sábado, 29 de septiembre de 2012

YO DESEO, YO NECESITO...


Nunca en mi vida he buscado lo fácil. No considero que esto sea bueno ni malo, simplemente forma parte de mi carácter. Lo que sí es cierto es que buscar lo difícil produce frustración y puede doler bastante. Como en todo, debemos decidir si - a pesar de las dificultades y las frustraciones - nos compensa seguir persiguiendo nuestro objetivo o no.

Uno de los grandes lastres de nuestra sociedad es la proyección. En lugar de vivir donde estamos y como somos, estamos empeñados en habitar la ilusión del mañana. Nuestros deseos y necesidades nos colocan continuamente en un futuro inexistente en el que ya estamos amando a la persona que queremos, amamantando al bebé que buscamos o disfrutando de nuestro trabajo soñado. Mientras tanto, se nos olvida vivir todo lo que hay en el camino... y lo más importante: olvidamos hacer el trabajo que nos convertirá en la persona que tenemos que ser para llegar a nuestros objetivos.

Los budistas dicen que el camino de la felicidad es eliminar el deseo. Según ellos, si eliminamos nuestros deseos y proyecciones de futuro, eliminamos las frustraciones y aprendemos a vivir en el presente, sin necesidad de nada más que lo que tenemos en este momento. Yo no estoy completamente de acuerdo: creo que el deseo mueve el mundo. Sin deseo, no nos esforzaríamos para mejorar, ni perseguiríamos nuestros sueños; nada avanzaría ni cambiaría. Sin embargo, me pregunto si es posible abrazar la teoría budista hasta cierto punto y eliminar la proyección de esos deseos. ¿Es posible perseguir lo que queremos y, al mismo tiempo, no adelantar acontecimientos? ¿Podemos ir en busca de nuestros objetivos cada día y, a la vez, vivir contentos en el presente tal y como es, sin frustraciones ni impaciencia? Pienso que sí es posible, aunque requiere muchísima fuerza de voluntad y un trabajo personal largo y duro.


Hace unos días, me propuse llevar a cabo este trabajo. Soy de naturaleza impaciente y eso, unido al hecho de que siempre quiero lo que (en teoría) no puedo tener, me estaba llenando de rabia y de tristeza. Así que me he puesto manos a la obra para ejercitar la paciencia y la aceptación en el camino hacia mis deseos.

Este trabajo me parece especialmente importante hoy en día, en este mundo que tanto se ha complicado, en el que nuestro día a día es una continua lucha por la supervivencia y los derechos de cada uno. No puedo evitar sentir que, en la vorágine de esta lucha - del todo noble y necesaria - hay ciertos momentos en los que se pierde el norte, en los que los deseos, las creencias y las frustraciones del individuo se imponen a la lucha por un mundo mejor.

En nuestra sociedad en general - y en tiempos de crisis en particular - se ponen a prueba cada día nuestra paciencia, nuestra solidaridad y nuestra tolerancia para con los demás. El problema está en que, cuando nos concentramos completamente en nosotros mismos y perdemos la visión global de lo que está pasando, tiramos esa tolerancia por la borda. Como resultado, la comunidad se ve completamente eclipsada por el individuo: solidario, sí, pero sólo con mi causa. Tolerante y respetuoso, sí, pero sólo si piensas igual que yo.


Lamentablemente, se utiliza la libertad de expresión - ese perfecto derecho por el que tanto lucharon nuestros padres y abuelos - como escudo para escupir la ignorancia, la intolerancia y la falta de respeto sobre el vecino de al lado. Es la peor forma de hipocresía y, últimamente, se ven ejemplos de ella todos los días.

Por esta razón, todos los días doy gracias por tener a mi alrededor a personas que hacen todo lo contrario. No hay nada que me dé más vida que ver el respeto, el Amor y la fusión de mundos distintos. No hay nada más enriquecedor que la mezcla de razas, de credos, de caminos. Las personas que viven con esta mente abierta, canalizan sus deseos de la mejor manera posible. Sus deseos florecen y salen hacia fuera para convertirse en actos y en palabras... en muchas ocasiones, salen de un pincel, de una guitarra, de una voz, de un montón de arcilla o de aguja e hilo. Todas estas personas - artistas o no - plasman esa fuerza, creada por la unión de las diferencias, en este mismo mundo que parece estar volviéndose loco a su alrededor.

No sé si es una utopía pensar que esa fuerza acabará pudiendo más que la ignorancia de unos cuantos. Lo que sí sé es que es nuestra responsabilidad, para con nosotros mismos y para con nuestros hijos y nietos, hacer todo lo posible para que así sea. Me gustaría pensar que las generaciones futuras podrán ver la belleza del mundo y que tendrán la oportunidad de seguir mejorándolo cada día. Mi trabajo personal sólo es mío, pero espero que también sea un granito de arena para que la utopía se convierta en realidad.



2 comentarios:

  1. Buenísimo!!!! Ya lo has dicho todo...
    ¿Sabes que te admiro cada día más?

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  2. ¡Chapó! Ojalá hubiera más pensamientos como el tuyo en esta sociedad cada vez más deshumanizada.
    Bellísimo pensamiento Parisá.
    Besos
    María

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