martes, 31 de octubre de 2017

LO QUE APRENDÍ DE BEATRIZ


Hace más de diez años, hice un casting para Mucho Ruido y Pocas Nueces. La obra era de The Madrid Players (www.madridplayers.org), con quienes he hecho muchas otras cosas desde entonces, pero a quienes en aquella época aún no conocía. Asistí al casting y conseguí el papel que quería, el de Beatriz. La felicidad inicial por poder interpretar el papel de mi vida fue sustituida rápidamente por preocupación. Había muchas cosas de la producción que me preocupaban, cosas que no podía controlar, que estaban fuera de mis manos pero que comían terreno a la alegría de hacer lo que amo. Ahora, cuando miro atrás y recuerdo aquella experiencia, me arrepiento de cada segundo que pasé dudando, preocupándome, sufriendo... en lugar de disfrutando ese regalo.

Lo cierto es que, como actriz, no tengo demasiadas oportunidades de interpretar papeles protagonistas. Mi físico, en muchos casos, no me hace la candidata ideal para la mayoría de los papeles con los que solemos soñar todas las actrices. Incluso cuando era una jovencita, no daba el perfil de protagonistas dulces e inocentes como Ofelia, Julieta, etc. Además, mi altura hace que sea muy difícil emparejarme con un actor en escena (no hay tantos que sean igual o más altos que yo). Por lo tanto, en la gran mayoría de los casos, he sido la actriz secundaria, el papel que da apoyo al de los protagonistas. Esto no quiere decir que mis papeles no hayan sido buenos: he tenido la suerte de interpretar auténticas golosinas... pero conseguir un papel como el de Beatriz en aquella producción de Mucho Ruido y Pocas Nueces era como un sueño imposible que, de pronto, se hacía realidad.

A veces, damos tanta importancia, tanta trascendencia a los sueños hechos realidad, que perdemos la perspectiva y nos olvidamos del por qué de lo que hacemos y de lo que realmente importa. Yo di tanta importancia a ese papel protagonista que arruiné mi propia experiencia. De tanto querer vivir mi sueño a tope, acabé convirtiéndolo en pesadilla.


En estos días, en los que me enfrento a un nuevo reto actoral, me he estado acordando mucho de aquella Beatriz que interpreté hace años. Ahora estoy trabajando un papel que, sin ser protagonista, es una auténtica joya. Es muy tentador para mi mente controladora encaminarse de nuevo hacia la preocupación, desesperar por las imperfecciones y lamentarse por la posible pérdida de la oportunidad de bordar este papel hasta ensombrecer la experiencia, tal y como hice más de diez años atrás.

Pero han pasado diez años, muchos papeles y mucho trabajo (profesional y personal). Ahora entiendo que la experiencia vital de nuestro trabajo artístico es precisamente lo que lo hace valioso... y no solo eso, sino que lo engrandece hasta límites que ni nuestra mente controladora ha podido imaginar.

Y, por si en algún momento se me olvida todo esto, Beatriz sigue aquí para recordármelo.


(Hamlet se representará del 21 al 25 de Noviembre en el Colegio La Inmaculada Marillac de Madrid)

No hay comentarios:

Publicar un comentario