lunes, 14 de enero de 2013

BIENVENIDA, LOCURA


He empezado el 2013 poniendo en práctica algunos de mis conocimientos de Medicina Tradicional China. Hasta ahora me había resistido, puesto que sigo formándome, pero he decidido que confío en mí misma lo suficiente como para empezar (con mucha cautela y muy poco a poco) a tratar a algunas personas. Y la verdad es que ha sido un buen comienzo. Poner en práctica lo que sé me produce una satisfacción que equiparo a la que me produce estar encima de un escenario... y los que me conocen bien saben la gran magnitud que tiene esta afirmación.

La acupuntura es una terapia energética y, por lo tanto, influyen en ella tanto la energía del paciente como la del terapeuta. Un acupuntor debe trabajar su energía, aprender a centrarse, mantener una mente calma, un corazón tranquilo y un alma enraizada en el mundo que le rodea. El buen acupuntor conoce la teoría de los síndromes, los síntomas y la localización de los puntos, pero hay que recordar que su éxito depende sobre todo de su capacidad para cultivar un buen qi (energía) y para ver al paciente como parte de un todo, en lugar de pensar única y exclusivamente en localizar y pinchar una serie de puntos sobre su cuerpo.


El caso es que, a lo largo del día, hay decenas de cosas que pueden alterar nuestro equilibrio emocional y nuestra energía. Y a veces es fácil pensar que lo mejor es quedarnos en nuestra zona segura, donde casi todo está controlado y es muy poco probable que algo vaya mal. Sin embargo, me temo que ya nos podemos empeñar en hacer nuestros planes perfectos, que la vida se encargará de ir por donde le dé la gana. Con el tiempo, he ido comprendiendo que el secreto no es evitar esa montaña rusa emocional de nuestras vidas, sino aprender a gestionarla.

En mi caso, con terapia y mucho trabajo energético y emocional, la gestión de la montaña rusa ha progresado de manera importante. Donde antes había enormes cambios emocionales en periodos muy cortos de tiempo, ahora hay una base de calma y alegría sobre la que, simplemente, danzan mis emociones. Todas siguen ahí: la tristeza, la frustración, el enfado, la preocupación, el miedo. Todas siguen siendo parte de mí, sólo que mi convivencia con ellas se ha hecho muchísimo más llevadera.

Creo que el quid de la cuestión es entender que la vida es mucho más que eso que nos pasa en un momento dado. Nosotros somos mucho más que nuestras preocupaciones y nuestros miedos. Y la totalidad de nuestra existencia es mucho más grande e importante que cada una de las cosas con las que lidiamos en nuestro día a día. En otras palabras, es una cuestión de adquirir perspectiva y - al igual que un buen acupuntor - ver la totalidad de lo que tenemos delante, en lugar de concentrarnos en un único punto.


Es una suerte que haya podido llegar a aprender a gestionar mis emociones de esta manera, porque la verdad - y los que me conocen lo saben perfectamente - es que no creo en intentar evitar la montaña rusa. Siempre elijo vivir la experiencia antes que evitar el posible riesgo de una tormenta emocional. Mi amigo Ángel dice que mi lado visceral triunfa siempre sobre mi lado cerebral, todas y cada una de las veces. ¿Qué queréis que os diga? Creo que la vida es muy corta y que hay que vivirla a posta. No sirve gozar a medias, ni amar con cobardía, ni vivir con tantas prohibiciones inventadas. Por eso intento vivir de verdad y, si eso viene con una dosis de locura y tormenta emocional, bienvenida sea.

Por decirlo de alguna manera, pienso que en la vida hay que comprar ficha al feriante y subir a la montaña rusa sin dudarlo. Y no pasa nada porque suban con nosotros nuestros miedos y preocupaciones. Todos tienen cabida porque son parte de lo que somos. Lo realmente importante es vivir cada curva y cada bajada tal y como llegan, agarrarnos fuerte y disfrutar del viaje como si esa ficha fuera la última que nos queda.


2 comentarios:

  1. Que cierto Parisà, que tremendamente cierto.
    Muchos besos y mucha buena energía para ti.
    Besos. María.

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  2. Ay la perspectiva... quien la pillara algunas veces.
    Eso si, nada como el cosquilleo de la montaña rusa cuando estás arriba arriba arriba
    Un abrazo preciosa.

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