sábado, 27 de febrero de 2016

FINALES FELICES


Hace unos días, un Domingo por la tarde, me hice un té y me senté en el sofá a ver la televisión. Estaban poniendo Sabrina y sus amores, que no es la película original de la única y adorable Audrey Hepburn, sino una versión moderna que se hizo en los años 90, con Harrison Ford y Julia Ormond. Una de tantas versiones modernas de clásicos del cine: las colocan en un contexto de hoy, cambian ciertas cosas para que no quede arcaico, suelen añadir algo de sexo y lo disfrazan todo con el fin de crear la impresión de que esta nueva versión es para un público totalmente liberado, una era moderna en la que mujeres y hombres somos iguales, en la que se ha eliminado cualquier referencia machista. La protagonista es inteligente, cultivada, tiene (o encuentra durante el transcurso de la película) una profesión fascinante, es independiente, viajera y estupenda. Cómo hemos avanzado, pensará el público. Qué suerte tenemos de que hoy en día no se perpetúen los estereotipos machistas de antaño.

Lamentablemente, sólo hay una cosa más peligrosa que esos estereotipos machistas de antaño. Y es la perpetuación de esos mismos estereotipos escondidos bajo el disfraz de la igualdad. Estoy harta de ver películas en las que la mujer consigue todo lo que se propone, una vida realmente envidiable a todos los niveles... y sin embargo nos tenemos que tragar una penúltima escena en la que se la ve caminando melancólica por una playa, o bajo la lluvia en las calles de París, o en su balcón (en su precioso balcón, que es parte de su maravillosa casa, esa casa que ha conseguido gracias a su esfuerzo, a su valentía, a su valía), sorbiendo una taza de té y lamentándose por ese amor perdido. Por supuesto, después de esa penúltima escena viene la última: la reconciliación, el (re)encuentro o la posibilidad de un nuevo amor. Y entonces... por fin todo encaja. Alegría. Emoción. Música de violines. Final feliz.


Tengo una misión personal: la de encontrar películas en las que el personaje protagonista (sea hombre o mujer) haga su camino, viva su vida, supere los obstáculos y encuentre lo que busca... sin necesidad de que aparezca esa coletilla del amor al final. Porque ya es lo suficientemente peligroso que en nuestra psique colectiva exista esta idea de los finales felices, como para además añadir una condición más: si estás sol@, todo lo que hayas conseguido no importa. Estás incomplet@. No es suficiente. Sigue buscando.

Y es que esto va mucho más allá que la perpetuación de ideas machistas. Aunque las mujeres, desafortunadamente, seguimos siendo las más afectadas por este tipo de trampas sociales, esto incumbe a los hombres también. Mi pregunta es la siguiente: ¿en qué momento nos han convencido de que no estamos completos? ¿Cómo hemos permitido que la sociedad nos enseñe que siempre falta algo, que siempre hay que ir a por más?

Lo que quiero es ver más personas que digan con total sinceridad: yo estoy complet@. Ahora mismo. No porque haya conseguido todos mis objetivos o porque no tenga sueños y deseos. Sino porque he comprendido por fin que - aunque las películas, la publicidad y todos los demás mensajes sociales que me rodean insistan en lo contrario - soy suficiente. Tengo sangre en mis venas y aire en mis pulmones, me he levantado esta mañana con salud, con un techo sobre mi cabeza, con gente que me quiere, con comida en la nevera, agua potable, ropa y calzado. Es posible que no esté haciendo lo que me gusta. O que a veces eche de menos otro cuerpo en mi cama. O que las circunstancias no me hayan permitido tener hijos. O que el tener hijos no me permita estudiar una carrera. Es posible que consiga algunas de las cosas que quiero con el tiempo y es posible que no. Pero no tengo por qué esperar a conseguirlas para sentirme complet@. Porque eso ya lo soy. Una persona completa en medio de toda esta imperfección.


En algún momento, nos han vendido la gran mentira. Han conseguido convencernos de que, en realidad, no somos unos auténticos privilegiados. Porque conviene. Conviene que nos sintamos inadecuados y pequeños. Conviene que siempre tengamos la sensación de que nos falta algo. Porque si eres feliz no se te vende cualquier cosa: ni un coche nuevo que no necesitas, ni cosmética para falsear belleza que ya tienes, ni citas online para encontrar esa mitad que nunca te ha faltado.

Si fuera posible que todos entendiéramos esto y sobre todo, si se lo enseñáramos a las nuevas generaciones (en lugar de envenenarlas con las mismas tonterías de siempre), todo nuestro mundo cambiaría.






2 comentarios:

  1. COMPLETAMENTE de acuerdo con la autora!!!!

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  2. "...ni citas online para encontrar esa mitad que nunca te ha faltado."

    Yes yes yes! #micdrop Love it, love you!

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