sonrisa cuando lo hizo lo decía todo. La anécdota ocurrió hace unos trece o catorce años, pero aún la recuerdo: así de admirable y aleccionadora me pareció la actitud de esa pequeña.

Desde que salimos del protector y amoroso vientre materno, desde que nos lanzan a este mundo frío, incómodo y en ocasiones tan cruel, cada paso que damos es un auténtico desafío. Y aunque nuestros mayores nos enseñen todo lo que pueden, la vida nunca deja de ser un camino de ensayo y error en el que, como ese niña de la parada de autobús, nos equivocamos y nos caemos cientos de veces hasta encontrar la manera de hacer las cosas bien.


Es interesante que los niños, en general, tengan una voluntad de hierro para caerse y levantarse un millón de veces hasta conseguir lo que quieren, mientras que a los adultos nos cuesta bastante más aceptar nuestros fracasos y seguir adelante. Nos da vergüenza equivocarnos y, sobre todo, nos da miedo volver a caer. Porque duele.

Cuando nos caíamos de pequeños, nuestra madre besaba la herida y nos ponía una tirita. Ese pequeño gesto de Amor hacía que todo volviera a tener sentido. Las caídas emocionales de un adulto son algo más difíciles de sobrellevar. Para colmo, las consecuencias de una caída adulta pueden ser graves: ¿qué pasa si la equivocación trae secuelas para el resto de nuestras vidas? ¿Qué pasa si ese error, ese único error cometido en un momento concreto, cambia el curso de nuestro destino para siempre?
Una posibilidad totalmente aterradora.

Hace unos años, pasé una tarde/noche con una antigua compañera de trabajo en los Veranos de la Villa en Madrid. Vimos una obra de teatro al aire libre y luego paseamos por los puestos de artesanía y tarot que había alrededor. Una señora de mediana edad me hizo una lectura de tarot y aún recuerdo lo que me dijo: Dentro de unos meses, aparecerá una potencial pareja en tu vida, pero es esencial que estés atenta para poder reconocerla. Si te centras en los errores del pasado y no ves a esta persona cuando llegue, pasarás muchísimos años sola.

En fin. Independientemente de si esta señora era una farsante o no (no tengo ni idea), me dijo algo muy cierto. Y es que si nos empeñamos en centrarnos en los errores del pasado, resulta muy difícil ver el presente. Por cierto, esa potencial pareja de la que hablaba nunca apareció... o quizás es que no supe verla. Supongo que nunca lo sabré con seguridad.

Creo que sí es posible cometer un error tan grande que haga que nuestro destino cambie para siempre. Quien diga que no es así está mintiendo. Yo no he cometido muchos errores graves en mi vida (al menos de momento), pero los que he cometido han cambiado el curso de mi existencia. Me he lamentado durante años por esos errores y aún hoy hay días en los que sigo castigándome (implacablemente) por ellos. Pero lo que está claro es que, si no los hubiese cometido, todas las cosas que he vivido no habrían existido: las cosas malas no estarían, pero tampoco estarían las buenas.

Thomas Edison inventó la bombilla tras haber realizado más de mil intentos fallidos para conseguirlo. Uno de sus discípulos le preguntó: Sr. Edison, ¿por qué persiste usted en sus experimentos, si tras más de mil intentos no ha conseguido más que fracasos?. A lo que Edison respondió: No he conseguido ni un solo fracaso. Lo que he conseguido es conocer mil formas distintas de cómo no debo hacer las cosas.


Nuestros destinos pueden cambiar cada día, con cada acción, con cada encuentro. En lo que dura un solo latido de nuestro corazón, nuestra vida puede volverse del revés. Nuestros fracasos, al igual que nuestros triunfos, dan forma a nuestro porvenir. Afortunadamente, tenemos la capacidad de aprender de nuestros errores y de redireccionar nuestra vidas. Lo importante, al fin y al cabo, es saber jugar con las cartas que tenemos en la mano, aprender a concentrarnos en ellas en lugar de lamentarnos por las que hemos perdido en otro momento de la partida.

También es bueno recordar que el resultado de esta nueva jugada puede terminar siendo más favorable y más placentero que lo que habría ocurrido si no hubiésemos fallado nunca. Y tampoco está de más tener en cuenta que no jugamos la partida solos... pero cultivar el maravilloso arte de dejarse ayudar es un tema lo suficientemente importante como para hablar de él en otra ocasión y dedicarle el tiempo y las palabras que merece.

La verdad es que es muy posible que el proceso no sea tan sencillo ni tan rápido como una tirita y el beso de una madre, pero qué importante es saber que levantarse sí es posible... e intentarlo de nuevo, realmente imprescindible.

3 comentarios:

  1. Volver a levantarse, y no sólo eso sino, dar gracias por la caída porque sin ella no seríamos quien somos. Es un mantra que deberíamos repetirnos cada día. como siempre... sencillamente genial Pari.

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  2. Durante años tuve tanto miedo al fracaso que ni siquiera lo intentaba. Con el tiempo me di cuenta de que quedarme con la duda me pesaba mucho más que el hipotético fracaso y de que mi falta valor podía estar privándome de la satisfacción del éxito. Así que, lección aprendida: ensayo y error o ensayo y éxito, pero siempre ensayo!!

    Me ha encantado lo de Edison.

    Un beso,
    Ana

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  3. Estupendo como siempre Pari. En la vida ese beso y esa tirita se muestra de un millón de formas, sólo hay que pararse un momento y mirar más allá de nuestras narices.En ocasiones este "pequeño teatro de sueños" ha sido un abrazo con beso y tirita. Gracias por ello guapísima.
    María

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