martes, 7 de agosto de 2012

IRME DE MÍ

Llevo meses considerando marcharme de España. Y es que he pasado una temporada difícil, atrapada en el bucle de mis propias manías y tristezas, encerrada en las limitaciones que nos ponemos a nosotros mismos y que proyectamos de lleno en el mundo exterior para sentirnos seres incomprendidos.


Yo me he sentido incomprendida por mi entorno durante años, como si no encajara con lo que tenía alrededor, como si el destino me hubiese colocado, sin remos ni brújula, en un sitio que nunca fue el mío. Así que finalmente me decidí a pedir un traslado laboral para marcharme a vivir a Londres. Y con este pequeño gran paso comenzó todo un camino de introspección y un trabajo de auto-conocimiento y búsqueda de la propia verdad.

Cuando Londres, de un día para otro, se convirtió en una realidad potencial, afloraron muchos sentimientos en mí, ninguno de los cuales era lo que yo esperaba. En lugar de sentir emoción, alegría y ganas, sentí angustia, tristeza y nervios. En lugar de sentir esperanzas de que todo saliera bien con el traslado, me encontré a mí misma rezando para que algo lo impidiera. Tras la sorpresa inicial, tuve que sentarme a conversar conmigo misma para entender lo que estaba pasando.


A veces intentamos evitar la verdad porque nos asusta o quizás porque nos dice algo de nosotros mismos que, en el fondo, preferimos no saber. La verdad, en este caso, era que no quiero irme de Madrid. Lo cierto es que adoro esta ciudad que me adoptó hace tantos años y, es más, quiero conocerla mejor. Darme cuenta de esto me hizo preguntarme el por qué de tanto desasosiego y tantas ganas de marcharme. Y entonces tuve que aceptar que el problema no está en la ciudad, sino en mí.

Hay un dicho persa que mi padre utiliza mucho: cuando debemos tomar una decisión, se dice que debemos hacer de nuestro sombrero un juez, es decir, examinarnos a nosotros mismos y ser sinceros sobre lo que queremos y podemos hacer. Esta vez, cómo no, mi padre me dio este mismo consejo y, al ponerlo en práctica entendí que las limitaciones de Madrid, todo lo que supuestamente no me da, en realidad me lo he estado negando a mí misma.


Y es que uno puede escapar a otras tierras una y otra vez durante toda la vida... pero por mucho que nos movamos, no nos podemos escapar de nosotros mismos. Cuando el problema o las limitaciones vienen de dentro, siempre nos van a perseguir, estemos donde estemos. Marcharme de Madrid no implicaría irme de mí. Afortunadamente, lo comprendí antes de dar el paso definitivo hacia el que sería mi nuevo hogar.

De todas formas, resultó que el traslado no hubiese sido factible por temas económicos, pero aunque lo hubiese sido, mi decisión habría sido la misma: quedarme en Madrid. Me constaba que esta decisión debía ir acompañada por un cambio radical en mi manera de ver las cosas y en mi actitud con respecto a mi vida. Dicho y hecho. Lo vi tan claro que el cambio vino de un día para otro, con total naturalidad. Y en un abrir y cerrar de ojos, mi vida dio un giro de 180 grados.

Curiosamente, este giro vino de la mano de un par de acontecimientos que me confirmaron que mi nuevo camino era el correcto. Me recordaron, una vez más, que en esta vida no hay tiempo para dudar, para temer, para preocuparnos por cada pequeña cosa, para dejar que la vida pase de largo sin tomar decisiones y para no hacer lo que realmente queremos hacer. La vida cambia en un solo instante. No hay sitio para los miedos ni oportunidad de volver atrás en el tiempo.


Asumamos que no hay otro día para quitarnos telarañas. Hoy es el momento. Ahora mismo. El momento de salir, de comer y beber, de hablar y reír, de llamar, de decir te quiero/te deseo/me haces feliz, de abrazar, de besar, de amar, de tocar, de gozar, de atrevernos... de vivir.

Y lo más curioso es que, cuando comenzamos a vivir con la consciencia de que el mañana no existe, nuestro presente se transforma por completo... atrayendo la maravillosa esperanza de cien mil mañanas espléndidas.


2 comentarios:

  1. Muy bonito Pari.
    leerlo me ha hecho recapacitar sobre mi y mi vida, situación espiritual, emocional.... ufff, no sobes cuanto. se que hace tiempo que me he distanciado, cualquier día hablaremos largo y tendido... pero quiero que sepas que te quiero. y que cada día te veo y te leo, (es lo que tiene Facebook). eres una de las personas mas maravillosas y que más admiro de las que se han cruzado en mi camino. Madrid tiene la suerte de Tenerte.
    besosss
    Paka.

    ResponderEliminar
  2. Es real, Pari! Generalmente uno se muda sin mudarse de piel, y el riesgo de cargar con los mismos o más bultos en una mochila es inmenso.
    No quiere decir que dar un timonazo semejante - incluyendo la partida del lugar donde se echaron muchas raíces- equivalga a llevarse sí o sí los problemas no resueltos, pero entiendo perfectamente por dónde van tus ideas en este comentario. Y francamente no sabes cuánto me alegro que esta vez, los cambios radicales sean posibles de alcanzar desde este mismo lugar! Porque tratando de despojar el egoísmo me resulta casi imposible imaginar mni vida en Madrid sin tu presencia contínua...lo siento, me ganan las pasiones!!! Un abrazo y enhorabuena por tus decisiones, siempre que sean lo mejor para ti.

    ResponderEliminar