sábado, 15 de septiembre de 2012

SUEÑOS A LA FUGA


Cuando comencé a escribir este blog, hice un trato conmigo misma: me prometí que nunca publicaría nada que no fuera verdad, ni inventaría, ni me tomaría licencias artísticas en lo que escribo. Hasta ahora, lo he cumplido a rajatabla. También me prometí que no publicaría una entrada a menos que tuviera al menos una cosa buena que decir. Después de todo, mi intención siempre ha sido compartir mis experiencias y mis sentimientos de manera constructiva y positiva; no quiero deprimir al mundo.

Debo decir que la segunda parte de mi trato es mucho más difícil de cumplir que la primera. Todos tenemos momentos bajos y, cuando los míos se alargan en el tiempo, me enfrento con largas semanas de frustrante sequía bloggera.

Ahora llevo una semana intentando sentarme delante del ordenador para escribir esta entrada... y siempre encuentro algo mejor que hacer. Este momento bajo está siendo algo más que un momento y, sin embargo, he recordado que en más de una ocasión el simple hecho de sentarme a escribir me ha ayudado a poner mis ideas en claro y a limpiarme el alma de posos oscuros. Así que aquí estoy, intentándolo.


Creo que los tiempos que estamos viviendo contribuyen mucho a la depresión, a la ansiedad, a ese sentimiento de desesperanza continua que amenaza con hacernos dejar de creer en todo y en todos. Las crisis - sean del tipo que sean - sacan lo mejor y lo peor del ser humano. Y lo peor del ser humano es negro y feo y se hace notar muchísimo... si nos descuidamos, llega a esconder todo lo bueno, que por supuesto también existe. La verdad es que - por mucho que me critiquen por ello - no pienso que el ser humano sea una especie noble y benévola. Creo que nuestra mente, nuestros deseos y nuestros objetivos han hecho de nosotros una especie egoísta, competitiva y - en ocasiones - malvada. Es una más de las cosas que nos diferencian de los animales. Ellos actúan por instinto y su mente no maquina. Simplemente viven, están, son... sin más complicaciones.

Nuestra mente, ésa que ha inventado tantas cosas maravillosas a lo largo de los siglos, ésa que crea obras de arte que nos emocionan hasta las lágrimas, ésa que tanto nos aporta y tanto nos hace disfrutar, también puede ser una gran máquina de destrucción, llena de frustraciones y de sueños rotos.

Lo cierto es que hay pocas cosas tan bonitas como soñar. Pensar en todo lo que nos gustaría tener, en las metas a las que queremos llegar, en lo que queremos hacer de nuestras vidas... si un día nos quedáramos sin sueños, dejaríamos de existir. Pero, ¿qué pasa cuando esos sueños no se cumplen? ¿Qué pasa cuando, uno a uno, los vemos escaparse, esfumarse delante de nuestros ojos y desaparecer en una fracción de segundo? La única opción que nos queda es cambiar de rumbo, elegir otro camino y llenarlo de nuevos sueños que perseguir.


Sin embargo, lo más preocupante es cuando no conseguimos encontrar ese nuevo camino; cuando nos levantamos un día y nos damos cuenta de que hemos estado viviendo día a día persiguiendo algo efímero, irreal, sin sentido, algo que ni nosotros mismos reconocemos. Y entonces, ¿qué significado tiene nuestra existencia?

Es muy duro enfrentarnos con nuestra propia irrelevancia, pensar que somos un punto diminuto e insignificante dentro del universo infinito y llegar a ser conscientes de nuestra soledad. Pero supongo que lo único que podemos hacer en esos momentos para no enloquecer por culpa de nuestra mente racional, es volver (aunque sea por unos instantes) a nuestro lado instintivo; conectar con nuestro lado animal y simplemente ser, dejar de pensar y simplemente estar. Y una vez pasada la tormenta, hay que levantarse y seguir caminando. Aprender - como nos enseñaba Borges - a plantar nuestro propio jardín y decorar nuestra propia alma, sin esperar que alguien nos traiga flores.

Hoy alguien me ha hablado de la posibilidad de reinventar lo que somos y, de inmediato, me ha venido a la cabeza la imagen del ave fénix que resurge de sus cenizas para vivir de nuevo. Quizás nuestra mejor opción sea recordar que, mientras tengamos vida, podremos resurgir cada vez que nos lo propongamos, que podemos aprender a convivir con nuestras soledades y que siempre es posible buscar nuevos caminos.
Después de todo, el mundo está lleno de ellos.




1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo. A veces hay que encontrar la fuerza que tenemos dentro para enfrentar los cambios que pasamos cuando nuestros aspiraciones van cambiando.

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